viernes, 2 de agosto de 2019

13 días en Japón: 12. Tokyo (2): Shinjuku, Shibuya y Shimokitazawa... el jaleo del centro.

Segundo día en Tokyo. 

Si el día anterior visitamos Asakusa, con el templo del Senso-ji, y cruzamos el río Sumida para subirnos a la Torre Tokyo Skytree, todo ello situado hacia el este de la capital nipona, hoy tocaba darse un baño de multitudes y variedad en el centro de la ciudad.

Íbamos a ver, primero, Shinjuku, lo que podría considerarse la zona administrativa de la ciudad, para luego andar por el parque Yoyogi y ver el santuario Meiji, llegar hasta Shibuya y finalmente andar hasta el barrio catalogado como bohemio/hipster de Shimokitazawa.

Fuimos en tren desde nuestra estación, Tokiwadai, hasta Ikebukuro, cinco paradas, y de allí por la Yamanote Line (la línea operada por JR, circular, que podíamos usar sin problemas con el JRPass). De Ikebukuro, otro tren y otras cinco paradas hasta Shinjuku.

Desde la estación, ya sí fuimos caminando hasta el edificio del Gobierno Metropolitano de Tokyo, o lo que es lo mismo, el ayuntamiento.

Ayuntamiento de Tokyo
Planta semicircular de la parte frontal del ayuntamiento.

El ayuntamiento de Tokyo cuenta con dos miradores, uno en cada torre, situados en sus plantas 45, a unos 202 metros de altura (la altura total del edificio es de 243 metros). El acceso a los miradores de las dos torres es gratuito. No es tan espectacular y pomposo como el del Tokyo Skytree, pero merece mucho la pena subir a ver la ciudad desde otro punto de vista, más aún si se tiene en cuenta que hay guías que te explican de forma gratuita un poco la historia de la panorámica que puedes divisar.


Bloques de Shinjuku desde el mirador.
Subimos al mirador de la torre norte. Tuvimos que elegir uno de los dos, pues no disponíamos del tiempo suficiente para ver los dos. Los miradores están abiertos hasta las 23 h. y cuentan con cafetería y tienda de souvenirs (aparte de haber guías gratuitos que te explican un poco de historia).


Panorámica de Tokyo, a la izquierda, el Mode Gakuen Cocoon Tower.

El edificio del ayuntamiento fue diseñado por el arquitecto japonés Kenzo Tange, integrador de la arquitectura moderna en Japón e 'ideador' del movimiento Metabolismo. Éste arquitecto decía que la arquitectura debía tener algo que llegara al corazón de las personas. Para el edificio del ayuntamiento, Tange mezcló los conceptos de tecnología, como la idea de asemejarse a un chip informático, y antigüedad, como la forma de las dos torres frontales de una catedral.


Panorámica de Shinjuku. El Mode Gakuen Cocoon a la derecha (la punta de arriba).
Todo ello nos lo iba explicando nuestra guía, Mariko, mientras también nos explicaba que el diseño del Tokyo Skytree seguía la arquitectura antiterremotos de las antiguas pagodas. También nos explicó un poco sobre otras obras de Tange, como el tan mencionado en este post Mode Gakuen Cocoon, un edificio de 50 plantas destinado a fines educativos (el segundo edificio educativo más alto del mundo, por detrás de la universidad de Moscú). Simboliza un capullo, metáfora de la formación del alumnado.


Shinjuku Park Tower
La Torre Shinjuku Park también fue diseñada por Kenzo Tange. Con 182 m. la torre más baja y 235 m. la más alta, alberga oficinas y el Hotel de lujo Park Hyatt Tokyo. Mariko nos explicó que la diferencia entre los tamaños de las torres era para simbolizar las diferentes etapas, pasado, presente y futuro.

