sábado, 29 de junio de 2013

2.-Fobias, manías, pesadillas, fetiches y escritores.

Bien... una vez hemos visto que las manías, las obsesiones, esos ceremoniales que la gente aplica alejándose de la concepción social de lo que es considerado un "comportamiento normal" para superar esos miedos, fobias, traumas, y aplacarlos para no tener pesadillas, ataques de pánico, colapsos, o evitar situaciones que ponen en peligro la propia vida del individuo, explicaremos qué tienen que ver los últimos dos factores en todo ello.

Si los ceremoniales sirven para evitar la amenaza, la agresión, los fetiches sirven para incrementar la sensación de bienestar frente a una situación.
Una persona puede usar únicamente un tipo de calzado solo porque le resulte más cómodo para afrontar las situaciones diarias con las que tiene que lidiar. Otro puede llevar un pañuelo usado por su amada en el bolsillo porque con eso la siente mucho más cercana, y siente su compañía, protección e incrementa su seguridad.
Otras personas extrapolan objetos fetiche incluso en el sexo, para que esta acción, lejos de ser algo que les pueda resultar agresivo, invasivo o fortuito, le parezca dulce, agradable, delicioso, deseable, confortable o incluso conseguir un extra de placer sensorial. Puede incluso ser simplemente uso de la imaginación para llegar a producir mayor sensación de placer al practicar el acto sexual.

Así, por la explicación de la ambivalencia freudiana, algo que nos produce dolor extremo también podría estarnos produciendo un placer extremo (y esto explicaría muchas prácticas sado-masoquistas).
Pero lejos de dichos extremos, los fetiches no están para producir ningún tipo de dolor, al menos en un principio, sino para todo lo contrario, llevar al máximo exponente la sensación de bienestar de la persona.

¿Qué tenemos encima de nuestros escritorios?
Ver un escritorio vacío probablemente nos produciría una sensación de angustia que no podríamos explicar, puesto que al parecer es algo inconsciente. Necesitamos llenar nuestros espacios, hacerlos más cómodos, más agradables y placenteros para nosotros mismos. Cómodos, al fin y al cabo.
Para ello, usamos un sinfín de objetos que nos producen bienestar, placer (sea visual o sea espiritual, sea olfativo o sea auditivo) que nos conforta, y nos aleja de sentirnos agredidos.
(Esto explicaría que cierta música nos produce malestar, nos sentimos agredidos por ella, porque crea un ambiente en el que no nos sentimos cómodos [seguramente porque lo desconocemos]).

Sobre el "horror vacui" y la sensación de pánico, miedo inicial que lleva a muchos a llenar su vida ya sea con objetos o conocimientos para evitar ese miedo universal hablaré en otro momento, acabaré explicando la importancia de todo lo anterior para los escritores o algunos artistas.

Muchos escritores sienten la necesidad de llenar sus hojas, sus escritos, sus historias, novelas, poemas o cuentos con determinados elementos recurrentes que dejan huella en todos o casi todos sus escritos, y con los que podemos reconocerles fácilmente.
La mayoría usa sus miedos, fobias, temores o pesadillas para llenar páginas y páginas de textos. Esas fobias, a muchos que los leyéramos, nos pasarían desapercibidas, sin embargo en los textos de muchos escritores quedan plasmados como huellas, como parte de su caracter, de forma sutil en muchos, o muy obvia en otros.

Dalí pintaba hormigas, montones de hormigas e insectos por los cuales se sentía aterrado. Pesadillas que surgían en el surrealismo y... ¿Qué era el surrealismo artístico sino la expresión de nuestros sueños?
Hormigas, huevos rompiéndose, panes, hechos a base de la manipulación de una masa que recrea un acto más erótico que alimenticio mezclando colores y formas, piernas de mujeres con lencería... imágenes de fobias y fetiches de un genio.

Howard Phillips Lovecraft, sin duda, un maestro de la pesadilla, un maníaco de lo inexplicable, explicado desde el horror. ¿Quién sino iba a generar un mito tan fuerte como la creación de Cthulhú? Alguien cuyo pánico fuera su mayor deseo, el mar, un medio por el que sus antepasados llegaron a la tierra en la que nació y en la que moriría. ¿Cómo no mezclar algo conocido como el mar con algo tan inquietante, incierto y desconocido como el cosmos de su época? Ciertamente, el horror extraterrestre entre 1890 y 1937 era mucho mayor del que podamos suponer.

¿Y Jorge Luis Borges?
El gran genio literario, o antiliterario (como afirmaba en muchas ocasiones al desvirtuar de realidad la literatura, poniéndola como engañosa y falsa), cuyo cociente intelectual hacía temblar a los más inteligentes... ¿Acaso él no se encerraba en sus laberintos? ¿Acaso no vería reflejado infinitud de mundos al poner dos espejos, el uno frente al otro? ¿Qué horror le debería producir la proyección de un sinfín de laberintos frente a dos espejos?
Escaleras, setos, calles que se tuercen, laberintos y el otro, ese otro que se ve reflejado en un espejo y que no vemos nunca (porque no podemos arrancarnos los ojos y ver desde otra perspectiva que la que vemos).
¿Qué horror no supone el hecho de no poder ver más que lo que vemos? Para aquellos que queremos conocer más, supone algo verdaderamente terrible.

Proust le daba mil vueltas a sus textos por una magdalena (aunque no fuera el objeto, sino el símbolo, lo que pudiera producirle esa inquietud. El hecho de que un hecho cotidiano pudiera transportarnos años y años atrás en la memoria y revivir miles de hechos al instante).

Poe y sus relatos que quitan el aliento, pegan en la butaca e inquietan a aquellos quienes lo leen. Cuervos, noches, y soledad (temas tan recurrentes entre los escritores).

¿Cómo no mencionar a las mujeres, esas que en las novelas de Ian Fleming parecían simplemente un accesorio del gran James Bond? Tan solemnes e indispensables en novelas de Agatha Christie, tan fuertemente definidas y cuya sensualidad ultrapasaba los sentidos en novelas de Virginia Woolf, en las que incluso los andróginos eran personajes dotados de una dulzura y sensualidad inimaginables en la actualidad.

Todos, o sino la mayoría de escritores introducimos en nuestros escritos una pequeña marca que nos define, que nos calma, que nos hace sentir que lo que escribimos es nuestro, que nos hace sentir que lo nuestro nos conforta, que lo conocemos, y que lo deseamos del mismo modo que lo gozamos cuando lo obtenemos. O que nos hace huir de aquello que nos perturba.

Sin duda, todo escritor se encuentra en una atmósfera de paz y calma cada vez que ejerce de aquello que más y mejor sabe hacer o conoce, escribir.
¿Qué mejor lugar, pues, para un escritor, que escribe por placer, que sus mismos textos para insertar esos elementos que les aleja de sus fobias?

No hay comentarios:

Publicar un comentario