sábado, 5 de octubre de 2019

S.O.S. Planeta.

Tranquilo/a, no voy a escribir sobre cosas que ya sabes. No hablaré de los 8 millones de toneladas de plástico al año que acaban en el mar, ni de cómo eso está acabando con especies marinas, destruyendo ecosistemas y, si no te importa mucho otra vida animal que no sea la humana, tampoco hablaré de cómo está destrozando paisajes naturales, ensuciando playas en las que después nos bañamos e intoxicando especies marinas que luego van a parar a nuestros estómagos.

No hablaré de nada de eso, porque eso es algo que ya sabes. De lo que voy a hablar es cómo todo eso nos sigue dando igual, cómo la destrucción del planeta y el perjuicio de nuestra salud nos importa muy poco o nada.

Imagen de National Geographic.


Este verano, nadando en las playas de Barcelona, vi flotando muy cerca de la orilla una botella de plástico. Había varios nadadores cerca de la botella, y aun viéndola, nadie hacía nada al respecto. La miraban y después la sorteaban mirando hacia otro lado, como si la botella de plástico no estuviera ahí, o como si fuera algo normal tener que sortear el plástico en las costas del mediterráneo. Escuché incluso a alguien quejarse: -joder qué guarra es la gente...- sí... qué guarra... pero tú ves esa mier** y la dejas flotando.

Tuve que acercarme hasta donde flotaba, recogerla, sacarla del agua y llevarla al contenedor de reciclaje, con algo de vergüenza, encima, por que alguien llegara a pensar que esa basura era mía. Y es que así somos, el ver a alguien recogiendo la porquería que otro tira aun nos parecerá indigno. Pues creo yo que más indigno es ver que estamos haciendo de la tierra un vertedero que heredarán los que vienen detrás de nosotros y no hacemos nada al respecto.

En un par de ocasiones más, la misma actitud. Por la calle, bolsas de plástico vacías son arrastradas por el viento. La gente las mira, las sortea, y sigue su paso mirando a otro lado. Cuando yo veo esas bolsas arrastrándose por el suelo, lo primero que pienso es en cómo tiene que ser el desgraciado que se ha deshecho de ese plástico sin importarle un pimiento lo que ocurra, sabiendo lo perjudicial que es. Luego las recojo y las deposito en los contenedores de reciclaje. Y vuelvo a pensar "deben pensar que esa bolsa es mía y que no he tenido el suficiente cuidado, así que la he tenido que recoger del suelo", y esto es porque estamos haciendo normal que si alguien recoge algo del suelo no es porque quiere una ciudad o un mar más limpio, sino porque se le ha caído.

Imagen de National Geographic.

El colmo ya ha sido escuchar críticas y desprecios a la gran labor de la activista de 16 años Greta Thunberg. Algunos afirmando que "un amigo me ha dicho que ha leído que sus discursos son plagios...", o cosas como "lo que tiene que decir se lo escriben los lobbies energéticos..." y todo ello así, sacado de la manga, como si les molestara que alguien luchara por un mundo mejor, como si les molestara que una chica de 16 años plante cara a la mismísima ONU o, quizá, estén avergonzados de que exista gente tan concienciada con el problema y que luche tanto, desde edades tan tempranas, cuando ellos lo máximo que han hecho por el medio ambiente ha sido compartir una imagen de una ballena vomitando plástico en facebook y tras el click se han sentido automáticamente comprometidos con el planeta.

Con todo esto no pido que todos nos volvamos ultraecologistas o que mandemos a la cámara de gas a aquellos quienes veamos lanzar porquería al suelo (ya que acabaríamos extinguiéndonos...), pero sí pido un poco más de sensibilización, que no cuesta nada y ya sabemos cómo debemos actuar para tratar de mejorar el lugar en el que vivimos.