Skyline de Tokyo, a la derecha, Roppongi Hills, a la izquierda la punta del Docomo Yoyogi Building.
En la anterior imagen, vemos como en el centro a la derecha queda Roppongi Hills, con el edificio más alto de Tokyo (sin contar la Tokyo Skytree), el Toranomon Hills, con 255 metros de altura. Tampoco hemos contado con el Yokohama Landmark Tower, de 295 metros, ya que está en Yokohama. En el centro a la izquierda sobresale la cima del Docomo Yoyogi Building.
A la izquierda del todo, se ve uno de los bordes del Yoyogi Park, que tiene en frente al barrio de Harajuku, en Shibuya.

Docomo Yoyogi Building, imagen de wikipedia.com
Encontramos ciertas similitudes entre edificio Docomo de Tokyo y el de Telefónica en Madrid. Ambos edificios son sedes de compañías telefónicas. Ambos edificios tienen un enorme reloj en la fachada. Aunque el Docomo lo hace de forma más espectacular; ambos edificios se iluminan con luces de diferentes tonos y colores por la noche. Incluso la forma del edificio, a pesar de que el de Tokyo tenga más forma de torre, tiene cierta similitud.

Edificio Telefónica, Madrid. Imagen de www.secretosdemadrid.es

Acabando ya la lección de arquitectura... en la siguiente imagen se puede ver (clicando sobre ella para agrandarla), como en la torre sur, en uno de los pisos que quedan en el medio de la imagen, hay gente asomándose a las cristaleras. Se trata del mirador de la otra torre.

Tokyo y torre sur del ayuntamiento.

Vista de Tokyo con el parque de Shinjuku.
Hicimos unas cuantas compras en la tienda del mirador y decidimos regalarle unas galletas que llevamos de Barcelona con motivos de Gaudí a Mariko, ya que se había portado muy bien con nosotros, era muy amable y risueña, nos explicó todo muy bien, hablaba buen inglés y no pedía nada a cambio. Al principio lo rechazaba diciendo que no debíamos darle nada por hacer su trabajo, pero le dijimos que no se lo dábamos por su trabajo, sino por su simpatía, porque habíamos pasado un rato agradable a su lado. A Mariko se le iluminó el rostro y con ternura y, no exagero, casi como a punto de llorar, aceptó nuestro obsequio. Al rato después nos hicimos la siguiente foto con ella:


Mariko, la guía estupenda que amaba Barcelona.
Sin tiempo de más, ya cerca del mediodía, bajamos y nos dirigimos al Santuario Meiji, en el Yoyogi Park.

Edificios a pie de calle en Shinjuku.
No tuvimos que caminar mucho desde Shinjuku hasta el parque Yoyogi.

Parque Yoyogi.
El parque, de un tamaño similar al del retiro de Madrid, es uno de los más grandes de Tokyo. En él se realizó el primer vuelo pilotado de Japón en 1910, y sirvió como villa olímpica para las olimpiadas de la ciudad de 1964. En el sur aun puede visitarse el Gimnasio Nacional Yoyogi (aun en uso), diseñado, como no, por Kenzo Tange.


Frondoso parque Yoyogi.
Es sorprendente caminar por ese parque, verlo tan frondoso y salvaje. A diferencia de los parques urbanos europeos, de líneas simétricas y naturaleza domesticada, los parques japoneses suelen tener cierta libertad natural, llegándote a sentir aislado de la ciudad. Parecía difícil pensar que nos encontrábamos en el centro de una ciudad de más de 30 millones de habitantes sin percibir ningún ruido más que el de la naturaleza, y sin ver ningún edificio alrededor. Pero así era, esa era la paz que te transmitía caminar por ese parque.


Camino por el Parque Yoyogi.
De todos modos el camino estaba muy bien marcado y casi en cada bifurcación había un plano del parque con las salidas y los puntos de mayor interés. Nosotros nos dirigíamos al santuario Meiji, dentro del parque.

Cuervo en el parque.
Se nos hizo un camino muy ameno y no nos pareció tan grande... pero más que nada fue la sensación de pasear agradablemente por la naturaleza, con la temperatura algo más suavizada (unos 30/32 grados centígrados), entre las sombras de los árboles. Pronto llegaríamos al Santuario Meiji.

