jueves, 31 de agosto de 2023

Tigre y león.

Había una vez, un León que vivía muy cómodamente en la selva. Comía lo que le apetecía, cuando le apetecía. Corría por todo el territorio, porque decía que toda la selva le pertenecía, menos un pequeño espacio, que era para los tigres. En esa selva, también vivía un Tigre. Vivía tranquilo, cómodo, seguro y con lo que iba consiguiendo, siempre esforzándose por conseguir cada día un poco más de lo que tenía, pero sin dejar de sentir el aire correr por su pelaje, sin dejar de sentir el sol calentando su cuerpo, sin dejar de sentie las gotas de lluvia refrescando su piel en las tórridas tardes de verano... El León no recordaba nada de eso, estaba muy preocupado por todo lo que poseía y se había vuelto muy ambicioso. Tanto, que veía a los pájaros y pensaba:- ¡Esos pájaros! ¿Quiénes se creen que son? ¡Yo soy el rey de la selva, por lo tanto, el cielo también debería ser mío! Ellos no son dignos de volar libremente. ¡Yo, que pertenezco a la realeza, debería poder hacerlo! ¡Les prohibiré volar!- El León prohibió volar a los pájaros, que fueron al final a vivir con los tigres. El León, veía que nadie volaba, y pensaba que era feliz, pero entonces vio que los tigres y los pájaros reían. Jugaban, lo pasaban bien. El León no entendía por qué podían hacer eso, si los tigres tenían poco espacio y los pájaros no podían volar. Un día, molesto, cansado, triste, el León se acercó a los pájaros y a los tigres y les preguntó:- ¿Por qué reís, jugáis y parecéis felices, si tenéis tan poco espacio, si no podéis volar?- Uno de los tigres le dijo:- Trabajamos juntos, para hacer de este espacio un espacio más hermoso. Porque, aunque sea un buen espacio, pensamos que puede ser mejor si juntos buscamos la forma de que sea un espacio bueno para todos.- El León, extrañado, le preguntó a los pájaros:- Oid, pájaros. Os he prohibido volar. Ahora que no tenéis el cielo, ¿por qué parecéis felices?- Los pájaros le contestaron:- El cielo solo es un espacio, como este. Da igual lo grande o pequeño que sea. Da igual la cantidad de cosas, juguetes, riquezas que poseas, a la larga, todos sentimos lo mismo. El viento sopla igual para todos. El sol calienta igual para todos. La lluvia moja igual para todos. La diferencia está en que mientras unos dejan de sentir la lluvia cubriendo su piel en una tórrida tarde de verano, mientras dejan de sentir la suave brisa de la mañana acariciar su piel mientras pasean... cuando dejan de ver la hermosura de la luna porque no la poseen, sino porque brilla igual para todos... mientras dejan de sentir el calor del sol en un día despejado de invierno... mientras dejan de ver lo blanca que es la nieve en los picos de las altas montañas y mientras dejan de pensar en escalarlas porque saben que son suyas... El resto de nosotros vivimos sintiendo cada caricia de aire como única, porque no es nuestra. Cada rayo de sol como único, porque es un regalo de la naturaleza para todos. Cada gota de lluvia como indispensable, pues vivimos del agua. Y todo ello es libre, para todos. La diferencia está en que quienes creen poseerlo todo, acaban olvidando que hay cosas que jamás podrán ser suyas, porque son de todos y, al final, esas cosas que nos hacen sentir vivos a todos las acaban sintiendo y disfrutando más aquellos quienes no atesorar cosas innecesarias, sino aquellos quienes sienten y se dejan envolver por todo aquello que la vida les ha regalado. El León no entendió nada de lo que los pájaros y los tigres le decían. Así que uno de los tigres siguió diciéndole:- Verás, León. ¿A ti qué te hace sentir más vivo, sabes que tienes kilómetros de terreno que es tuyo pero no moverte de tres metros a la redonda o pasear por él, sin importarte de si es de alguien o no, simplemente disfrutando de las hojas de los árboles, los frutos, la luz del sol filtrándose por las ramas y acariciándote el cogote. ¿O la lluvia? Que cae para todos, nos refresca y riega los campos que da frutos para que todos podamos vivir. - Bueno- prosiguió el León-, la verdad es que lo que me hace sentir vivo es todo lo que decís. Pero hace mucho tiempo que no siento eso.