Se podían ver a través de los amplios ventanales, unas columnas colocadas casi al azar en un segundo piso de altura aproximadamente. Aquellas columnas, pintadas verdes, formaban un ángulo exquisito, para nada simétrico, y agradablemente angosto, perfecto para atorarse a dilucidar maravillas y ser poseído por el espíritu de la mágica Mnemosine, entre aromas y sonidos deleitosos.
Cuando estaba a punto de ser guiado por un hilo mágico hacia algún lugar delicioso y suave, dulce y sensible, delicado... un exabrupto ominoso me turbó y sacó de aquel estado onírico. Era la voz de Víctor, o más bien, el vocifero de Víctor... excitadísimo con su ascenso. Lo había conseguido, y no es que no lo mereciera, se lo había granjeado a consciencia... pero... yo guardaba ciertas dudas hacia ese personaje. Podía notar como me degollaba con gestos y miradas de desaprobación cada vez que una de las chicas del grupo dirigía su atención hacia mí. Parecía querer tener no sólo el control del grupo de edición, sino de todos y cada uno de nosotros. Y lo más alarmante es que parecía funcionarle.
Eso me inquietaba, me... sí, me aterraba. Me daba igual de quién se adueñara, sabía que nunca iba a adueñarse de mí, pero... empezaba a temer por otra persona. No sabía bien por qué, si por su bondad, si por su exención de hipocresía y manilupación, vaya, por su franqueza y sinceridad y así hasta mil sinónimos, por... era un ángel. Y ese pensamiento me devolvió al inicial...
Las columnas eran verdes. Recuerdo ese color, fue uno de los primeros colores que vi al entrar en esta editorial... me resultaron saltones, desorbitados... pero confundí efusividad, entusiasmo y amabilidad con falsedad e histrionismo. ¡Cómo me equivoqué! Con el paso del tiempo comprendí que no siempre la tradición literaria acierta en los tópicos y que unos ojos verdes no tienen por qué ocultar nada malo. Al contrario, jamás unos iris guardaron tanta humanidad.
Sus ojos verdes. Sus prendas verdes, en ocasiones... su dirección, el camino... todo era como primavera.
Después del griterío y excitación por el ascenso de Víctor, alguien se acercó a leer mi hoja de Word. La estaba leyendo... era blanda... era suave y olía bien. Reconocía su olor. No era tan invasivo como el de Mar, ni tan sutil como el de Noe, ni tan... ¿A qué olía Sandri? No, ni tampoco tan... repug... repugnante como el de Víctor, ni tan sereno, sosegado, marino, como el de Jesús. No. Era ella, era Angie, la chica a la que confundí con las afroditas que tanto me torturaron y que tiene más de Atenea que nadie.
Notaba el vibrar de su voz cercana a mi cara... sentía acariciármela... y su aliento... afrutado... joven pero con vivencia, me pedía experiencia, me suplicaba experiencia... ¿Yo? Si todo lo que me ha envuelto es una oscuridad y un terror dignos de una novela de Stephen King... ¿Qué podía yo ofrecer a nadie más que tinieblas?
Noté algo blando rozar mi brazo poco antes de que su mano tocara la mía, posada en la mesa.
- ¿A quién estás corrigiendo? Parece una historia profunda e interesante. Ese personaje especialmente tiene un carisma especial. No sé si es por su psiqué...- Me preguntó mientras tocaba mi mano.
No pude hacer otra cosa que mirar su mano tocando la mía, pero pensaría algo extraño y pronto la quitó mientras continuó sonriendo y me dijo:
- A mí no me tocan autores tan interesantes.-
- No creas... es una buena página... la historia en sí tampoco es para tanto.- Respondí.
- Bueno, si quieres me la puedes pasar una vez la corrijas y ya juzgaré por mí misma, ¿te parece?-
- De acuerdo.-
Pensé que se iría... y me dejaría proseguir con mi labor... sin embargo trató de profundizar más en mí, con una mirada que quería llegar a mis entrañas. Pero no la dejé. No sé por qué... no sé por qué me cerré, le cerré el paso. Desvié la mirada y seguí con lo mío.
No pude ver la cara que ponía, lo que sí vi es que me dejó mientras volvía con el grupo.
Alguien más vino a husmear en mis quehaceres. Esta vez fue Sandri.
Se quedó mirando largo rato la pantalla sin decir nada. No pude proseguir... así que esperé a que acabara su lectura.
- ¿Quién es el autor?- Ya era la segunda persona en diez minutos que me preguntaba lo mismo... y me daba palo contestar.
- ¿Tan buen escrito os parece que es?- Le pregunté.
- No sé, tiene algo mágico y eso me gusta.-
- Vale, sí, es bueno... se lo voy a pasar a Angie cuando acabe con él.- Le dije para poder continuar.
- ¡Pues pásamelo a mí también! Pinta muy bien.-
Sandri me sonrió, me despidió con la mano mientras sonreía y se fue.
Era extraño... todo... era muy extraño... y de pronto me invadió el miedo.
¿Y si no tenía que haber hecho que apartara su mano de la mía? No, eso era una bobada. Yo no hice nada... sólo me asombré. Angie es la chica más hermosa de las cuatro, posiblemente la más inteligente, y con diferencia la que mejor provecho saca de su talento. Que una chica así... dirija su atención hacia mí... me... pone nervioso. Quizá debería ser menos hermético con ella... al fin y al cabo... ella... sus ojos... las hojas de los árboles en primavera, el campo rociado de agua... su figura, su luz... ella me ha hecho algo... desde el primer día... desde la primera vista... sin quererlo he quedado hechizado.
Angie me gusta mucho.
Hoy es verde |
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