viernes, 28 de diciembre de 2018

13 días en Japón: 9. Kyoto, la perla de la esencia nipona.

Día 9, despertábamos en Hiroshima, no demasiado temprano todo sea dicho. Estábamos viendo muchas cosas en relativamente muy poco tiempo y las caminatas eran largas bajo el intenso calor y humedad del verano de Japón, por lo que los siguientes días iríamos algo más relajados.

Después de desayunar fuimos a la estación de trenes de Hiroshima y subimos a un Shinkansen. Directos a Kyoto en poco más de 2 horas. Allí, salimos de la estación y fuimos al hotel. Era un hotel de portería y check-in automatizado por completo. Introducías un código en la puerta y esta se abría, entrabas y te registrabas con una tablet que te hacía una foto de tu pasaporte y hala, a disfrutar de la estancia.

El paso elevado de las vías del tren daba espacio para poner entre los pilares tiendas y negocios, algo muy común en las grandes ciudades.

Paso del tren elevado, negocios debajo de las vías.

La vía seguía.
Y desde el hotel teníamos vistas (parte derecha) a la pagoda del templo de To-ji. Esa pagoda constituye la torre de madera más alta de Japón con 54'8 metros (recordamos que la construcción de madera más alta estaba en Nara y era el Todai-ji).

Vistas desde el hotel

Después de dejar el equipaje en el hotel, fuimos en búsqueda de un buen restaurante típico en el que poder comer, subiendo por la calle Nishinotoin, detrás de la estación, yendo hacia el noreste, encontramos un buen lugar en una gran avenida, en el barrio de Ebisunocho. En Google Maps aparece como 力餅食堂 (no soy capaz de traducirlo, pero vendría a ser algo así como "Cantina de pastel de arroz").

¡Riquísimo! Además, al entrar pudimos comprobar la grandísima hospitalidad y el buen carácter de la gente de Kyoto, mucho mayor que la del resto de Japón (por lo menos esa fue nuestra sensación). La que llevaba el restaurante, sonriente, nos acompañó a sentarnos. Nos sentamos en unas tarimas, previo descalzamiento, y comimos sentados en la tarima. Por cierto, sacamos a Mumin a pasear y la señora que llevaba el restaurante lo reconoció y dijo "Mumin, so cute" (Mumin, qué bonito).

Cantina del pastel de arroz.

Exquisitos platos.

Deliciosa comida.
Mumin satisfecho.
Kyoto, con 1.475.000 habitantes, es la séptima ciudad más poblada de Japón. Fue capital del imperio japonés desde el 794 hasta el 1868, de ahí que aun cuente con una gran importancia para el país, pues gran parte del patrimonio cultural permanece en esta ciudad. Ayudó también que fuera la única gran ciudad japonesa que no fuera bombardeada durante la segunda guerra mundial. Por ello, edificios construidos durante el siglo XIX siguen en pie por el centro de Kyoto, manteniendo su carácter tradicional.

Aportados estos datos, continuamos la marcha. Salimos del restaurante y continuamos en línea recta por la avenida, en dirección al este, para ver el Templo Higashi Hongan-ji (en esta ciudad prácticamente podías perderte y ver templos a cada vuelta de esquina).

Puertas del Hongan-ji.
El Hongan-ji.

Entering the Hongan-ji.
La historia de este templo (como la de todo Japón), es emocionante y llena de batallas por controlar el dominio de su poder. Kakunyo, primer monje jefe del Hongan-ji, estableció aquí su secta budista dedicada a las alabanzas de Buda Amida. En el siglo XV, este templo obtuvo gran importancia de manos de Rennyo, el octavo monje jefe. El templo fue atacado por otros monjes guerreros, la secta Tendaishu, debido a la gran crecida.

Rennyo tuvo que huir y fundó la secta Ikko-Ikki y junto con campesinos, se hicieron con el gobierno de Yoshiaki, siendo así el primer gobierno de plebeyos. Oda Nobunaga, daimyo del periodo Sengoku (o lo que es lo mismo, señor durante el periodo de guerras civiles japonesas), trató de asediar a los de Ikko-Ikki, hasta que finalmente Tokugawa Ieyasu, primer shogún (o gobernante), dividió el templo en dos, el Nishi Hongan-ji (a seis calles atrás y algo más pequeño) y el Higashi Hongan-ji...