- - Eso es- prosiguó el Tigre,- porque has tenido tanto, que has olvidado tus regalos.- - ¿Mis regalos?- Preguntó el León. - Sí.- Respondió el Tigre.- Todos nacemos con los regalos de la naturaleza. Todos sentimos. Sentimos el aire fresco por igual en los veranos cálidos. La lluvia refrescante en tardes calurosas. La fría nieve en invierno cuando buscamos el resguardo del hogar, sea este grande o pequeño. La sensación es la misma, la de estar en casa. Cuando amaina la nevada, notar la nieve en las manos mientras jugamos con ella. La belleza de las flores en primavera... Pero, quienes se olvidan de todo ello y se centran en poseer, sin control, acaban olvidando lo que nos hace vivos. Acaban dejando de sentir, y quieren que el resto también esté igual. Tú, León, lo has hecho con los pájaros. Les has prohibido volar, porque tú no has gozado del cielo. Nos has limitado a los tigres a este espacio, porque has querido obtener más espacio. Sin embargo, tenías tanto espacio que no lo has disfrutado. Y nosotros, hemos sido felices con el espacio que hemos tenido. ¿Sabes por qué?- -No...- Dijo apenado el León. - Porque nosotros nos teníamos los unos a los otros. Y cuando enviaste a la tierra a los pájaros, nos hicimos amigos, siendo más grande el grupo de amistad que teníamos y sintiendo que no era tan grande el espacio que necesitábamos. Sintiendo que mientras nos tuviéramos, lo teníamos todo.- El León se entristeció mucho. Ya no envidiaba la felicidad de los demás. Sentía pena porque él no era feliz aunque hubiera conseguido que nadie volara por el cielo, ni que nadie se acercara a sus tierras. Finalmente entendió que daba igual quien volara por el cielo, mientras él pudiera sentir el aire moviendo su melena. Daba igual quien recorriera la selva, mientras él también pudiera cubrirse con la sombra de las palmeras, sentirse acariciado por las gotas de la lluvia o poder entablar una conversación mientras pasea por la selva. Al final, el León entendió que no debía pensar tanto en si los demás sentían o dejaban de sentir y se centró en sentirlo él, porque se dio cuenta que su felicidad no dependía de si los demás eran felices o estaban tristes. Se dio cuenta de que su felicdad era sentirse vivo y compartirlo con los demás. De esa forma, todos los animales de la selva compartieron el mismo espacio. Todos se respetaron. Todos sintieron el viento correr por su pelaje. Todos sintieron la humedad de la lluvia en las tardes estivales. Todos bebían del agua cristalina del río, comían la fruta fresca de los árboles y se arropaban con su sombra. Todos acababan sintiéndose seguros en sus casas, refugiados, cálidos, cuando caía una fuerte nevada y al día siguiente todos jugaban juntos con la nieve. Así, los leones entendieron que su felicidad no dependía de la de los demás, sino de compartirla con los demás. De compartir vivencias, espacios, juegos y juntos harían de la selva un lugar mejor en el que vivir. FIN.

Japón 2º viaje. Del 22/12/2019 al 06/01/2020.

Bien, después de un largo tiempo sin publicar nada, me he animado a publicar mi segundo viaje a Japón, algo distinto del primero, ya que, en primer lugar, lo hice en solitario. En segundo lugar, fue en época navideña y fin de año, en invierno. Y en tercer lugar, visité zonas que no conocía, como Hokkaido, Osaka, Kobe y Gotemba. Fue un viaje bastante más extenso, pero para ello contaba con 2 días más que el primero. Esta vez viajé con Alitalia (actual ITA-Airways). El viaje fue bastante agradable, con escala en Fuimicino a la ida y Hong Kong y Fiumicino a la vuelta. Se hizo corto. Aterrizaría en el Aeropuerto Internacional de Narita, Tokyo (a 30 km. del centro de la capital). De nuevo, y como inicio, expondré mi itinerario y una comparativa de tamaños para haceros una idea de la extensión de país que visité.
