lunes, 29 de octubre de 2018

13 días en Japón: 6. Nara y Himeji, ciervos, templos y tifones!

28 de Julio, sexto día en Japón. Salíamos de Ise, en tren, camino a Nara. Era mediodía (tuvimos que dormir unas horitas más después de pasarnos de 4 a 7 despiertos). De nuevo, un par de trenes, pero pronto llegamos a Nara, nuestro siguiente destino.

¿Qué hacer con la maleta y las mochilas? Lo teníamos fácil, alquilar una taquilla, dos en nuestro caso por el bulto del equipaje. Casi todas las estaciones cuentan con taquillas en las que guardar tu equipaje mientras estás de visita. Entre las dos taquillas pagamos 1000 yenes y podías dejar tu equipaje durante 24 horas. Así que, ¡a disfrutar Nara sin arrastrar maletas ni cargar mochilas! (solo la del agua, gorras y gafas de sol, nuestras herramientas contra el calor).Pero desde el día anterior no hacía tanto calor y corría un poco de viento, muy poco, y caliente. Al estar el cielo nublado nos resguardaba del ahogamiento del sol. En alguna televisión habíamos visto que se acercaba un tifón (hacía poco más de 2 semanas había pasado otro dejando 200 muertos por inundaciones severas, provocando multitud de desperfectos, y un terremoto de 6,1 dejaba otros tantos destrozos en la zona de Osaka).

Dejando de lado las catástrofes, estábamos en Nara, y otro nuevo paisaje se nos abría delante de nosotros. Con 357.000 habitantes, Nara se veía algo más grande (aunque tampoco demasiado más) que el resto de ciudades visitadas hasta el momento (sin contar Tokyo).

Fuimos por una especie de calle principal (sanjo dori) que conducía a los parques y templos del centro. La calle era muy turística, con restaurantes y tiendas de souvenirs para viajeros. Como era hora de comer (horario español), paramos en un restaurante que tenía buen aspecto y que ofrecía un buen menú. Bebida, sopa de miso, yo tallarines y ella una deliciosa ensalada de salmón.

Japón a lo grande, por unos 22 euros.
Continuamos por la calle comercial principal hasta el final. Allí, una pequeña subida te llevaba al primer parque con los primeros templos budistas, el Kofukuji Hokuendo.

El Nan'endō, primer templo, de planta octogona. Enfrente, quemador de incienso.
En la explanada de arriba, girando a la derecha desde los templos de la entrada, encontramos un templo con forma de enorme pabellón, el Chu-Kondo (2).

Chu-Kondo, (acabando las obras) con linterna en primer plano a la derecha.
Templo pabellón visto desde el frente.
Y siguiendo el camino, al fondo, templo To-Kondo (4) con la pagoda Goju-no-to (3). Se puede comprobar como el cielo estaba nublado y a pesar de ello, el calor y la sensación de humedad eran muy fuertes.


Pagoda (3) y templo (4) al fondo.


Goju-no-to (3) Pagoda.
Al lado izquierdo de la pagoda, el pequeño templo, con una pequeña placita enfrente, en la que se puede ver un ciervo descansando (pasando calor, todo sea dicho de paso).

Templo al fondo de la explanada de los templos, To-Kondo.
El ciervo de la placita.
Cuelgo un pequeño mapa del recorrido por los templos, para que os hagáis una idea de la explanada, con los templos numerados:

Recorrido entre templos budistas y Nara Park.
Volviendo a girar a la izquierda, encontramos el parque de Nara, lleno de ciervos y gente alimentándolos por todos lados:
Nara park.
Ciervos majos.



Ciervo majo.
Ciervos, ciervos, y ciervos. A la sombra.
Hola ciervo.
Como hemos visto en el plano, al final, pasamos por la carretera principal y bajamos por un paso de peatones subterráneo para llegar al otro lado de la carretera. Nos dirigíamos hacia el Todai-ji, un enorme templo budista, cruzando a la izquierda. Pero 50 metros antes de llegar, nos encontramos con un santuario, sin tenerlo previsto (en Japón es muy normal encontrarte santuarios y templos por las calles, no viene mal refrescarse en sus fuentes... a pesar de que son para purificarte). Se trata del Santuario Himuro:

Santuario Himuro, entrada.
Interior Santuario Himuro
Interior Santuario Himuro.


