He querido escribir sobre ello porque una vez me vi en la situación y me reconfortó bastante saber que lo que sentía era muy normal y que había más gente que se sentía así tras una ruptura sentimental.
Cuando una relación fuerte con otra persona se acaba, suelen aparecer diversas sensaciones y sentimientos que acompañan a un estado de ánimo depresivo. El tiempo en que se suceden esos diversos estados anímicos se conoce como el tiempo de duelo por una ruptura sentimental.
La psicóloga Isabel, S. Larraburu divide este periodo en 7 etapas.
1.- Impacto (shock): Es la primera reacción. Paralización, desorientación e incredulidad. Pierdes el apetito, te cuesta conciliar el sueño y sueles tener pesadillas. En ocasiones puede venir acompañada por vértigo, crisis de ansiedad, nerviosismo o pánico, hiperventilación y/o cansancio extremo. Sintomas ligados a un estado de shock.
Suele durar de un día a una semana.
2.- Negación: Es el estado en el que la persona se niega a aceptar que la relación haya acabado. Hay gente que permanece estancada en este estado con la esperanza de que la relación vuelva a ser como al principio.
3.- Pena y depresión: Sensación de vacío, de que te falta gran parte de ti, que no estás completo/a. Esta sensación empuja a muchos a tomar atajos para tratar de dejar de sentirla, como encontrar otra pareja sin haber curado la herida dejada tras la anterior relación, escudarse en promiscuidad sexual, alcohol, drogas, o cualquier otra práctica que puede poner en peligro su salud o incluso su vida.
Tampoco se trata de practicar el celibato ni volverse abstemio, pero sí que hay que tener muy en cuenta que en este estado de depresión los excesos pueden pagarse más caros. Hay que tener especial cuidado.
Si uno se ve estancado en este estado durante demasiado tiempo en este estado es aconsejable que acuda a un profesional que le ayude a salir de él.
Hablarlo, estar con la familia y amigos y exteriorizar tus sentimientos y sensaciones también ayuda a exteriorizar el dolor, no estancarlo e ir aplacándolo poco a poco.
4.- Culpa. Un gran error que tendemos a cometer todos. Nos frustramos por no conseguir los proyectos en común y tratamos de buscar culpables. Primero culpamos a nuestra expareja, parece lo más sencillo. Luego, nos culpamos a nosotros mismos, y es cuando nuestra autoestima cae y nos sentimos afligidos, compungidos e incapaces de pensar en tener otra relación. Nos aterra la idea.
Simplemente no hay que pensar en encontrar otra pareja, sino pensar en estar bien, en trabajar poco a poco para que cada día se sienta menos dolor que el anterior, sin aterrarse por una pequeña recaída (el día siguiente puede ser mejor que el anterior).
Hay que saber perdonarse.
5.- Rabia. Es muy normal sentir rabia al no haber podido concluir un proyecto, como una relación en pareja. No hay que sentirse culpable por sentir rabia, es una forma de superar la culpa.
La rabia nos lleva al nerviosismo y este, llevado positivamente, nos ayuda a trabajar y esforzarnos en superar el dolor. Con rabia nos levantamos cada día y nos decimos "hoy voy a mejorar, hoy voy a salir a correr, a escribir, a decirle al mundo que estoy aquí". La rabia nos empuja a mejorar, aunque sea en un impulso de bana vanidad para demostrar a nuestra expareja (donde quiera que esté) que ha perdido a un/a nº1. (Luego ya estás contento con ser un número siete, nueve o cuatrocientos veintiséis, pero esa rabia es la que te ayuda a mejorar y no sentirte el último mono de la fila).
Por contra, hay gente que se estanca en la rabia negativa, en la ira destructiva hacia su expareja y la persigue con fines vengativos, con insultos, etc.
Eso es totalmente contraproducente. En tu vida, quien importa eres tú, y da igual si tu expareja está feliz o triste, contenta o llorando, lo que importa es que tú estés bien, feliz y hayas dejado de llorar.