En el mapa, los puntos rojos grandes representan los lugares en los que hice noche, los pequeños, las excursiones de 1 día. La línea roja gruesa es el vuelo de Narita a New Chitose, la negra es desplazamientos en tren, la lila, la ruta de vuelta (que se corresponde con la negra, menos en ese tramo). Los números, el orden de visitas. El primer día, el 22, aterricé en Narita y, corriendo (tenía apenas 55 minutos) recogí la maleta y me dirigí a las salidas domésticas para tomar otro vuelo con la compañía Jetstar (recomendadísima si voláis internamente por Japón) para volar hacia el aeropuerto New Chitose, en Hokkaido, ya que iba a la capital de la segunda isla más grande de Japón, Sapporo. Durante el vuelo, cuanto más al norte ibas, podías ver la tierra y montañas nevadas, hasta la costa. Grandes capas de nieve se agolpaban en todo el terreno, creando un paisaje relajado, calmado, blanco, puro, apabullante. Al llegar al aeropuerto tomé un tren hacia Sapporo. Llegué sobre las 15:00 a la capital del norte. Una hora más tarde anochecía. El segundo día sería de puras excursiones. A Jozenkai, para visitar sus onsen (baños de agua caliente, algunos al aire libre), luego a Yoichi para visitar las destilerías y museo de whisky Nikka. Después, Otaru, la "Bruselas" japonesa. Ese día, volver a Sapporo para el día siguiente ir a Sendai. En Sendai, visita al castillo y a la estatua gigante de mármol blanco de la diosa Kannon, impresionante verla de noche (bueno, impresionante verla en cualquier momento, es casi aterradora). Día 25, visita a Nikko. Día 26, visita a Gotemba, a los pies del monte Fuji. Día 27, visita a Ise (donde se encuentra el santuario más sagrado de todo el sintoismo). Día 28, Osaka (espectacular ciudad moderna con gran despliegue de ocio). Día 29, Kobe (gran olvidada y muy grata visita). Día 30, Hiroshima. Día 31, Miyajima. Días 1 y 2, Kyoto. Días 3, 4 y 5, Tokyo (el 6 fue la vuelta :( ) ¿Y qué distancia recorrí? Pues cuelgo un mapa comparativo de Japón con España y Francia:
A pesar de su longitud y de contar con hasta 13.000 islas (la mayor parte inhabitables), Japón contaría con 2/3 partes del tamaño de España, ya que a lo ancho apenas 200 kilómetros separan el mar de Japón y el océano Pacífico. ¿Qué sensaciones y diferencias encontré con el primer viaje? Bueno, en los lugares comunes, visitados anteriormente, nostalgia. Tenía recuerdos de los lugares en los que ya había estado que me transportaban al pasado. Podría decirse que era una sensación agridulce. Por una parte, no estaba sintiendo lo mismo que al principio. Era un lugar, una zona, que ya conocía, y al volver en solitario no sentía lo mismo. Por otra, conocía la zona, sabía lo que había, cómo interactuar con el entorno, y aunque no me supusiera la fantasía inicial de sorpresa, sí me producía cierta sensación de calma, de mímesis. Podía sincretizarme con el entorno en el que me encontraba porque lo conocía. En cuanto a los lugares nuevos, nuevas sorpresas, nuevas sensaciones. Japón es un país que te bombardea con estímulos que cuesta asimilar, porque te son muy novedosos, distintos, desconocidos o sorprendentes. Incluso difíciles de descifrar, decodificar o entender. Eso hace que el tiempo se acelere, que tu sensación sea la de fluir constantemente y pasar de un lado al otro sin apenas haber asimilado lo que has visto. Pues eso es Japón. En los siguientes posts voy a detallar día a día todos los lugares que visité en este viaje. Espero que los disfrutéis.