Fuente en el interior del templo. Esa fuente sí era para beber.
Antes de llegar al camino que lleva al Todai-ji, siguiendo la misma carretera del Santuario Himuro, nos dio tiempo a entrar llamados por la curiosidad al Museo Conmemorativo de Okumura. Había varias fotografías y piezas arquitectónicas del arquitecto artífice del edificio del puerto de Kobe de 1963, y otras representaciones, así como ejemplos de como las infraestructuras de los edificios modernos pueden aguantar los fuertes terremotos que asolan el país.

Frikada del Okumura Commemorative Museum
Allí dentro, un guía nos estuvo muy amablemente explicando un poco el por qué de la exposición y, al acabar, nos habló del Jongdari, el tifón que se acercaba. Lo gracioso fue que nos decía que éramos muy afortunados, ya que habíamos llegado a Japón justo a tiempo para vivir la experiencia de pasar un tifón. ¿Afortunados por vivir la experiencia de un tifón? Fuimos a Japón para ver el país, disfrutar de su cultura, de su historia, de sus paisajes, de su gastronomía... no para gozar con los desastres naturales. Pero el tipo seguía sonriendo e insistía en que era una suerte haber llegado para vivir esa experiencia. Qué majete...Por cierto, tanto tifón, tanto tifón, y el fenómeno tiene nombre: Jongdari (que en coreano significa "alondra"). Aquí lo tenemos:

Recorrido de Jongdari.
Aun quedaban horas para que el tifón alcanzara tierra y se dejara notar... así que continuemos de momento por Nara.

Nos quedaba por ver lo más espectacular, el templo budista de Todai-ji, con la estatua de buda interior más alta del mundo, de 15 metros de altura. El camino al templo se abría a la izquierda, entre tiendas de madera de souvenirs y un lago a la derecha.

Linternas de piedra frente al lago.
Lago con tori de madera rojo al otro lado.

Y siguiendo el mismo camino de arena, el primer portón hacia el Todai-ji, las bigas de madera sostienen toda la estructura, así como el tejado. realmente impresionante.



Primer portón de entrada al Todai-ji.
Más hacia delante, encontramos una plaza con otro gran portón rojo, custodiado por dos demonios enormes, y una muralla, que preserva en su interior un gran patio verde y el templo de Todai-ji, bueno, y las taquillas para pagar y acceder a él. Desde nuestro lado, aun sin haber pasado dentro del portal rojo, podíamos ver las siguientes vistas:

Portón de entrada del Todai-ji.
Muro y puerta de entrada al recinto de Todai-ji.
A la izquierda, antes de entrar, se encuentran unos contenedores (a veces había que buscarlos para echar la basura), y unos baños públicos. Seguidamente, pasando ya por la puerta, el demonio:


Demonio lateral.
La verdad es que teníamos nuestras dudas de si entrar a ver el templo o no, ya que eran sobre las 17:30 y cerraban en menos de media hora. No sabíamos si nos daría tiempo de ver mucho, pero por suerte como eran unos 4 euros la entrada (unos 500 o 600 yenes), pensamos que igual merecería la pena ver lo que había dentro, aunque fuera un vistazo rápido. ¡Y vaya si mereció la pena! Fue una muy buena decisión. Consejo: si no acabáis de decidiros si entrar o no en algún sitio, entrad, siempre, Japón raramente te defrauda.

Por cierto, el Todai-Ji, con 56 metros de alto, 50 de largo y 50 de profundo, es la estructura de madera más grande del mundo:

Templo de Todai-ji
Todai-Ji de frente
Y una vez en dentro, las estatuas, la de Buda vairochana enfrente, y dos otras doradas a sus lados, no tan grandes, pero igualmente enormes, de la diosa Kannon. Se puede ver la grandeza de la estatua comparándola con la persona que se encuentra inclinada delante de esta:

Estatua de Buda de 15 metros.


Estatua de Kannon.
Kannon y Buda.
Por los laterales, escaleras al segundo piso.
En el interior, al fondo del todo, una estatua de uno de los cuatro reyes celestiales del budismo:

Uno de los cuatro reyes celestiales del Budismo.
La verdad es que tuvimos poco tiempo para quedarnos, apenas unos 20 minutos, poco más, porque ya cerraban. Las tiendas de souvenirs que existen dentro del templo (eso es, el templo es tan grande que incluso alberga tiendas de souvenirs) estaban cerrando y, aunque compramos algún souvenir, nos atendían a prisa para cerrar, lógico. Aun así, nos dio tiempo de verlo todo y salir absolutamente sorprendidos y abrumados por la grandeza del japón clásico. Así que, visita indispensable para viajeros a Nara, el templo de Todai-ji.