Amidado y Goei-do del templo Hongan-ji.
Campana del Hongan-ji (para llamar a orar)



Otra vista de la campana del templo.
El Goei-do es el pabellón principal. Es al que entramos para visitarlo (entrada libre). Como en todos los templos, tuvimos que descalzarnos. En la entrada había bolsas para poder poner el calzado dentro de ellas y así no ensuciar nada (la verdad es que lo tienen todo impoluto).


Entrada del Amidado.

Vista de la puerta de entrada al Hongan-ji.

Puerta principal de entrada al recinto de Hongan-ji.

Pabellón Goei-do del Hongan-ji.

Interior del Goei-do del Hongan-ji.

Interior del Goei-do del Hongan-ji (2).
Los tres salimos del pabellón principal, el Goei-do, para volver a refrescarnos en la fuente... ¿Quiénes tres? Es que Mumin vino con nosotros, claro:

Así viajaba Mumin con nosotros. En la foto, dando de beber a Mumin.
Queríamos llegar al Ginkaku-ji (pabellón plateado) andando desde el Hongan-ji. La travesía iba a ser larga, calurosa y llena de impresionantes lugares por el camino.

Recorrido de más de 6 Km. a pie hasta el Ginkaku-ji.
Detrás dejaríamos la parte moderna de la ciudad, con la torre de observación y comunicaciones de Kyoto, construida en 1964, con un observatorio en la parte de arriba, y la estación de trenes:

Zona moderna de Kyoto.
Seguiríamos por callejuelas hasta el río Kamo. Antes de llegar al río pasamos por los jardines Shosei-en, no hicimos parada porque llevábamos el tiempo justo, pero aquellos quienes quieran ver unos preciosos jardines japoneses y dispongan de algo de más tiempo son muy recomendables.

Callejuela de Kyoto (se pueden ver los postes del cableado eléctrico que es exterior).
Cruzamos el río Kamo:

¡Kyoto es muy chulo! ¡Me lo estoy pasando muy bien!
Continuamos un poco hacia el norte siguiendo la rivera del Kamo, pero al rato decidimos no seguir tan rectamente el camino y callejear un poco más por el interior del barrio de Gion, el barrio más famoso de Kyoto, que conserva casas y estructuras del siglo XIX.

Una calle de Gion.
Otra calle de Gion.
El barrio de Gion es uno de los más tradicionales, en ocasiones puedes llegar a ver alguna geisha o alguna maiko paseando o acompañando a otra gente.
Las geishas son mujeres expertas en artes tradicionales japonesas contratadas (a precios elevados) para amenizar fiestas, reuniones o banquetes. Suelen tocar armónicamente instrumentos musicales, dominan el arte de la caligrafía japonesa, la narración, la danza, componen poesía, han sido instruidas en la ceremonia del té... Y las edades en las que se empiezan a formar pueden ser entre los quince años o incluso antes.

Las maikos son aprendices de geisha. Curiosamente nos ha llegado más la estética de las maiko al mundo occidental que la de la propia geisha, pero solemos no distinguirlas.
Las mayores distinciones entre ellas se da en la ornamentación, los bordados y el color del kimono. Mientras que las maikos llevan kimonos más coloridos y llamativos, con diversos bordados, las geishas visten kimonos más lisos, menos coloridos y el cuello de la parte interior no lleva ningún bordado, siendo de color blanco liso.

Los obis o cinturones  también son un distintivo, mientras las geishas lo llevan recogido en la espalda, por la zona lumbar, a las maikos les cubre desde la espalda a casi los tobillos. Los peinados, también distintos, mientras que las geishas usan pelucas de pelo natural, las maikos llevan tocados y recogidos con montones de adornos. Existen otros rasgos distintivos, pero por ir finalizando, acabaré con el detalle del calzado, más elevado en las maikos.

