martes, 4 de agosto de 2015

Ficciones (14): Tarot, capítulo final.



EL MUNDO


El Mundo, carta de Noelia.

Pero si la felicidad la podía obtener de aquello más cálido y cercano... ¿para qué iba a centrarme en lo frío, distante y doloroso?
La felicidad no se trataba de eso, y debía encontrar la mía propia.
Empecé a centrarme en mí y mi entorno, a hacerlo más acogedor y un lugar en suma en el que encajara más.

Mi trabajo empezaba a cundir. Funcionaba, y es que me estaba no sólo centrando en mí, sino que podía absorber todo aquello positivo que me envolvía.
La seguridad de Víctor, el orden y dulzura de Angie, las sonrisas sinceras de Mar, la música con la que de vez en cuando nos obsequiaba Pedro, las anécdotas de Sandri, el temple de Jesús o la calidez de Felipe, severo pero cálido. Ese hombre te hacía sentir parte de algo grande y eso era muy agradable.

Había decidido romper con el dolor del pasado y centrarme en lo hermoso, y a lo tonto fui descubriendo más cosas sobre mis compañeros:
A Sandri le gustaba más la montaña que la playa, le tenía miedo a los perros y serpientes y casi a cualquier animal salvaje y le apasionaba leer, así como imaginar a los autores de las novelas e historias que leía mediante sus lecturas.
Jesús coleccionaba postales de sus amigos de todo el mundo, así como tenía varios álbumes de fotos con amistades de viajes por todo el globo. Me sorprendió que una persona tan relajada hubiera visto tanto territorio. Lugares que incluso desconocía que existieran.
Una de las cosas por las que acabó de convencerle a Angie el trabajo en Barcelona fue el mar, le gustan los contrastes, así como la nieve en invierno y el mar en verano... a decir verdad, le gusta el mar en cualquier época del año.
Pedro conoce mucha historia y puede hablarte de cualquier época como si él mismo la hubiera vivido.
A Víctor lo conozco más de lo que quisiera, la verdad.
Y Mar tiene un humor alegre cuando empiezas a conocerla. No es tan gruñona como parece.

Estoy contenta de estar aquí, con esta gente. Hacemos un muy buen equipo.

EL MAGO


El mago, carta de Jesús.

Quizá lo bueno que he tenido es que no me he obsesionado con aquello que no he podido alcanzar. No sé si es una virtud o es todo lo contrario, pero me ha ayudado a no estancarme y quedarme sufriendo por aquello que no he sido capaz de conseguir.

Por ejemplo, no aspiro a obtener un cargo alto en ningún lugar, simplemente me quedo en aquel lugar en el que me siento cómodo. Si algo está bien ¿para qué cambiarlo?
Me encuentro bien y eso es lo importante.

Además... ya he visto que no tengo nada que hacer con Mar, por lo que he desistido en mi empeño por conquistarla.
Ahora siento curiosidad por Noe. Debe ser una chica de trato agradable y fácil, todo lo contrario que Mar, que no es que me resulte desagradable, sino que tratar con ella se me hace difícil y algo duro. Parece tan segura y guía tan bien todas las conversaciones que hasta parece que te somete a silencios cuando le place.

LA SACERDOTISA


La Sacerdotisa, carta de Angie.

No voy a extenderme demasiado en este suceso, pero sí que lo voy a mencionar porque atenta directamente contra lo que considero una relación sana.
Hoy me levanté antes que Víctor, que seguía en la cama durmiendo a pierna suelta. Me sorprendió que no se levantara antes, estando en su casa, y siendo el jefe del grupo editorial. Pero eso habría quedado en un segundo plano si no hubiera sido por la discusión que tuvimos porque me pidió, además, que hiciera el desayuno, cosa que habría hecho de buen gusto si me lo hubiera pedido de otra forma.