Entrada al Santuario Meiji.
Consagrado al emperador Meiji y la emperatriz Shoken, este santuario se acabó de construir en 1921 sobre un campo de lirios que solían frecuentar los emperadores. Tras los bombardeos de la segunda guerra mundial, el santuario quedó destrozado y se reconstruyó con donaciones populares en 1958.


Una de las puertas de acceso al patio interior.
La verdad es que se estaba muy bien a la sombra de los pórticos, como se ve en la fotografía anterior, muchos eran los que se sentaban a la sombra o los que recorrían los pórticos, por no adentrarse a la plaza central. Seguía haciendo bastante calor.


Árboles sagrados del Santuario.
Como es costumbre del sintoísmo, la gente colgaba sus votos o deseos sagrados escritos en madera sobre cordeles en paneles a los lados del santuario.

Hileras de votos sagrados frente al Santuario Meiji.
Y este era el edificio principal del santuario:

Santuario Meiji de madera de roble y cobre.
Después de pasear otro poco más por el parque, no mucho más, fuimos hacia el este, a la salida que daba a Harajuku, probablemente el barrio más colorido y pintoresco de todo Tokyo. Solo salir del parque ya podíamos ver carteles de anuncios con dibujos de estilo manga y mascotas por todos lados.

No tardamos mucho en dar con la calle principal del 'frikismo' de Harajuku, Takeshita Street, una calle llena de extraños, curiosos y freakis souvenirs por todos lados. Camisetas de Son Goku, caretas de animales y de dirigentes políticos mundiales como Donald Trump o Kim Jong Un, llaveros, muñequitos, ropa de toda clase, disfraces, maquillaje, purpurina, Kawaii por todos lados. Reconozco que llegaba a ser saturante tanto glamour juvenil, pero para un rato está divertido.

Barullo hacia Takeshita Street.
Puerta de entrada a Takeshita Street.
La calle es peatonal y, como veis, está repleta de gente.

Gente en Takeshita Street, como las Ramblas de Barcelona.
Muñequitos y llaveros en Takeshita Street, so pink.
Y claro... invadidos por el espíritu freaky kawaii de japón, acabamos haciendo un poco el tonto mientras buscábamos una camiseta de Son Goku tamaño adulto para regalar que no pudimos encontrar.

Harajuku Cris
Adivina cuál no es una máscara.

En la misma calle se puede encontrar un local lleno de posters, discos, firmas, merchandising, camisetas, pegatinas, etc. de grupos de música juveniles para las y los music idol, auténticos fanáticos que coleccionan toda clase de cosas a las que le aportan un valor sentimental desproporcionado.

Tienda de music idols.
En esta zona puedes fácilmente toparte con toda clase de tribus urbanas tokyotas. Visual Kei, o un estilo andrógino proveniente del glam-rock o post-punk de los ochenta, Kodona y Lolita, chicos y chicas vestidos de estilo del Londres victoriano, Decora, o pasteloide, un estilo dulce e infantil de decorarse con calcomanías, decorar el móvil con pegatinas, muñequitos, etc. y el que me parece más grotesco de todos, el Ganguro, una especie de parodia de mal gusto de Malibú, California. Chicas ultrabronceadas o maquilladas, con uñas y pestañas postizas, con el pelo rubio platino casi blanco, o naranja... mezcla entre Barbie Malibú y Donald Trump.

Y para que veáis que eso existe...:

Ganguros... ¿por qué hacéis esto? Imagen de wikipedia
Dejando a un lado los estilos estrambóticos... era hora de comer. De hecho, incluso algo tarde, pasaban de las 15:00 y teníamos que encontrar un lugar en el que poder comer. Lo sorprendente era que, girando en cualquier calle adyacente a Takeshita Street podías caminar a tus anchas, estaban prácticamente desiertas. Todo el mogollón de gente se agolpaba en una única calle que cruzaban, mientras que el resto permanecían libres. Nos adentramos por uno de los callejones laterales de la calle principal y vimos un buen lugar en el que pararnos a comer. Menús baratos y ricos sin dejar el centro de Tokyo. Por el camino vimos unos graffitis muy curiosos:

Muro decorado en los backstreets de Takeshita Street.
En la fotografía se puede apreciar una especie de reloj hecho con mosaico de cerámica, un cuadro pintado en la pared de un gato, firmado por ¿Picasso?, abajo a la izquierda un banderillero clavando banderillas a un toro y, mi preferido, a la derecha, abajo, Don Quijote y Sancho Panza. Una maravilla de muro en las calles traseras de Takeshita. 