Maiko (izquierda) geisha (derecha). Foto de japonismo.com
Y... por si no habíais diferenciado entre fotógrafos... esta es una foto de Cris:

Gion.
Y esta es mía:

Casa con jardín y altillo.
Qué arte... 
Por cierto, la ciudad de Kyoto se conserva tan bien y tiene tantos edificios históricos ya que fue de las pocas ciudades japonesas que no sufrieron bombardeos durante la segunda guerra mundial.

Sin salir del barrio aun, nos topamos con un templo budista zen, uno de los cinco templos budistas más importantes. Decidimos echar un vistazo. Se trataba del templo Kennin-ji.

Hodo, sala de lectura.
El templo se extendía por un pequeño parque. El lugar era muy agradable y, como se aprecia en la foto, encontrábamos algo de sombra en la que refugiarnos un poco del calor.

Interior del Hodo.
Diversidad floral en el templo.
Antes de volver a salir del recinto intentamos salir por un lateral. No se podía, pero vimos accesos abiertos a unas especies de patios interiores del templo, que daban a pequeños jardines zen de arena y piedras. Parecía que nos estábamos colando, y así era, vimos a unos operarios hacer una equis con las manos en señal de que estaba prohibido el paso, ya que estaban restaurando esa zona. Al menos pudimos ver un poco de los jardines zen antes de salir del todo del templo Kennin-ji.

Jardín zen de Kennin-ji. Imagen de cowardlion, depositphotos.com.
Sobre todo, si os sentís llamados por esa tierra blanca y tan bien rastrillada y sentís la necesidad imperiosa de pisarla. ¡Nunca! Es parte del recinto sagrado y rastrillarla forma parte de un ritual de pureza y paz interior. Fastidiaríais el "ki" (energías de la naturaleza) del lugar. Es un jardín para la contemplación. El nombre en japonés de estos jardines es Karesansui.

Continuamos hacia el norte de Gion. Eran sobre las 16 horas y por la tarde el barrio central parece descansar.

Gion en reposo.
Una calle más ancha del norte de Gion.
Siguiendo la carretera de la derecha, se puede ver ya el Santuario Yasaka, un complejo de edificios sagrados en el monte de unos 1300 años de antigüedad.

Mumin en la entrada principal al santuario Yasaka.
A la izquierda quedaba el santuario Yasaka.

Santuario Yasaka.
A la derecha, la puerta sur del templo. Nosotros entramos por la oeste.

Puesta sur del santuario Yasaka.
Entre la puerta sur y el santuario se encontraba un escenario donde se practican bailes religiosos en los matsuris o festivales religiosos.

Placita frente al escenario y la puerta sur.
Escenario en el centro del recinto.
En la zona este, hacia donde nos dirigíamos, podíamos ver pequeños santuarios sin salir del mismo recinto del santuario de Yasaka.

¡Magnífico! ¡Santuarios dentro del recinto de otro santuario!
Mumin observando los santuarios del este de Yasaka.
Siguiendo al este, un camino nos llevaba de nuevo al norte. Allí, a la derecha, quedaba el Chion-in, un templo budista cuya espectacular puerta (Sanmon) es la mayor de todo el país. Lamentablemente ya habían cerrado el templo, se nos hacía tarde, pasaba bastante tiempo de las cinco y debíamos llegar al Ginkaku-ji (pabellón de plata).

Puerta del Chion-in, la más grande del país.
Seguimos subiendo algunas calles hasta llegar al cruce de carreteras entre la Niomon Dori y la Shirakawa Dori. Desde allí, por el puente, pudimos hacer unas fotografías a la fuente de Okazaki. Es una fuente que se sitúa al final de un parque verde que cruza por debajo del puente y que parece ser una antigua vía de tren, o algo por el estilo. Por el lateral derecho, en ocasiones, una potente corriente de agua va a parar a la parte de canal que se encuentra al final.

Parque con la fuente de Okazaki al final.
Siguiendo carreteras y calles hacia el noroeste, encontramos parte del camino del filósofo (la mayor parte de él lo haríamos a la vuelta... oscureciendo). El camino del filósofo es un precioso paseo al lado de un canal construido en la era Meiji (hacia el 1870 y principios del siglo XX) que pertenecía a una red de canales para alimentar una planta hidroeléctrica de la ciudad. Toma el nombre de camino del filósofo porque Nishida Kitaro, profesor de la universidad de Kyoto a principios del siglo XX, solía dar paseos para meditar por este camino mientras iba y venía de la universidad.


