martes, 17 de marzo de 2020

Coronavirus, ¿en qué punto estamos y a dónde nos dirigimos?

Llevamos algún mes cuya noticia más sonada y remarcable es la afección de este nuevo virus de escala mundial sobre la población humana.
Muchos éramos los escépticos quienes, datos en mano y comparándolo con la peligrosidad de otros virus más letales como la gripe, ébola, fiebre amarilla... pensábamos que se estaba exagerando no solo con las medidas que se estaban tomando sino también con la alarma social que estaba generando.

¿Cómo podía ser que un virus que ha aparecido hace dos meses y medio y que ha causado solo la mitad de muertes en todo el mundo que la gripe en España al año dé tanto de que hablar?
La respuesta podría ser tan simple como rápida: 1, afecta al primer mundo y 2, su propagación es alarmantemente rápida.

A estos efectos, de haber seguido una vida normal, sin restricciones, probablemente ahora mismo estaríamos hablando de un contagio del 1% de la población mundial, o lo que es lo mismo, 72 millones de infectados, alcanzando el millón ochocientos mil defunciones por la enfermedad derivada del virus. Teniendo en cuenta que los expertos aseguran que el contagio podría alcanzar al 60% de la población, el número de muertos podría alcanzar la cifra de cien millones, algo totalmente inaceptable e impermisible.

Otro factor que hacen que esta enfermedad sea tan temida como alarmante es que hasta la fecha no existe ninguna vacuna ni método para restringirla. Por lo tanto, es de rápida propagación y es letal para aquellas personas inmunodeprimidas, con dolencias respiratorias o de avanzada edad.

Entonces ¿actuamos a tiempo o se nos escapó de las manos?
Viendo la evolución de la enfermedad y cómo se ha actuado en diferentes países, podría ser que hubiéramos actuado a tiempo. En China (un país con más de mil millones de habitantes concentrados, su mayoría, en grandes conurbaciones), los casos empiezan a remitir y la curva evolutiva de la enfermedad se revierte. Esto mismo parece estar ocurriendo en Corea del Sur.

No obstante, sabemos que en países como China los ciudadanos no gozan de los derechos y libertades que gozan los ciudadanos europeos, por lo que las medidas de contención son mucho más severas, llegando a controlar a la población mediante monitorización, vía satélite, conexiones a internet, intervención de teléfonos móviles y otros métodos que violarían muchas de las leyes de protección de datos, entre otras, que los occidentales tenemos para protección de nuestra intimidad.

Posiblemente pudimos actuar antes, no menospreciando la rapidez con la que se propaga ese virus y los efectos tan letales que produce en la población de riesgo. Seguramente la propagación habría sido más lenta y menos extensa. Pero ¿estaríamos hablando de un escenario distinto? Con casi toda certeza, no. Las medidas que se hubieran tenido que tomar habrían sido tan similares como las actuales (y aun tendrán que endurecerse más si realmente queremos acabar con la infección).

Es difícil valorar si se actuó rápido o no, teniendo en cuenta el impacto económico a escala mundial que supone el parón productivo por parte de tantos países y la pérdida que supondrá, bancos incluidos, la recesión, tanto de índices bursátiles como económica, productiva y de valores. Pero cuando se trata de salvar vidas, por pocas que fueran, deberíamos sobreponernos a los números, ya que la vida de una persona no debería poderse valorar según pérdidas de dinero.

Por otro lado, vemos que los números cambian mucho, de un día para otro, de una región a otra y que resulta extraño ver que la mitad de nuestros políticos de primera línea están infectados pero nosotros no conocemos a nadie cercano con la enfermedad. Esto podría deberse a una infradiagnosticación debida a la falta de recursos. Claro, los primeros en poder ser diagnosticados son los dirigentes del país, luego, ya si eso, la población, por eso aparecen tantos políticos con coronavirus, pero apenas conocemos ni familiares con las dolencias.

Por esa razón, también, vemos que el porcentaje de defunciones asciende en comparación con los enfermos. Esto se debe a que hay muchos más enfermos de los que se contabilizan, ya que muchos de nosotros, confinados, y alentados por los avisos de las autoridades sanitarias, ni nos acercamos a los hospitales saturados de gente para ser diagnosticados. Tengamos lo que tengamos, gripe, coronavirus, resfriado común, Munchausen o hipocondría, nos quedamos en casa para no propagar, ya que no somos personas de salud comprometida, y lo pasamos como siempre lo hemos pasado, con caldos calientes, cama y toallas húmedas.

Todo ello hace pensar que el número de contagios es realmente muy superior al número que aparece. Nos hace pensar que posiblemente se haya actuado tarde. Nos hace pensar que aunque se están tratando de tomar las medidas adecuadas, en un mundo tan globalizado y ultraconectado, con hasta 200.000 vuelos en 1 día... cualquier virus puede llegar a cualquier parte del mundo en cuestión de horas o días, por lo que, parece ser, la única solución contra el CoVid-19 va a ser que se encuentre una vacuna pronto, que las farmacéuticas se hagan con ella y se forren vendiéndonosla y se reactive la economía, inyectando una gran dosis de inversión de fondos en investigación y mirando hacia el futuro... que ya lo tenemos aquí, la ingeniería genética.

Coronavirus, imagen de CNNEspanol.cnn.com