Siguiendo esa calle encontramos el lugar donde nos paramos a comer pasadas las 15:30. Buscando por google maps, he visto que el lugar se llama 食堂まさや (después de un año aun reconozco las calles por las que pasamos), aunque puede haber cambiado de nombre, pues he visto que en 2016 era otro restaurante, nosotros fuimos cuando cambiaron de propietario y de estilo.

Entrada al rico y barato restaurante en Harajuku.

La comida era muy sabrosa, a pesar de parecer una cadena en forma de tasca para la familia, el gusto y la textura suave de la comida era bastante buena, pero claro, como he dicho varias veces, resulta difícil encontrar algún lugar en Japón en el que la comida no llegue a gustarte.


Mi plato de carne, acompañamiento de arroz y sopa de miso, con rábano.
Exquisito plato de pescado y acompañamiento de Cris.
Que no os engañe el aspecto crudo del pescado, no sabía fuerte para nada y estaba delicioso, suave, fácil de despedazar en la boca.


Kanpai!

Por apenas 14 euros comimos los 2. Se nos hizo cerca de las 17:00. Llegamos a hablar un poquito con un hombre que se había sentado al lado. Si no me falla la memoria, era un nigeriano que vivía en los Estados Unidos de América y que llevaba pocos meses en Japón.

Allí me decidí a probar el whisky Suntory, ya que en algún lugar había leído que el whisky japonés se estaba poniendo al nivel del escocés (más tarde leería que la destilería Suntory japonesa se llevaría varios primeros premios en la elaboración de su whisky ese mismo año 2018). Vaya, que en 2018 Japón se consolidó como país con el mejor whisky del mundo.

Tras probarlo (no el de malta de 25 años, cuya botella vale 2500 euros, sino el más comercial) comprobé que es mucho más suave al paladar que el escocés. Da miedo ver cómo cuando los japoneses se lo proponen, pueden ser los mejores en lo que quieran... o casi.

Antes de dejar Harajuku e ir al sur, al famoso cruce de Shibuya, paramos a tomarnos un postre en una crepería/heladería. Pedimos un helado de té matcha, con perlitas que explotan en la boca.

Café Crepe Laforet Harajuku.
Esta crepería/heladería se encuentra en la misma calle que el restaurante, la Church Ave. Hace esquina con la Avenida Meiji-dori, la avenida principal que te lleva cerca del famoso cruce de peatones de Shibuya.

Muestra de helados del cafe crepe Laforet Harayuku.

No os asustéis, no es que tengan una nevera enorme de expositor, ni que se vayan a derretir... Los helados expuestos, como los platos de comida en los restaurantes, están hechos de cera, para aproximarse a la realidad, por aquello de que una fotografía podría no mostrar realmente lo que vas a comerte.

Nuestro helado-batido de té matcha.
Ahora sí, siguiendo la avenida, durante un kilómetro al sur, llegamos a Shibuya.

Avenida que lleva al cruce de Shibuya.
Y llegamos al cruce peatonal de Shibuya. ¿Por qué es tan conocido o importante este conjunto de pasos de cebra? Bueno, es el paso más transitado del mundo. En un minuto lo pueden cruzar 3000 personas y, al día, se calcula que lo cruza un millón de personas. Vaya, que en un mes y medio puede cruzar por ahí toda la población de España.

Cruce de Shibuya.
Desde el otro lado del cruce, se puede contemplar bien el tránsito humano por el mismo subiendo al primer piso de un Starbucks, cuyas cristaleras sirven de mirador para aquellos quienes deciden tomarse tranquilamente un café mientras ven el barullo de abajo, o simplemente quieren observar el cruce desde otra perspectiva. Ojo, la cafetería puede llenarse bastante y luego tienes que buscar tu rincón para hacer un buen vídeo o sacar una buena instantánea.