Camino del filósofo.
Como todo Japón durante las diferentes estaciones, el camino del filósofo también adquiere distintos y preciosos matices durante el cambio estacional. En primavera deja una preciosa estampa por donde pasear entre cerezos en flor, en verano el canal sirve para dar un poco de frescor a la calurosa zona, en otoño se puede ver el cambio de cromatismo en las hojas de los árboles, dando unos colores rojizos, anaranjados, amarillos y marrones y en invierno se puede ver nevado.
Camino del filósofo mientras había luz.
Al final del paseo, la calle que ascendía conducía a la entrada principal del Ginaku-ji o pabellón plateado, pero... claro... estaba cerrado, eran ya las seis de la tarde.

Calle hacia la entrada del Ginkaku-ji. (Observad la máquina expendedora a la derecha).
Sobre la foto anterior... bueno, aparentemente quizá no diga nada (y se nota que la he tomado yo), pero, a la práctica me ha sido muy útil para saber situarme en la zona en la que estábamos en ese momento y encontrar el punto fotografiado en google maps. Así, de paso, puedo ordenar mejor las fotografías, sabiendo por dónde pasamos y comparando los paisajes, etc.

¿Por qué he remarcado el detalle de la máquina expendedora? Bueno, la marca que aparece en el lateral "Boss Coffee" es la de un famoso café en lata vendido en Japón y por montones de máquinas expendedoras como la de la fotografía puede encontrarse. Para la imagen del logo, los japoneses usaron una imagen del escritor estadounidense William Faulkner y, ciertamente, queda "like a boss". La marca pertenece a la empresa Suntory, una de las más grandes empresas de bebidas alcohólicas, como cervezas, vinos y whisky japonés, así como bebidas energéticas, café enlatado...

Suntory, además, ha hecho grandes aportaciones económicas a empresas de biotecnología para el desarrollo de la primera rosa azul natural mediante ingeniería genética, símbolo japonés de la búsqueda de lo imposible.

Boss Coffee tiene sus propias camisetas (me quedé sin una de ellas, pero no descarto pedirla por internet y que Amazon me la acerque...)

Faulkner, sin saber que años después de su muerte, su rostro sería marca de café japonés.
Bien, cerrando el paréntesis, como no pudimos entrar al Ginkaku-ji (lamento haber creado expectativas para finalmente deciros que no llegamos a entrar), decidimos rodear el recinto a ver si podíamos ver algo, aunque fuera una pequeña parte del pabellón plateado. Después de todo lo que habíamos caminado... Así que nos dirigimos a la izquierda, y al final del camino, subimos un poco... pero...

MOMENTAZO "KOKORODE"

Explico esto. En la calle que subimos un poco para ver si podíamos ver algo del pabellón, había unos conos que sujetaban unos palos bajos y estos, a su vez, estaban atados por una cuerda baja. Bien, enfrente de eso quedaba una verja por la que se podía ver algo (desde luego nada del pabellón plateado). Cris se acercó, pasó un pie por encima de la cinta y sin tiempo a tomar más que quizá una fotografía empezó a sonar una sirena. Dio un salto atrás y nos quedamos mirando... ¿Esa sirena ha sido por poner un pie detrás de esa cuerda? ¿Cómo nos han visto? ¿Cómo nos han detectado?

No había señal ninguna, para los japoneses les basta poner una cuerda para saber que más allá de ella está prohibidísimo traspasar ni con uno de tus cabellos. Pero nosotros, españoles incautos, ignorábamos el peligro que corríamos al tentar la paciencia nipona.

