martes, 13 de febrero de 2024

Japón, 2º viaje: 4º día. Redescubriendo Nikko bajo la nieve.

Volvía a levantarme temprano al día siguiente, aunque no tan madrugón como el día anterior. Aunque Nikko se encontraba a casi 300 km. al sur oeste de Sendai, en tren bala y luego expreso se tardaba unas dos horas y media en llegar, por lo que ese día no me tocó madrugar demasiado. Desayuné una torta de arroz rellena de pollo empanado. Muy rica. Ya describí Nikko al describir mi primer viaje a Japón, por lo que detallaré únicamente lo más significativo. El tren bala llegaba hasta Utsunomiya, allí se toma el expreso hasta Nikko. (En la foto de abajo, estación de tren de Nikko). Nikko cuenta con varias estaciones de tren, la de JR (gratuita con JR Pass) es la que te deja más cerca de los santuarios y templos.
Yendo por la avenida principal, tte encuentras con pequeños santuarios como el de la siguiente foto, que básicamente constan de una piedra. Impresiona cómo el sintoísmo benera todo tipo de naturaleza. Al fondo, un famoso hotel onsen de Nikko (y caro).
Repetí comida en Hippari Dako, era aún pronto, quizá las 11:30, pero no demasiado pronto para comer en Japón, ya que es normal comer sobre esa hora.
En el interior, montones de post-it's de los clientes dejando agradecimientos y deseos. Yo ya había dejado hacía un año y medio atrás junto con mi pareja, pero, obviamente, con tanto visitante era imposible volver a encontrar el dibujito que dejamos (también porque van renovando los espacios).
La comida, como siempre, deliciosa. Acompañada con una Kirin Beer.
Aquel día me puse a hablar con las mujeres que llevaban el restaurante, les dije que era mi segunda vez que viajaba a Japón y que repetía comida en el restaurante. Se pusieron muy contentas. La gente, en general, es agradecida y amable y les encanta saber que te gusta su país, su cultura y, si ya has viajado antes, que te acuerdas de ellos/as. Al salir, siguiendo un poco por la misma avenida, se llega al final a un cruce con una carretera principal. A la izquierda hay un santuario sintoísta y un precioso puente rojo que por unos 500 yenes puedes visitar y cruzar. La vista, sin necesidad de entrar al santuario, es preciosa desde el puente de la carretera.
Y una vez cruzas la carretera, de nuevo, las escaleras que te llevan a las zonas de santuarios y templos de Nikko, su mayor atractivo (como ya dije, allí se encuentra el santuario dedicado a Tokugawa Ieyasu, quien fuera el mayor shogún de todo Japón y cuya tumba se encuentra dentro del santuario, en la cima de un cerro).
Al subir las escaleras, a la izquierda, queda un pequeño santuario. Nevado en esa época del año.
Y en la plaza de acceso a los lugares sagrados, la estatua de Shodo Shonin, el monje budista que fundó el santuario de Futarasan, el templo de Rinnoji y el templo Chuzenji mientras exploraba el lago Chuzenji y las cascadas de Kaegon, en Nikko, hacia el año 766. La leyenda cuenta cómo una serpiente azul y otra verde ayudaron a cruzar el río Daiya a este monje para acabar fundando dichos templos y santuarios. Así también acabó creándose el famoso puente rojo sobre el río.
Abajo, el Sanbutsudo, el salón principal del complejo de templos Rinnoji. En él se encuentran las estatuas de los tres budas: Amida, Senjukannon (o Kannon de los cien brazos) y Batokannon (o Kannon de cabeza de caballo). Aunque entré al interior, estaba prohibido hacer fotografías en su interior, por lo que opté por no jugármela y no hice muchas fotografías (más adelante muestro una).
Abajo, saliendo por detrás del salón principal del Rinnoji, el Daigoma-do hall, perteneciente al budismo shingon (una de las sectas del budismo [secta es como se conoce a las variantes, no son propiamente sectas como las conocemos]). Allí puedes comprar amuletos.
Parte de atrás del salón principal del Rinnoji. Allí grabé un vídeo felicitando la navidad, pues estaba a 25 de diciembre del 2019.
Única foto del interior, no pude fotografiar a los tres budas dorados.
Saliendo a la izquierda hay un camino de tierra que te conduce a otra zona de templos y santuarios. Allí, cruzando el torii (portal sagrado) de piedra, a la izquierda se encuentra la pagoda de cinco pisos.
