El autor de aquella novela hizo posible que a cada página que leía sintiera más la necesidad de leer la siguiente... y si al principio me leía cinco o diez páginas al día, acabé por leerme las últimas treinta en apenas dos horas.
Me sorprendí a mí misma devorando aquella delicia como la más golosa entre las golosas en la fábrica de chocolate de Willy Wonka.
Aquella novela me despertó un entusiasmo irrefrenable, hasta entonces nunca sentido, y deseaba que existiera una segunda parte, una tercera, una saga, una enciclopedia entera sobre la obra.
¡Cuanta era mi necesidad por leer a aquel autor que por fin lograba entender la etimología de la palabra filología!
Aquella mañana no pude esperar más. ¡Fui la primera en llegar a la editorial! Y es que quería que Pedro me confesara quién era el autor de aquella obra de arte... el autor...
Siempre tuve la idea de que una persona podía enamorarse de otra a través de sus palabras, de sus escritos, porque mediante ellos, mediante sus palabras, proyectaba gran parte de su personalidad, de sus ideas, de su pensamiento y seguramente incluso de sus vivencias.
El ser que creó aquella novela, aquellos Resquicios resplandecientes, debía ser en apariencia atormentado pero con brillantes toques de genialidad y magia que embriagaba solo con mirar.
Su mirada, seguramente, diría tanto como sus palabras... ¡O más!
Si una persona puede decir tanto con palabras, con la mirada puede... atravesarnos la mente a todos.
Pedro no llegaba. ¡Qué desesperación! Todos habían llegado ya y Pedro se retrasaba.
Claro, me habían dicho que se encontraba en el despacho de Felipe. Deseaba que no fuera por los rumores que circulaban sobre su despido. Al parecer no le gustaba mucho a Víctor, y eso me da mucha rabia, porque a mí ese chico sí me parece sobradamente apto para el cargo, válido, bueno y tantos otros agradables adjetivos que me despierta.
Pero mi mente estaba completamente colapsada por el autor de la novela.
Fui a tomar un café en la sala de descanso mientras salía de hablar con Felipe... los nervios que estaba pasando eran como los de una adolescente cuando va a ver a su estrella musical tras el escenario.
Al volver de la sala de descanso por fin lo vi sentado frente el ordenador, leyendo, esta vez parecía no estar corrigiendo nada.
Escuchaba música, Spanish bombs de The Clash.
Lo vi mirar por la ventana, absorto, mientras la letra de la canción decía "Federico Lorca is dead and gone" y no sé por qué me vino una extraña imagen de él.
- ¡Hola Pedro!-
Pedro se giró, sin sorpresa. Me había visto a través del reflejo de la ventana.
- Hola Sandri. ¿Qué te pareció la historia que te pasé?-
- Mira, de eso quería hablarte. No tengo calificativos para describirla.- Y de pronto me sorprendí a mí misma pensando que estaba enamorada del autor, que sentía verdadero amor por alguien a quien no conocía y a quien seguramente nunca llegaré a conocer. ¡Qué burra!
- ¿Tan mala parece?-
- ¡No por Dios, todo lo contrario! Es la mayor maravilla que jamás ha caído en mis manos.-
Pedro abrió los ojos asombrado.
- ¿Es que a ti no te lo parece, Pedro?-
- No, sí, no sé. Vaya, quiero decir que jamás pensé que nadie hablaría así de esta novela.-
- Bueno... pues yo pensaba que igual tú podías decirme el nombre del autor y... quizá pudiera escribirle y decirle lo mucho que me gustó su novela.-
- El nombre del autor te lo puedo decir, pero igual mejor que le digas tú misma en persona cuanto te gustó su obra.-
- ¿Es que me lo vas a presentar?-
Empecé a ponerme mucho más nerviosa y temía que mi nerviosismo fuera patente. Empezaba a parecer muy tonta...
- No hace falta que te lo presente, lo conoces.-
En ese momento se me cayó el vaso de plástico del café al suelo con el poco de café que me quedaba...
- ¿Estás bien Sandri?-
Y Pedro recogió el vaso, viendo que me había manchado las manoletinas. Sacó un pañuelo de papel del bolsillo y me limpió el calzado.
Reí como una tonta de remate y dije una estupidez:
- ¿Eres gay?-
No es que el hecho de que Pedro fuera gay era una estupidez, que podría haberlo sido tranquilamente y nada hubiera ocurrido... pero fueron los hechos que me hicieron creer aquello. El verlo mirar por la ventana... escuchando Spanish bombs mientras citaban a Lorca... su sensibilidad y sensualidad. Tan fino y tan sensible, tan fuera de nuestra órbita... que al verlo limpiarme con tanta delicadeza sentí que era demasiado detallista, demasiado sensible, era la antítesis a Víctor.
Pedro me miró extrañado, se apartó un poco, tiró el pañuelo de papel a la papelera y dijo:
- ¿Te parezco amanerado?-
- No, no es eso, tonto.- Y dije otra cosa que me salió sin querer decirla. Además de no tener clara su condición sexual voy y le llamo tonto. ¡La tonta soy yo, enamorada de alguien que no sé aun quién es!- No, quiero decir. Pedro, es que estoy nerviosa. No hago más que pensar en el autor del libro. Te pregunté lo de gay porque... no sé, de pronto, el ambiente...-
- ¿Gay, ambiente? Ehhh... Sandri- y Pedro me sonrió- estamos en una editorial, no en un desfile. Aquí el ambiente lo ponen los gritos de Víctor y Mar y las collejas invisibles de Felipe. El resto somos el resto, y claro, la belleza de las chicas de la editorial.-
Y qué idea tan tonta que cada vez que hablaba me parecía más... vaya, haría buena pareja con alguien como Víctor si no fuera porque parece que se odien.
- Oye, oye, pero por favor. Dime. ¿Quién es el autor de Resquicios resplandecientes?-
Pedro sonrió y cerró los ojos antes de responder. A mí me iba a dar un vuelco el corazón porque cuanto más pasaba el rato hablando con el chico más sentía que era él el autor.
Y por fin salió el autor de sus labios:
- El autor de esta novela... soy yo.-
Oh Dios. Cerré los ojos y exhalé un profundo suspiro. Mis piernas temblaban e incluso noté hormigueos por partes de mi cuerpo que no soy capaz de describir.
Estaba delante del autor de esa novela, de La Novela. Y de pronto, mientras había estado manteniendo conversaciones con él, ahora me veía incapaz de articular sonido alguno.
Víctor en esos momentos se encontraba en el despacho del director, Felipe, hablando sobre los cambios... ¡Qué tonta, otra vez, tonta! No se me ocurrió preguntar a Pedro si los rumores de su marcha eran ciertos.
Primero Pedro fue a hablar con Felipe, luego Víctor. Aquí pasaba algo o algo estaba a punto de pasar...
Pero lo único que pude hacer es salir corriendo a hablar con Angie y decirle que Pedro era el autor de Resquicios resplandecientes.
Y yo, enamorada.
Sandri enamorada |
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