La sirena se detuvo. Era una advertencia. Muy bien, no volveríamos a cruzar esa cuerda. Subimos un poquito más, hasta donde no había cuerda, había otras rejas, me acerqué, intenté no ser detectado por ningún sensor infrarrojo. Alargué los brazos únicamente tratando de sacar una foto del interior... ¡La hice! Pero sonó por megafonía un mensaje en japonés, incomprensible para los incautos españoles... Lo primero y único que logramos entender fue un sonoro "Kokorode!" y el mensaje seguía, en tono amenazante, y no sabíamos si nos decían "por favor, retírense del perímetro de seguridad del recinto, muchas gracias" o "incautos extranjeros, como no os larguéis de aquí vais a probar el acero de mi katana masamune sin que te dé tiempo a hacerte el harakiri, banzai!".

Ese Kokorode se nos grabó en la memoria de por vida... pero la cosa no acaba aquí. Después de habernos alejado 10 metros de la puerta... o así... la puerta se abrió, y apareció un japonés... el japonés más cabreado que he visto en mi vida. Se acercó iracundo a nosotros, y dirigiendo su mirada killer a mí, nos gritó "Closed", puso los brazos en aspas delante de su cuerpo, marcando un prohibido como un molino del quijote, y señalando lanzando todo el brazo hacia delante, indicando la bajada de la calle, dijo "go out" y poco más entendimos.

Tras la amabilidad del japonés al que parecían haberle despertado de una siesta con heavy metal, decidimos bajar la calle, pero ir a la derecha en vez de volver, porque vimos la entrada a lo que parecía un santuario sintoísta. ¡Ah! Bueno, antes de seguir, cuelgo una de las pocas fotos tomadas del lugar:

Ginkaku-ji, desde el lugar del Kokorode.
Ahora sí, bajando a la derecha, encontramos otro santuario, subiendo por la montañita. Uno de mis preferidos debo decir. No lo esperábamos y, para que el paseo mereciera la pena, nos apareció esta pequeña perla:

Entrada al santuario Hachi.
Hachi en japonés es ocho. Debe ser el octavo santuario de alguna divinidad. Lo que sí es seguro es que es precioso, no demasiado grande, envuelto por la naturaleza y la tranquilidad y es un lugar perfecto donde descansar, meditar o tomar fotos.

Ascendiendo por el santuario.
Fue una suerte haber llegado en el momento en el que las luces se encendían. La escena era mucho más mística y hermosa anocheciendo. Además, contamos con la suerte de que este precioso lugar no viene reflejado en muchos lugares como interés turístico, por lo que nos ahorramos multitudes... más bien, estuvimos solos.

Zona central del santuario Hachi.
Misma zona, desde el otro lado. 
Edificio final del santuario.
Detalle de los farolillos.
Y al volver, antes de volver al camino del filósofo, buscamos más templos por la montaña a medida que nos dirigíamos de nuevo al suroeste. El camino estaba lleno de vegetación, incluido un bosque de bambú.


Camino de vuelta.

Bosque de bambú a lo alto.

Bosque de bambú apaisado.
Pero por la hora que era estaban todos los templos cerrados... Paseando al pie del monte, nos encontramos un cementerio:

Cementerio japonés en Kyoto.
Sí, no es el mayor atractivo del país, pero no deja de ser otra parte del mismo.
Ya en el camino del filósofo, aprovechando lo que quedaba de luz... tratamos de sacar las últimas fotos con luz natural.

Alegría en el camino del filósofo.
Últimas luces del camino...
VIstas de Kyoto desde el camino.
Y se nos hizo de noche por el camino...
Camino del filósofo... tendréis que creerme.
Pensamos que el barrio de Gion podría ser una buena zona en la que cenar, ya que nos faltó por ver la mayor parte del barrio histórico, nos pillaba de paso de vuelta a casa y llegaríamos a la hora de cenar japonesa.

Ya en el barrio de Gion:

Gion at night.
Estuvimos buscando un buen lugar en el que cenar, que no fuera excesivamente caro, y en que poder comer sushi. Nos apeteció sushi para aquella noche, auténtico, genuino y 100% japonés. Pero Gion es caro en comparación del resto. Sí, ofrecían carne de Wagyu, pero tenías que pagar 10.000 yenes por plato (unos 80 euros aproximadamente). Y sí, el Wagyu lo vale, pero ya estábamos disfrutando del país sin necesidad de irnos al lujo. Con sushi del de verdad nos bastaba y sobraba.