Pagoda de 5 pisos que alberga reliquias de buda.
A medida que se avanza, el camino hace algo de cuesta, ya que los santuarios y templos se encuentran a los pies del monte Nantai. La cima de dicho monte se encuentra a 2486 metros sobre el nivel del mar. Se trata de un estratovolcán cuya última erupción se dio hace 7000 años. En la imagen de abajo, el portal Omotemon, que da paso al recinto de Tosho-gu, donde está enterrado Tokugawa Ieyasu.
Antiguas linternas de piedra que iluminaban el camino, frente al Kamijinko (o almacén superior).
Kamijinko (almacén superior).
En la imagen de abajo, el Shinkyuusha. Fue el establo de los caballos divinos. Está decorado con monos tallados en la madera y es ahí donde podemos ver a los característicos monos de "no ver, no oir, no hablar" en relación con no ver, oir ni hablar del mal. Era una forma de mantener seguro y proteger el lugar de los espíritus malignos. Se dice que los monos eran los protectores de los caballos y pueden verse alguna que otra escena con simios en conducta humana.
Siguiendo adelante, encontramos el torii del medio, la torre de la campana a la izquierda y la torre del tambor a la derecha.
Más linternas rodeando los almacenes.
Una fuente en la que purificarse.
Imagen desde el torii de en medio.
Detalle de la campana.
Puerta Yomeimon, paso a la siguiente estancia, hacia el salón principal del Tosho-gu.
Pasillo Kairoo.
Detalles de la puerta de dos pisos Yomeimon.
Vista frontal del edificio principal del santuario.
A la izquierda, carroza o santuario portátil.
Puerta Yomeimon desde detrás.
Más pasillo Kairoo (son pasillos típicos de templos y santuarios japoneses) y el Kagura-den, o espacio en el que se realizan danzas rituales. Se encuentra a la derecha, teniendo enfrente al edificio principal. Siguiéndolo, encontraremos la puerta que nos lleva a las escaleras que ascienden a la campana que contiene la tumba de Tokugawa Ieyasu.
Detalle del techo de la puerta Yomeimon.
Pasillo (con ofrendas de barriles de sake).
Sala de oraciones, rituales y exorcismos. Antes de llegar a la puerta que conduce a la tumba del shogún.
Puerta Karamon, de acceso al edificio principal del Tosho-gu.
Por el Kagura-den, un espacio para la buena fortuna. Compras un papelito (100 yenes, unos 70 céntimos, aprox.), si es de la buena suerte, puedes llevártelo contigo, si pone que tendrás mala suerte, puedes colgarlo en esos hilos y esperar que con el viento, la lluvia y el sol acabe deshaciéndose. Los japoneses también usan ramas de árboles para dejar colgada la mala suerte. Suele ser papel de arroz, biodegradable con gran facilidad.
Acceso a la tumba de Ieyasu por la puerta del gato dormido.
Más pasillo. En aquel momento parte de la nieve del techo se desprendió debido al deshielo. Las temperaturas comenzaban a ser más agradables (4 o 5 grados positivos), lo que hacía que el hielo y la nieve permaneciera menos tiempo sobre las superficies. Aun así, el paisaje se mantenía agradablemente nevado (aunque no tanto como en Hokkaido, desde luego).
Puerta del gato dormido. A este lado, grullas adornando la entrada. El gato se encuentra al otro lado.
Camino y escaleras hacia la tumba de Tokugawa Ieyasu.
Santuario antes de llegar a la tumba. La tumba queda en un recinto de piedra justo detrás de este pequeño altar. Enfrente de él, una tienda de amuletos.
Entrada a la tumba de Tokugawa Ieyasu.
Tumba del shogún Tokugawa Ieyasu, en forma de campana de hierro.
Después de visitar al más grande estratega y "pacificador" de Japón, bajé a acabar de hacer fotos más detalladas a algunos de los edificios, como, por ejemplo, la sala de exorcismos y rituales.
Por los pasillos de abajo, en el Toshogu, se accede al salón Honjido, en el que se encuentra una pintura en el techo del dragón llorón y en la que se puede escuchar el eco al golpear dos maderos dependiendo de la zona de la sala en la que te encuentres. No obstante, en esta ocasión no entré a la sala, por falta de tiempo, ya que quería ir después a visitar el abismo de Kanmangafuchi.