A la derecha, el edificio en cuya primera planta se encuentra el Starbucks Coffee.
Desde la cafetería podían verse vistas como estas:

Cruce de Shibuya.
Cruzar sin chocar en Shibuya.
Y al otro lado del cruce, en la plaza, esperando siempre a su amo Hachiko, el perro fiel. Se dice que ese era el punto en el que el perro esperaba al profesor Ueno a que volviera de la universidad.

Hachiko, en Shibuya.
Después de pugnar por hacernos un sitio entre la gente que se colaba y los que se pasaban largos ratos cambiando de pose, lado o de pareja de foto, continuamos por una de las calles que llevaban a Shimokitazawa, el barrio modernillo de Tokyo y, debo decir, de los que vi, probablemente mi preferido.

Pero quedaba algo más de 3 kilómetros para llegar a ese barrio. Mientras, callejeábamos por Shibuya pasadas las seis de la tarde.

Adornos en una de las calles comerciales de Shibuya.
Calle comercial de Shibuya.
Antes de detenernos en un Don Quijote (son unos grandes almacenes en los que venden toda clase de souvenirs y comida), nos cruzamos con una figura que nos resultó conocida... Un hombre de espaldas que en su mano izquierda sujetaba una bolsa de compra y en su mano derecha sostenía una funda de guitarra... extrema delgadez, vestía de negro y tenía el pelo largo¿No podría ser Mario Vaquerizo?

¿Será Mario Vaquerizo?
El roquero desconocido en Tokyo.

También nos cruzamos con grupos autóctonos de personas, carismáticos, de Tokyo:

Chicas en Yukata.

Grupo senior.
Atardecer en las calles de Shibuya.

Pero tan solo después de caminar unos 15 minutos, debajas el jaleo y el ajetreo del centro y te encontrabas en barrios residenciales de casas de un solo piso, con jardín, como si estuvieras en urbanizaciones de pequeños pueblos. Cruzamos algún pequeño parque, cerca de la Universidad de Tokyo.


Casas de camino a Shimokitazawa.

Camino lateral por las vías del tren.

El mismo camino, en bajada.

En la fotografía anterior se ve cómo los japoneses dejan más libertad a la naturaleza, permitiendo una enorme frondosidad de hierbas y matorrales a ras de las vías del tren, incluso invadiendo parte de la calzada lateral de la calle. A mi parecer, un paisaje precioso, respetuoso con una naturaleza que no molesta.

Habiendo entrado al barrio, y llamados por el ruido y las luces de un pachinko, entramos a ver si podíamos jugar a eso tan extraño que tanto atraía a los japoneses.

Salón de pachinko en Shimokitazawa.

Y es que es así como burlan la prohibición de los juegos de apuestas con dinero de Japón. A modo de mezcla entre maquinas tragaperras, de arcade y pinball, estos recreativos funcionan con pequeñas bolas de hierro que introduces en un cajoncito y empujas con botones y palancas.

El vicio del pachinko.

Compras bolitas, las introduces en las máquinas, si tienes suerte, ganas muchas más bolitas. Esas bolas de hierro puedes cambiarlas por regalos, premios, peluches, etc. La trampa está en que al lado suele haber una caseta que te compra los premios con dinero. En ese sentido, estás ganando dinero, pero no directamente (eso sería ilegal), sino cambiando tus premios por dinero. ¿Loco, no?

Más vicio del pachinko.

No sabemos muy bien como, en una de las máquinas nos encontramos tres bolas de hierro y pudimos jugar a pachinko de forma gratuita (sin saber por aquel entonces que no estaba permitido a extranjeros no residentes el jugar a pachinko...). No importa, perdimos rápido las bolitas entre el gran ruido que hacen esas máquinas con los altavoces a tope y unas músicas y sonidos demasiado estridentes y el humo de los cigarros de los japoneses. Sí, curiosamente, en Japón está prohibido fumar por la calle (salvo lugares habilitados con alguna marquesina o señal en el suelo), pero está permitido fumar en muchos establecimientos, entre ellos, salas de pachinko.