Algunos de vosotros os preguntaréis ¿Wagyu? ¿Qué es eso? Bien... quizá os suene más la "ternera" o buey de Kobe, pues aquí viene la explicación: el Wagyu es una especie de buey de cuya carne se elabora la ternera o buey de Kobe. Sí, la famosa carne de Kobe es de Wagyu, ni ternera ni buey (bueno, buey más o menos). ¡Pero! No toda carne de Wagyu es de Kobe. Es decir, Kobe es la denominación de origen de la carne de Wagyu, pero no toda la carne de Wagyu tiene denominación de origen. La más preciada es la de Kobe, de ahí su fama internacional.

Y no... no la catamos... pero bueno... hay que guardar la ilusión... ¡Qué tenemos que volver sí o sí! Pero eso ya queda un futuro no muy cercano.

El caso es que seguíamos por Gion:

Gion de noche.
Pero no encontrábamos lugar en el que cenar sushi. Sí vimos una casa de té (casa o local que suele estar frecuentado por geishas, pero que suelen ser algo más caros).

Casa del té en Gion.
Zona de restaurantes y casas de té en Gion.
Como no encontrábamos nada que nos acabara de convencer aquella noche, echamos mano de tripadvisor para encontrar algún restaurante recomendado por los viajeros. Aparecía uno no muy lejos del barrio de Gion muy muy muy recomendado, un Kaiten Sushi o bufé giratorio de sushi (en Barcelona pueden encontrarse varios). Fuimos y se encontraba en la zona moderna de Kyoto siguiendo la ribera del río Kamo. Esa zona... podía pertenecer a cualquier ciudad moderna europea:

Zona moderna de la ribera del Kamo, podría ser cualquier ciudad.
La zona no era muy... digamos que no conjugaba con el resto de la ciudad. Igualmente fuimos a ver qué tal era el lugar tan recomendado. Y... no pudimos comprobarlo. La cola de turistas y turistas llegaba por fuera del local, y para acceder al restaurante se tenían que bajar unas escaleras... abarrotadas de gente. Había como una hora y media de espera... para sentarte y servirte lo que pasara por la cinta, si nadie se lo comía antes... ¿Recomendaría yo eso? Ni de broma. A turistas, cualquier cosa... pero no a viajeros.

Cerca de allí, volviendo por el puente desde el que tomamos la foto anterior, habíamos visto un restaurante pequeño, 100% japonés y que no aparecía en ninguna recomendación turística. Tenía este aspecto:

Kamogawa, frecuentado por Yamaguchi.
Vimos que elaboraban sushi, que era autóctono, y que tenía pinta de japonés 100%. Elegimos parar allí y probar a ver qué tal.

¡RESTAURANTE KAMOGAWA, MOMENTAZO YAMAGUCHI!

Y os preguntaréis... ¿A qué tanto anuncio? Bueno, aquí viene la explicación.

Entramos en el restaurante Kamogawa. Un restaurante de unos 8 metros cuadrados, una barra y cinco taburetes, una nevera y una cocina detrás de lo que se podía ver, con almacén. Televisión en la esquina derecha... una pasada de pureza japonesa. Uno piensa en un restaurante autóctono de sushi y ve Kamogawa.

Kamogawa, interior.

En la barra, al entrar, montones de platos sin retirar de las personas que antes que nosotros habían estado cenando. Entramos poco a poco y preguntamos al propietario -¿está abierto?- ¡Claro! Pasad, -respondía el propietario Yamaguchi,

Interior del Kamogawa con Yamaguchi a la izquierda.

Para beber, superando el calor y los a punto de ser 37.000 pasos de aquel día (ese día fue el que más caminamos), pedimos dos cervezas. Para comer, sushi. Yamaguchi fue por los ingredientes por la puerta que daba al interior, nos sirvió la bebida y se puso a elaborar el sushi delante de nosotros.