Después de visitar el Tosho-gu, bajando, puedes acceder al santuario Futarasan. A pesar de valer solo entre 300 y 500 yenes, tampoco te pierdes mucho en no visitarlo, ya que la zona gratuita (la exterior) ya es bastante bella. La interior tiene poca cosa, quizá alguna curiosidad por la montaña puedes encontrarte, pero poco más. No lo visité por dentro en esta ocasión, tampoco. Esperaría a mi tercer viaje para hacerlo. (También es cierto que suelen indicarte que el acceso a las cascadas Shiraito es entrando desde el santuario, pero se puede ir por otro lugar). Abajo, paseo de acceso al santuario desde la pagoda, portal de acceso y santuario.
Interior del santuario Futarasan.
Puerta de salida.
Saliendo por la puerta de la pareja de cedros (diferente por la que se accede), se llega a otro paseo, en el que se encuentran el templo Jogyodo y el Hokke-do, templos que parecen unidos por una pasarela y que pertenecen al Rinnoji. A la derecha se accede al templo Taiyu-in, este consagrado al nieto de Ieyasu, el shogún Tokugawa Iemitsu.
Puerta de entrada al Taiyun-byo, la puerta Niomon.
Fuente purificadora.
Nitenmon, la segunda puerta de acceso al mausoleo de Iemitsu
Puerta Yashamon, flanqueada por las dos torres, una del tambor y otra de la campana. Custodiada por cuatro demonios.
Otra puerta, la Karamon, que da acceso al Honden, o sala de rezo, del Taiyuin-byo.
Acceso al mausoleo de Iemitsu. Generalmente cerrado. Desde aquí hay que dar media vuelta ya que se acaba el camino.
Acceso al Ryuko-in, perteneciente al Taiyuin.
Al volver hacia el paseo principal que lleva al Tosho-gu desde el Rinnoji, a la derecha, detrás del complejo Rinnoji, encontramos el Okariden. Curiosamente lo que he leído es que es un templo temporal que guarda los tesoros del Tosho-gu mientras este se encuentra rehabilitándose.
Justo a su derecha, un edificio con aspecto antiguo que no he logrado descifrar aún qué es, pero me parece fascinante.
Bajando unas escaleras, y ya antes de volver al Rinnoji (el inicio del itinerario), el museo del Toshogu, con una agradable cafetería en la que calentarse en invierno o tomar algo fresco en verano.
A su izquierda encontramos el Hall Butokuden, gimnasio en el que se realizan torneos de kendo.
Bajando, a la izquierda, encontramos el camino que lleva, si se sigue bajando, al cruce con el puente Shinkyo (el puente rojo), pero en sentido contrario, siguiendo el ascenso hacia el monte Nantai, encontramos un camino que lleva a diversos santuarios, pequeños, mimetizados con la exhuberante naturaleza del lugar, que no están tan señalizados y son una gozada por la paz que dan. He podido comprobar cómo con el paso de los años los turistas acaban sabiendo de este sendero y cada vez más son los que lo recorren. Abajo, en la imagen, el museo de arte de Toshogu.
Se sigue primero por la carretera, luego se encuentra a la izquierda el sendero. Precioso. En invierno casi no me crucé con nadie. Era una maravilla caminar por allí (sin exajerar, quizá me crucé con 2 o 3 personas).
Al poco el bosque aparece a ambos lados de la carretera. A la izquierda puedes encontrar un sendero por el que pasar y ver los pequeños santuarios mimetizados con la montaña.
Los primeros templos que encontramos son, a la izquierda de la imagen, el Kyoshado, un templo dedicado a Kannon en el que se encuentran piezas talladas en madera de shogi (ajedrez japonés). Al parecer, las mujeres embarazadas pueden llevarse una de estas piezas para consagrarla en casa y así tener un parto feliz y dar a luz una próspera vida. A la derecha, el Hall del fundador. En él se encuentran varias figuras divinas (nunca lo vi abierto) y se dice que se encuentran las reliquias del fundador de Nikko, Shodo Shonin. La barandilla trasera de piedra puede verse cubierta de musgo.
Detrás del templo, al fondo, en la roca, hay una pequeña cueva con 7 figuras talladas a piedra: Brahma, Taishakuten, tres de los Cuatro Reyes Celestiales y Fudo Myoo. También está Rinnoji Kaizando al lado.
Vista desde atrás.
El camino sigue envuelto en árboles, dando una atmósfera natural preciosa en la que te ves envuelto.
Al poco, otro pequeño santuario mimetizado, el santuario Kitano.