Downtown de Shimokitazawa.

Seguimos por aquel pintoresco barrio buscando la calle principal, la Kitazawa Azumadori, llena de locales y restaurantes en los que poder cenar

Esquina con encanto de Shimokitazawa.
 La verdad es que encontramos varios lugares como en obras por la periferia del barrio.

Lugar en obras por la periferia del barrio.
 Y dejaba curiosas vistas, como la torre Docomo, ¿la recordáis? Esa torre con reloj que se iluminaba de formas distintas que pudimos ver desde el mirador del ayuntamiento de la ciudad. Pues se veía desde aquí:

En el centro, la torre Docomo en 3 colores.

 Y ahora sí entrábamos por la Kitazawa Azumadori, para ver pubs, locales y restaurantes a lo largo de la calle, adornada con collages de papel por las paredes de arte urbano.

Kitazawa Azumadori.
 Todo el barrio rezumaba cierto encanto ochentero que lo hacía muy agradable.

Calle principal, vista de frente.
Eran cerca de las diez de la noche, bastante tarde tratándose de Japón, así que entramos en una tabernita que parecía bastante típica a cenar algo:

Izakaya o taberna típica japonesa.
La Izakaya, o taberna típica japonesa en la que nos paramos fue la de la foto, y la podéis encontrar con el nombre de シモキタシュリンプ/海老と麺... Pero vaya, es más fácil dirigirse a la Kitazawa Azumadori y allí es una de las primeras tascas a la izquierda.

El interior, pequeño y estrecho, típico de tabernas japonesas.
 Y aquí nos ocurrió otro episodio gracioso de mala traducción y falta de interpretación. Los dueños del local no tenían ni idea de inglés, así que nos apañamos un poco como pudimos. La carta era muy básica, contaba con solo cuatro platos, así que les pedimos recomendación... Y no se enteraban...

Wich one will you recomend us? Do you have any suggestions? Pero ni papa, nos miraban con cara de haber aterrizado hacía poquito en la tierra o, más bien, de haber sido nosotros los que aterrizábamos en Japón sin controlar que allí... pues lo que se habla es japonés.
Así que sacamos el google translator y escribimos "sugerencia"... se lo mostramos traducido al japonés, pero no entendían.

Entonces pensé: -¡Ah! No, hay que hablarles más básico, más básico.- Así que les dije:- You choose, you choose.- Pero nada, no arrancaban. Lo busqué por google translator y decía algo así como "Kankoku". Se miraron ambos extrañados, y volvió a señalarme los cuatro platos de los que disponían y a repetirme sus nombres...

Finalmente elegimos udon con verdura y huevo y sushi.


Sushi rico de la Izakaya.


Udon rico de la Izakaya.
Y no cenamos nada mal... pero parecía que ese país estaba dado a los errores interpretativos. También hay que decir que el hecho de que un cliente les diga que escojan ellos por él les choca mucho, muchísimo. Se ven incapaces de elegir algo por otra persona. En su cultura, el miedo a fallar en la elección y que la otra persona no se sienta cómoda con la elección es tan grande, que prefieren no asumir el riesgo y dejar que sea el cliente quien finalmente se decida. Por lo que, en Japón, pedir sugerencias de cocina es algo que no es nada común, llegando a ser extremadamente raro e inusual.

A todo ello... no hace mucho volví a buscar el significado de "kankoku"... al parecer les estaba llamando Korea del Sur a los dueños del local... en vez de pedirles que eligieran por mí. Cosas de la lengua.

Después de dar una pequeña vuelta por el barrio, entramos en una estación de tren, puede que en Ikenoue, para volver al hotel. Llegaríamos sobre las doce de la noche. Tiempo para descansar, el día siguiente sería nuestro último día entero en Japón y teníamos que ver el frikismo de Akihabara y su mundo tecnológico, el palacio imperial, Roppongi Hills y lo que diera tiempo. Pero eso será ya en el siguiente post.

Como siempre, espero que hayáis disfrutado leyendo casi tanto como yo escribiendo. ¡Pronto el último día en Japón!