- Ya que te levantas hazme un café y déjame un par de tostadas preparadas. Hoy me pasaré por la editorial una horita más tarde.-
- Jajaja.- al principio me lo tomé como una broma.- Anda, levanta y desayunemos juntos, que llegaremos tarde.-
- ¿No me has oido? Me voy a quedar aquí una hora más.-
- ¿Y me pides que te haga el desayuno?-
- No, sólo que prepares café y tostadas.-
- ¡Ah! Vaya, pensé que también estabas ejerciendo de jefe en la relación.-
- ¿Relación? No corras tanto, sólo nos hemos acostado un par de veces para llamarlo relación.-
- ¿Pero qué dices, imbécil?-
- Bueno, ¿y ahora me insultas? Así desde luego no vamos bien.-
- No, desde luego que no. Me voy, prepárate tú mismo el café y las tostadas, que aun podrás tomártelo calentito.-

Y me fui de allí. Aquello me pareció denigrante, degradante, putrefacto y ridículo. Si me trataba así habiéndonos visto en tan pocas ocasiones... ¿Cómo iba a ser el día a día? ¡Ni de broma quiero algo así!

Por suerte puede evadirme de aquello leyendo la historia que Sandri me pasó. Al final resultó ser de Pedro... y ese chico... escribe realmente bien.

EL ERMITAÑO


El Ermitaño, carta de Mar.

Va siendo hora de hacer valer mi experiencia y mis aptitudes, creo que es el momento de abandonar esta editorial e irme a otra en la que pueda desempeñar un papel más importante, acorde con mis aspiraciones.

Voy a echar mucho de menos a toda esta gente, aunque no pienso cortar el contacto con muchos de ellos, por ejemplo, Sandri, Angie o Jesús. Son muy buena gente, los aprecio mucho y aparte de ser compañeros de trabajo son grandes amigos con los que puedo contar para lo que sea.

Les estoy muy agradecida a todos ellos y ahora lamento haberme puesto tan nerviosa y algo celosa de Angie, no merecía mi ira en absoluto. Desde luego que merece el cargo que tiene, es muy capaz y seguro que lo hará de maravilla, pero soy incapaz de quedarme en el mismo sitio durante tanto tiempo, necesito progresar y siento que aquí, en esta editorial, no puedo progresar más.

LOS ENAMORADOS


Los Enamorados, carta de Sandri.

Desde que sé que Pedro escribió la maravilla de Resquicios Resplandecientes no me lo puedo quitar de la cabeza...
Es muy atento, educado, amable, dulce, romántico... es... como un caballero del siglo XV. Es fácil imaginárselo a caballo, recogiendo una rosa mientras se pincha con sus espinas y no le importa, porque sufrir para contentar a su amada forma parte de su empresa.

Qué pelo tiene... cómo le brilla cuando le da el sol directamente por la ventana... y qué tonta me siento observándolo como si fuera una adolescente cuyo mundo ha dejado de tener importancia pues el mundo de otro ha absorbido por completo el propio, haciendo de el suyo el mío.
Y la mente se me llena de imágenes idílicas, bucólicas... y de poemas, escritos, por él, como si se tratara del mismo Garcilaso de la Vega.

Pero me odio por no ser capaz de avanzar en este tema y quedar en un segundo plano, pues Angie es mi amiga y sé que Pedro le gusta casi tanto como a mí... después de haber roto con Víctor (pocos sabemos que ha estado con él) es posible que... que... quede tan impregnada del poder atractivo de Pedro como yo. O quizá no...

No debería ser tan dubitativa y debería lanzarme. Seguro que Angie se alegraría tanto de mi relación con Pedro como yo pudiera alegrarme si fuera ella quien acabara con él.
Y mientras... mientras... pasa el tiempo, yo hago mi trabajo... y Pedro ocupa mi mente. Y trato de no engañarme. Veo cómo le sonríe a Angie, veo como le brillan los ojos al mirarla y cómo su respiración se torna más acelerada y acaba en una gran exhalación cuando se aleja. Suspira, suspiro...

EL LOCO


El Loco, carta de Víctor.

¿Cómo es posible que esto me esté pasando a mí? ¿Cómo es posible encontrarme en esta situación? ¡Maldita sea!

Primero Ángie me manda a hacer puñetas... ¡Al único hombre de verdad que ha conocido en su vida! Debe de estar medio lela esa niñata. Cuando vea que hay pocos hombres ya en el mundo volverá suplicando que le dé mi fortaleza y mi dinero. Mientras, que se vaya al carajo.