Más adelante el camino se llenava de nieve y hielo, por lo que las piedras se tornaban muy resbaladizas. Se tenía que caminar con sumo cuidado. También tenía que ir rápido, ya que quería ir al abismo de kanmangafuchi y se hacía tarde.
Poco más adelante, las cascadas shiraito. No son muy altas, pero es hermoso ver caer el agua por estos parajes en un lugar tan sagrado.
En la siguiente imagen, el santuario Taki'o Takanorisui, otro de los pequeños santuarios que se encuentran en este camino.
Y finalmente, mi lugar preferido de Nikko y, probablemente, de todo Japón (y, con ello, muy probablemente de todo el mundo). El santuario Takinoo, en parte consagrado a la diosa Inari (en zoomorfia de zorro). Es el lugar en el que encuentro más paz, calma, tranquilidad y en el que me encuentro más en contacto conmigo mismo y con, en general, toda esa atmósfera mística del sintoísmo. Podría ser la imagen mítica de los santuarios chinos o japoneses que tienes en mente cuando no conoces el país y te hablan de un santuario o los típicos de las películas de kung-fu que vimos de pequeños. Dos pequeños santuarios puestos uno al lado del otro, color rojo, delante de los cuales se encuentra una pequeña explanada en la que sentarse a meditar, y detrás de ellos 3 cedros enormes consagrados. Maravilloso. Más adelante, la figura de Inari en zorro, un pequeño lugar con banderines con letras en japonés, a la izquierda, una piedra con forma de tortuga con una cuerda sagrada. Es una pequeña maravilla por la que pasa el río cerca. Me senté, hice mil fotos, probé de hacer autofotos sentado meditando. El suelo, con nieve. En general, una auténtica maravilla.
Después, crucé el puentecillo que hay delante del santuario y subí la montaña, para ver si tenía algo de vistas. Llegué arriba, pero los árboles y el resto de montañas no me dejaba ver qué había, por lo que opté por volver abajo y recorrer el camino de vuelta hasta el cruce del inicio, el puente rojo, para que, en vez de ir al pueblo, dirigirme a la derecha hacia el abismo.
Una vez me desvié a la derecha, pasé por la pequeña urbanización que lleva al abismo de kanmangafuchi.
Me detuve a sacar una foto a esa casa abandonada porque siempre que paso por ella fantaseo con remodelarla y poder vivir en ella.
Cruzando el río Daiya. El Abismo queda al otro lado.
Unos baños públicos que no vienen nada mal. A su lado, un parque con unos columpios. Al final del camino ya está el abismo, bordeando el río.
Finalmente, el abismo de kanmangafuchi. Se dice que antiguamente había 100 estatuas de Jizo (bodisatva o quien está en búsqueda de la iluminación) que protege a niños y viajeros. Después de una gran riada por crecimiento del río Daiya se perdieron 30, por lo que han quedado unas 70. Dice la leyenda que es imposible contarlas, pues juegan con el viajero y se cambian de lado. Como se observa por las fotografías, oscurecía, pero la nieve le daba un encanto extra al lugar y, sumado al vaho que salía de mi boca, incluso parecía algo espectral.
Ya casi denoche volvía sobre mis pasos hasta, de nuevo, el cruce del puente rojo y torcer a la derecha para volver al pueblo y buscar un lugar en el que cenar.
Quise cenar en el Shiori, restaurante en el que cené la vez anterior, pero aquella noche estaba cerrado, por lo que tuve que buscar otro. La oferta hostelera es muy amplia y variada (incluso hay una máquina expendedora de sopas). Me decanté por un restaurante típico de pollo frito. ¡Riquísimo!
Finalmente volví temprano al hotel. El hotel era el Hotel Famitec Nikko Station, bastante cercano a la estación. Ya me había hospedado la vez anterior en una habitación doble, que estaba muy bien y a buen precio. El hotel es pequeño y cuenta con habitaciones normales y habitaciones cápsulas privadas (son con cama estilo cápsula pero tiene su pequeño espacio corredor y puerta que las aisla del resto de habitaciones. Esta vez opté por la habitación cápsula (al viajar solo debía buscar la economía). El viaje en sí me resultó muy barato.
Me puse a descansar, pude cargar el móvil y creo recordar que me compré unas patatitas en el konbini (Family Mart) de enfrente. Este día había repetido lugar, Nikko, por lo que al volver solo me resultó algo extraño. Al día siguiente viajaría a Gotemba, a los pies del monte Fuji. Quería hacer una parada en medio camino hacia Ise, otro de mis lugares favoritos de Japón.

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