Lo que tiene que enorgullecerte es ver que tú mismo/a puedes salir adelante sin que tu expareja colapse tus pensamientos. Te mimes, te quieras y demuestres así que lo estás superando.
Este estado puede sentirse muy al principio o muy tardíamente, dependiendo de la persona.
6.- Resignación. El adiós. Cuando ya se ha superado los anteriores estados, ya se ha alcanzado una calma constante y empiezas a ver que tu vida sigue su camino, hay que concienciarse del adiós, del desapego, de redirigir tus proyectos, energías y pensamientos y centrarlos en ti. Es cuando haces acopio de fuerzas y definitivamente le dices adiós, aunque sea de forma significativa, interiorizada. Aun estando solo/a, sonríes y dices "ha sido bonito, a pesar de que no pudo ser. No te culpo por nada, ni me siento culpable. Así que eso fue todo, hasta aquí. Te deseo tanta suerte como espero tener yo. Aquí vuelve a empezar mi vida sin ti. Adiós".
Parece mentira, pero una vez despidiéndonos de nuestra expareja, aun siendo a modo simbólico, nos reafirmamos, volvemos a sentirnos llenos de nosotros mismos y estamos ya preparados para el paso final.
7.- Reconstrucción. El periodo en el que los días felices superan a los tristes. El periodo en el cual uno redirige sus necesidades y su atención hacia sí mismo. Y es como el volver a caminar después de haberse roto una pierna, simplemente un paso delante del otro, poco a poco, volviendo a recobrar la fortaleza y la seguridad en sí mismo. Volviendo a creer en uno mismo.
Existen varios obstáculos que impiden superar la ruptura según explica el psicólogo Stephen Gullo.
La dependencia. Negación a la aceptación de la ruptura tanto en modo emocional, físico o mental.
Puede venir en forma de:
Obsesión. Llamadas constantes para saber qué hace, dónde va, con quién está, su estado en facebook, a ver si sufre tanto como yo, control de salidas y llegadas a casa, mandar mails constantemente, imaginar que practica sexo con otras personas, escuchar canciones que te recuerden a momentos con tu expareja, leer escritos suyos... Lo mejor es tratar de hacer actividades que requieran tu atención y abandonar la atención hacia tu expareja. Esos pensamientos se irán con el tiempo.
La venganza. Tan inútil como burda. Tratar mal a una siguiente pareja por despecho, exhibirse con otra persona por donde tu expareja pueda verte, y otras tantas acciones absurdas solo llevan a generar más dolor y odio envolviendo a más personas. No vas a sentirte mejor por hacer esas cosas, solo llevará a sentirte más culpable por tales actos (o a que mayor número de personas te desprecien).
Hay que saber superar ese ansia por el dolor del rechazo o se generará más y mayor rechazo.
Exageración. ¿Quién no ha pensado "no hay derecho, yo aquí hecho un mar de lágrimas mientras fijo que mi expareja está pegándose unos fiestones de aupa"? Es muy común (tanto como erróneo) pensar que la otra persona es feliz, se lo está pasando en grande y está en la cima o se siente en ella mientras nosotros estamos hundidos. Como dije antes, es totalmente erróneo pensar eso. Una ruptura afecta a las dos partes. Ambas partes sentirán dolor, pena, tristeza y pesar, pero hay que ir superando ese dolor y el tiempo, con nuestra voluntad para seguir adelante, es la clave.
Las nuevas ataduras: llenar tu vida con exceso de actividades frenéticas (siendo incapaces de poder disfrutar de la lectura de un libro o tener tiempo para la autorreflexión). Buscar relaciones efímeras, solo sirven para tapar el dolor y perder el gusto real por estar con una persona, banalizando el amor. El dolor a la larga volverá a salir, porque el dolor no se supera tapándolo, sino haciéndole frente. Una vez superado se es totalmente capaz de tomar decisiones más acertadas.
Hay que recordar que el sufrimiento puede ser constructivo. El desafío consistiría en funcionar de la mejor manera posible mientras la tristeza prosigue su curso hasta que termina. Lo más destructivo, en realidad, es huir del dolor.