Pero es que lo peor no es eso, lo peor es que me he visto obligado a dimitir. ¡Y todo por culpa del tuercemalvas de Butler!
Estaba dispuesto a acabar con él, fui decidido a hablar con Felipe sobre lo poco que me gusta tener a un parásito como el colgado ese de Pedro... y va y me dice:

- ¿Pedro? Creo que no sabes lo que dices...-
- Felipe, hablo en serio, Pedro no es nada productivo. ¿Cuantos textos ha corregido? ¿Cuantas traducciones ha entregado? ¿Qué ha hecho ese enclenque por la editorial?-
- ¿Quieres saberlo? Bien... escucha sólo un trozo de esto.- Felipe abrió un word con el manuscrito, o mejor dicho, mecanoscrito de Resquicios Resplandecientes y leyó un trozo:

Nunca había reparado en aquella casa de apariencia tan corriente, sin embargo, un día, de detrás del portal, cuya puerta se hallaba abierta, comenzó a sonar una agradable melodía, algo metálica, pero que el viento arrastraba como una caricia en el cuello, en la mejilla, y que acababa con un susurro al oído.
Me sentí irrefrenablemente atraído y no pude evitar, por mayor esfuerzo que aplicara a detenerlos, que mis pies caminaran en dirección a aquella maravilla de música.
Al principio me costó vislumbrar cualquier atisbo de objeto alguno en el interior de la casa, pues la luz procedente de detrás del edificio me dificultaba la visibilidad y no se me habían adaptado los ojos a la oscuridad aun, pero al cruzar el umbral y escuchar con mayor nitidez aquel armónico sonido pude entender que alguien tocaba el piano y que éste resonaba en una habitación. Por un momento la imaginé húmeda, oscura y diáfana, pero al asomar tímidamente la cabeza con miedo a ser descubierto pude contemplar mi error.
Era una habitación iluminada, con amplios ventanales que daban a un precioso patio interior, ajardinado, con coloridas flores sobre un imperante verde y cuyo aroma impregnaba toda la estancia.
Increíble, pensé por un momento. Aquella sonata parecía salir de una caja de música... y tampoco andaba mal encaminado, pues aquel instrumento bien podía considerarse una caja de música.
El enorme piano se situaba al lado opuesto a la puerta, encajonado en un rincón que servía de caja de resonancia... y sentado a él, una joven de cabellos castaños y tez pálida que parecía estar disfrutando tanto de la música que tocaba como yo que la escuchaba...

- Es sólo un ejemplo, Víctor, de una de las múltiples descripciones de resquicios que aparecen en situaciones que podrían considerarse cotidianas o que pasan desapercibidas a los sentidos del resto del mundo, pero que el autor recoge con suma delicadeza y nos las entrega como acontecimientos únicos mediante su narrador. Dime... ¿Qué opinas de esta narrativa?-
- Bueno... es atractiva sin duda. Por lo poco que me has leído me he quedado con ganas de saber más... y, sí, ciertamente me he imaginado al detalle la habitación, el jardín y el piano con la pianista... pero ¿qué diablos tiene que ver esto con Pedro?-
- Pues que Pedro es el autor de esta maravilla y tú quieres cargarte a nuestra gallina de los huevos de oro. Debes de estar loco o ciego para no haberte dado cuenta de la joya que tenemos.-
- En realidad eso podría haberlo escrito cualquiera de nosotros.-
- No lo dudo, pero no ha sido así.-
- Pero puede serlo. Pedro no es para tanto. En realidad no le necesitamos, la editorial funcionaría mejor sin él.-
- No, Víctor. Me equivoqué proponiéndote para el cargo. Alguien que ocupe tu puesto debió haber visto el talento de este chico, y a ti te ha pasado desapercibido. Lo siento pero te relego del cargo.-
- ¿Encima esto? Pues no, Felipe, lo siento yo pero dimito. Me voy de aquí. No voy a seguir en una editorial en la que no se me tiene en cuenta.-
- De acuerdo... si es tu decisión, se te respetará.-

¡Ja! Habrá montones de editoriales esperando a alguien como yo. Es cuestión de volver a hacer el currículum y arreando.

LA TORRE


La Torre, carta de Pedro

No he podido dejarle a Angie un regalo más apropiado que la dedicatoria de mi mayor creación, Resquicios Resplandecientes. En parte se lo debo a ella y a seres luminosos como ella.
Este mundo está lleno de maravillas, por desgracia no todas están al alcance de aquellos quienes creemos merecerlas, quizá por ser vanidosos, se nos vuelven en nuestra contra y conspiran para que no podamos gozarlas, únicamente vislumbrarlas en atisbos de genial locura...