Salimos, y por la parte izquierda, antes de salir del recinto del Todai-Ji, vimos una estatua de madera de un ¿simpático... demonio? Al parecer, esa deidad se comía los alimentos que la gente le daba, generalmente fruta, convirtiendo sus vidas en fructíferas y trayendo riqueza y prosperidad. La gente, no sé muy bien por qué, le tocaba la mano levantada y el orbe que sujeta con su otra mano:

Estatua curiosa... ¿no?

Es difícil describir todo lo que se ve y se vive en Japón. Realmente, cada pueblo, cada ciudad, cada paisaje y cada templo y santuario es una vivencia, una sensación, pero todas ellas muy espirituales, muy puras.

Al salir del Todai-ji, nos dirigimos a la izquierda, ya que vimos en el mapa que teníamos que había otros templos y santuarios, más pequeños, por aquella zona, subiendo un poco por el monte.



Tori de entrada a la zona sagrada del monte
A la izquierda, antes de empezar el camino a la zona de los templos y santuarios, queda una especie de monumento o punta sagrada, si no me equivoco entregado por monjes nepalís o tibetanos a Nara.


Monumento sagrado budista.
Arriba, subiendo por el camino diagonal por el tori rojo, quedaba la zona de pequeños templos y santuarios, en donde también existía una zona con restaurantes y, cómo no, una zona con máquinas expendedoras de bebidas, sanwiches y ¡helados! Ricos helados a 140 yenes (1 euro).

Helado de té verde, riquísimo y refrescante.
Y bajando por un lado, el campanario o shoro que alberga la campana del templo o bonsho.

Shoro del Todai-ji.
Fresquitos ya con el helado de té, dimos media vuelta y volvimos por donde vinimos. Antes de abandonar la zona de templos vimos como un monje budista tañía la campana del principio e intentamos hacer un vídeo, pero justo al ponernos a grabar, dejó de tañir, así que... no hay vídeo, pero sí hay monje:

El monje que tañe las campanas.
Nos dirigimos a la estación de Nara, de nuevo, para ir hacia Himeji, donde pasaríamos la noche y por la mañana veríamos el castillo imperial. Fuimos de Nara a Kyoto (20 Km.), y de allí en tren bala hasta Osaka (35 Km.) y cambio de tren bala hasta Himeji (unos 80 Km.).En el trayecto de Nara a Osaka pudimos ver un cielo azul-grana precioso, preludio, pensaba, del tifón que venía. Y es que parecía estar siguiéndonos, pero le llevábamos unas horas de ventaja.

Precioso cielo japonés entre Nara y Osaka.


Más cielo.

En los trenes bala de Kyoto a Osaka y de Osaka a Himeji, en los carteles luminosos de encima de las puertas, anunciaban diversas cosas, entre ellas, lo que parecía una alerta por el tifón, seguramente de cancelación de servicio en las próximas horas a causa del temporal. Eso sí, lo ponía en japonés, pero al ponerlo en color rojo y saber distinguir el kanji de lluvia, el resto más o menos se deducía. Por suerte no nos afectó.

Al llegar finalmente a la estación de Himeji, compramos unos bentos para cenar (cenaríamos en la casa de huéspedes que habíamos reservado) y, de paso, le sacaría alguna foto a la carroza del emperador de la época, que se suele sacar en procesión en fiestas.

Carroza de procesión del emperador.
Llegamos al guesthouse y fuimos bien recibidos, a pesar de llegar casi a las once de la noche (hora en la que los japoneses van por su segundo sueño). Cenamos y nos fuimos a dar un baño. Tenían una especie de bañera/onsen muy cómoda, llena de agua caliente. Después del baño nos acostamos. De madrugada pudimos escuchar la fuerte lluvia cayendo sobre Himeji en la madrugada del 29 de Junio. Jongdari estaba descargando, con fuertes vientos, mientras nosotros permanecíamos a salvo en aquella resistente casa.

Al día siguiente veríamos Himeji y su castillo imperial bajo la fina lluvia e iríamos a Hiroshima, una de las ciudades con más historia, aunque trájica, de Japón. Pero eso será el siguiente día.

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