El fenómeno de la mariposa en llamas. Es lo más doloroso que se puede hacer cuando se está en las etapas de duelo tras una ruptura. Es la conducta zigzagueante de acercamiento excesivo y alejamiento a la expareja. Como una mariposa que se ve atraída por una llama, nos acercamos hasta que el rechazo vuelve a hacernos daño como las quemaduras que recibe la mariposa. Sin haber curado esas heridas, tratamos de volver a acercarnos con llamadas, mensajes, regalos, que no hacen más que surtir el efecto contrario al deseado, un rechazo mayor que quema mucho más, nos sentimos más heridos y no hace más que hacer disminuir en cada momento nuestra autoestima hasta sentirnos un mero títere sin voluntad.
Los excesos. Conducta compulsiva de huida del dolor mediante el exceso. El alcohol, las drogas... puede parecer que en principio te alivian, palían el dolor... pero ni de lejos es así.
No solo no calman el dolor, sino que te generan una dependencia que pueden arrastrarte a gastar cantidades desorbitadas de dinero, verte sumido en mayores y numerosos problemas y alcanzar un grado de desesperación y pérdida total. Lo peor que puedes hacerte es abandonarte, porque eres la pieza clave para alcanzar la verdadera felicidad. Y los excesos te separan hasta de ti mismo. Nunca lo has perdido todo hasta que te pierdes a ti mismo.
La elección de pareja por comparación. A menudo se intenta buscar otra persona lo más parecido a nuestra anterior pareja, esto solo es señal de que el dolor no se ha superado. Si por el contrario rechazamos cualquier persona que por algún aspecto nos recuerde en lo mínimo a nuestra anterior pareja, es del mismo modo síntoma de que no ha sanado la herida.
Para acabar, cabe recordar que el fin de algo es el inicio de otra cosa. Tememos esa otra cosa por desconocerla, siempre pensamos que va a ser peor, pero... ¿cómo va a ser peor si estábamos sumidos en un dolor que ni nos permitía avanzar ni ser nosotros mismos? Con recuperarnos a nosotros mismos ya ganamos, todo lo demás dependerá de lo que queramos y lo que no queramos.
Se dice que de un gran sufrimiento reside el mayor bien. En mi caso lo afirmo. Pero no hay que impacientarse ni quererlo ver todo desde un principio con claridad absoluta. Todo requiere su tiempo.
En cuanto al tiempo, es mejor no hacerle caso, ni cronometrar el tiempo que se pasa estando mal, ni calcular lo que queda para superarlo. Todos necesitamos un tiempo, algunos menos, otros más, pero tenemos que darnos tiempo a nosotros mismos para que nuestras heridas sanen.
Lo dicho, estar un tiempo mal, triste, llorar, estar decaído, desanimado... es normal, no tenemos que sentirnos culpables por no poder ofrecer al mundo una sonrisa. Lo que sí estamos obligados a hacer es esforzarnos por que cada día sintamos menos dolor, para que la semana siguiente los días buenos superen a los malos, para que haya un día en que dejemos de contarlos.
Exteriorizar el dolor es bueno, así como compartirlo con tu gente cercana. Te hace ver que es normal sentirlo, aplaca la desesperación y se va disipando.
Es bueno escribir en una libreta como te sientes. Al final, cuando vuelves a leer lo escrito, te das cuenta de lo mal que estabas al principio y de que evolucionas, que ya no sientes nada de lo que sentías entonces, y te sientes aliviado/a.
Por lo demás, no desesperes, date tiempo, dale tiempo al tiempo, rodéate de lo que te haga sentir bien, de tus películas, de tus deseos de la infancia y juventud, de tu música, tus amistades, tu familia, pasea, da largos paseos y observa como el mundo sigue girando. Siéntete una pieza más del engranaje del mundo. E inspírate en él para que tú también sigas girando.
Transforma el dolor en energía, y busca una rutina positiva. Haz ejercicio, cuídate, cultiva tanto tu exterior como tu interior y quiérete cada día un poco más.
Amar el mundo empieza por amarse a uno mismo, pues el mundo no es más que una proyección de nosotros mismos.