Pero no creo que aquellos que sí las gozan tengan las cualidades necesarias para hacerlo. Quizá incluso al contrario, no las contemplan y miman como debieran, rebajando así su valor apreciativo, y pasando de ser un elemento de temple o contemplación pasa a ser un objeto devaluado y sin encanto alguno.

¡Eso no puede estar pasando con Angie! ¡No puede ser que un ser tan deplorable como Víctor esté robándole la maravilla a ese dulce ser perfecto! Pero no puedo cerrar lo ojos ante lo evidente. Angie no es para mí y Víctor disfruta de su voz, de su piel, de su pelo, de sus caricias y de sus acertadas palabras... Ya quisieran mis oídos ser obsequiados con tan grandes palabras. Pero no es así.

Creo que el mejor regalo que le he podido hacer es mi novela.

LA MUERTE


La Muerte, carta final.

Detrás de Víctor entró Angie a hablar con Felipe. En la editorial sólo estaban ellos tres, Sandri, en la sala de descanso y Pedro, sentado frente al ordenador.
Angie y Felipe estuvieron hablando sobre el posible sucesor en el cargo de Víctor... y parecían estar de acuerdo en proponer a Mar cuando de pronto empezó a sonar fuertemente una música proveniente de la oficina.

Felipe se extrañó de aquello y dijo:- ¿No es eso el Dies Irae del Réquiem de Mozart?-
Angie abrió los ojos de par en par y exclamó:- ¡Pedro!- y sin tiempo para más rompió a correr en dirección a la oficina de corrección y redacción.
La ventana desde la que Pedro solía mirar al exterior, por la que el sol se colaba para iluminarle el pelo, se encontraba abierta y el viento se colaba por ella haciendo volar montones de papeles mientras del ordenador del creador de Resquicios Resplandecientes sonaba, efectivamente, el Dies Irae del Réquiem de Mozart.

Angie no se atrevió a mirar por la ventana, sí lo hizo Felipe que vio el cuerpo sin vida de Pedro tirado sobre la acera.
Se había suicidado.

Pudo haber disfrutado de su éxito, pues su novela llegó a ser muy vendida y logró muy buenas críticas. Pudo haber compartido su amor con Angie, pues ésta lo habría amado del mismo modo como él a ella. Pudo haber traído luz en vez de penumbras a una editorial a la que le faltaría esa pizca de magia desde su pérdida. Pudo haber seguido trayendo un poco más de equilibrio en un mundo con gente como Víctor. Pero se precipitó, no aguantó más y por no soportar más ese dolor interno que le comía imaginando a Angie sometida a un Víctor denigrante, acabó finalmente con su vida, dejando una leyenda más a un mundo menos justo.

El ordenador de Pedro así como su mesa jamás volvieron a utilizarse. En su lugar le dejaron un dibujo con una dedicatoria y un ejemplar de la primera edición de Resquicios Resplandecientes junto con una dedicatoria conjunta de todo el equipo.

Angie le dejaría otro ejemplar en su tumba, con otra dedicatoria personal:
"Al ser más resplandeciente que ha pasado por la editorial y probablemente por mi vida, cuya luz brilló por mucho que quisiera ocultarla en tinieblas. Nunca te olvidaré, de tu amiga, admiradora, amada, Angie".

Pero la vida continuó, y a todos le fue yendo más o menos bien, a pesar de las pérdidas.
Mar finalmente se quedó en la editorial ocupando el puesto de Víctor.
Sandri se volvió a enamorar, de otro escritor, pero a este pudo ir conociéndole cita tras cita...
A Angie le costó superar aquella pérdida, que en parte le hizo sentir culpable por no haber sabido ver la luz y haberse quedado con lo más mundano, rápido y fácil. Pero finalmente fue saliendo de aquel sentimiento doloroso y empezó a sentirse bien, empezando de nuevo a vivir por y para ella, y orgullosa de haber conocido a alguien como Pedro, a quien de vez en cuando le hablaba desde el corazón de sus cosas, como si fuera un amigo que aun le escuchaba y se alegrara de sus logros.
Noe y Jesús acabaron juntos... casi sin querer, pero tampoco sin querer evitarlo.

La novela de Pedro llegó a le 13ª edición. Traducida a 7 idiomas. Un éxito.
Pedro se convirtió en una leyenda y, desde donde estuviera, en un faro para todos los de la editorial.

FIN.