Yamaguchi preparando sushi.
Mientras lo preparaba íbamos hablando. Nos preguntó por nuestra procedencia (pensaba que éramos franceses...), y cuando le dijimos que veníamos se España, imposible era que no surgiera Iniesta en el tema de conversación (ese mismo año había fichado por el Vissel Kobe, para orgullo y admiración de los japoneses). Pero también surgieron otros temas, como la familia de Yamaguchi. Nos contó que tenía un hijo y una hija. El hijo trabajaba en Tokyo para Fujitsu, o Mitsubishi... vaya, una empresa japonesa que también fabrica aires acondicionados.

Sushi preparado por Yamaguchi.
El sushi eran cinco piezas riquísimas de atún, salmón, algo parecido a merluza... o bacaladilla... bueno, un pescado blanco, una especie de bacalao flambeado (flambeó el bacalao con un soplete) y otra clase de pescado o marisco crujiente. Una auténtica delicia. Pudimos afirmar sin miedo a equivocarnos que era el mejor sushi que hubimos probado nunca. Tratado con mimo, y los ingredientes se notaban más que frescos.

Yamaguchi y su creación. ¡Gracias!
Continuamos hablando con él mientras comíamos. Era de lo más gracioso, amable y simpático. Lo que aquí se entendería por un "cachondo" pero a la japonesa. Nos habló de su mujer, que alimentaba tanto a su perro que decía que podía hacer jamón con él. Cuando hablamos de la capacidad de los japoneses para levantarse de las catástrofes naturales que sufría el país, Yamaguchi sonriendo decía "sí, ¡terremoto! agárrate a un poste. ¡No, tsunami! A correr montaña arriba. ¡Volcán! A bajar", todo ello con humor. Sin duda, es diga de admirar la voluntad y el espíritu de superación del pueblo japonés.

"Mañana va a ser un día muy caluroso, bebed agua, no bebáis cerveza, os tenéis que hidratar bien" nos aconsejaba el bueno de nuestro nuevo amigo japonés.

Pero no os penséis que él hablaba español o nosotros japonés, nada... íbamos mezclando entre lo poco que sabía Yamaguchi de inglés, lo poco que podíamos entender de su mímica japonesa y poco más.

En poco nos hicimos buenos amigos, hasta le puse un vídeo de Camarón de la Isla.

Foto con nuestro amigo Yamaguchi.
Esperamos que siga teniendo su restaurante por mucho tiempo y que mantenga su buen humor. Y a los que vayáis a Kyoto, dejaos de tripadvisors y consejos de turistas... ¡Id a visitar a Yamaguchi en su restaurante Kamogawa! Os va a preparar el mejor sushi que jamás hayáis probado, con buen humor y encantado de serviros.

Por cierto, a las diez en punto llamó por teléfono su mujer (el teléfono aparece en la primera fotografía del interior del restaurante, al lado derecho de la puerta de acceso al almacén). Quería saber cuanto le faltaba para llegar a casa. 

Salimos de aquel pintoresco lugar y volvimos al hotel. Por el camino, saqué una foto a las máquinas expendedoras de bebida que se encontraban en la calle

Máquinas de venta de bebida por todos lados.
Antes de llegar al hotel, algo antes de cruzar el puente que cruza las vías por la zona este de la estación principal, vimos un puesto de paradas de comidas y bebidas que nos hizo gracia, lo fotografié. No parecía que fuera a durar para siempre, pero si se encuentra allí siempre, tiene buena pinta para comer un helado, tomar una copa o cenar algo con música y buen ambiente nocturno.

Paradas modernillas.
Cruzando la estación por el puente:

Estación de Kyoto de noche.
Y finalmente, de nuevo dirigiéndonos hacia el oeste, llegamos al hotel, después de más de 37.000 pasos, poco más de 26 kilómetros de distancia a pie. Reventados. Había sido un día lleno de emociones, de sorpresas y de muchas vivencias.

Mañana nos esperaba más Kyoto, intentaríamos no caminar tanto... especialmente alertados por el calor. Si el día relatado llegamos a los 35 grados con un 70% de humedad... el día siguiente sería aun más caluroso. ¡Pero nos esperaban muchas más cosas! Así que, siguiente día Kyoto 2, el pabellón dorado, el santuario de Fushimi-Inari, el castillo Nijo... ¡Os espero en el segundo día de Kyoto!