domingo, 28 de enero de 2024

Japón, 2º viaje 2º día: Sapporo, Jozankei, Otaru y Yoichi, carrera de sensaciones.

Quise aprovechar el segundo día de viaje para visitar un montón de lugares y realizar algunas actividades por Hokkaido, antes de abandonar la isla del norte, así que me desperté tan temprano como pude (alrededor de las 6:40). Me levanté y fui a desayunar con el vale desayuno que el hotel ofrecía para poder ir o bien a un lugar donde preparaban unos fideos udon buenísimos o bien a un mcdonalds. Fui al local de los fideos.
El local de madera constaba de apenas 4 o 5 taburetes en los que poder sentarte a tomar un calentísimo caldo de fideos udon. Ardía. Fuera hacía entre -5 y -7 grados. Daba gusto llevarse algo caliente a la boca, pero aquello era extremadamente caliente. Pero riquísimo.
Después del delicioso caldo con fideos, fui a la estación de autobuses (cerca de la estación de trenes), donde después de dar vueltas daría con el andén por el que salía el autobús a Jozankei, el pueblo de los onsen. Por el camino saqué alguna foto más de Sapporo.
Enfrente de donde desayuné, cartel de publicidad de la destilería de whisky Nikka, lugar al que iría después de los Onsen, en Yoichi.
Edificio con restaurante de cangrejo. El cangrejo es muy típico de Sapporo.
Detalle del rótulo del restaurante de cangrejo (que mueve las patas y los ojos).
Pasillos y galerías subterráneas que cruzan gran parte de la ciudad. Estas galerías forman como una ciudad subterránea de restaurantes, tiendas y cafeterías y otras tiendas. Decidí acortar cruzando por debajo.
Y salí cerca de la torre de Sapporo, a casi las 8 de la mañana. Se me hacía tarde. Debo añadir que la estación de autobuses es un poco liosa. Las taquillas suelen estar en el piso de arriba (subiendo por unas escaleras desde los mismos andenes). No obstante, el billete para ir a Jozankei se compra en una taquilla desde el mismo anden. Una vez comprado el billete de ida y vuelta y con el paisaje de Sapporo completamente nevado, me dirigí hacia los onsen de la ciudad termal de Joaznkei.
En un trayecto aproximado de 1 hora llegamos a Jozankei, al sur, suroeste de Sapporo, como en un valle entre montañas por el que pasa un río de agua cálida por las aguas termales que transcurren subterráneas.
Al llegar, la temperatura era de -7º. Hacía un frío intenso con cierta humedad. Fue el día que más frío pasé. Las manos se me congelaban. Claro, trataba de calentármelas en las múltiples fuentes de agua caliente que hay por todo el pueblo, pero al no podérmelas secar bien del todo, la humedad hacía que el frío se intensificara, por lo que me fueron muy bien los guantes que llevé.
Aquí un pequeño santuario con una de las múltiples fuentes de agua caliente que había repartidas por todo el lugar.
Detalle de la fuente (puedes meter los pies en ella).
En la fotografía anterior, unos Kappa. Los Kappa son unos Yokai o espectros del folklore japonés. Estos se supone que son más poderosos que los seres humanos y por ello suelen ser arrogantes. Para evitar conflictos con los humanos, los Yokai viven en zonas despobladas o poco accesibles. Los Kappa tienen forma de reptil o tortuga con ciertas características humanas y suelen preferir zonas cercanas a aguas termales. Abajo, cascadita urbana de agua caliente (prácticamente metí las manos en todas las fuentes que encontraba).
Como se puede apreciar en las siguientes imágenes, estaba todo absolutamente cubierto por el manto blanco de la nieve.
Caminando por las calles traseras (si se les podía llamar así, pues todo era nieve y había que ir con cuidado pues podías meter el pie en un hoyo y acabar cubierto completamente por la nieve, ya que apenas se veía por dónde se pisaba) encontré un balneario en ruinas. Me llamó la atención (esos rincones con cierto encanto decadente suelen evocarme historias y me dan cierta paz).
Allí me di la vuelta y volví a la carretera principal hasta un desvío que llevaba a un puente. Hay que decir que todo el pueblo está lleno de onsens de todo tipo, cubiertos, semi cubiertos y al aire libre. Continuaba haciendo mucho frío y las manos se me entumecían. Un puente cruzaba el río cálidoy al otro lado, siguiendo el camino, estaba el hotel que contenía el onsen al que iría a resarcirme del frío.
Detalle del humo saliendo por entre tuberías en el río.
Más koppas.
Los hoteles balnearios se agolpan a los lados del río Toyohira.
Me acerqué a una plaza llena de fuentes, arrollitos y pequeñas cascadas artificiales de aguas calientes antes de ir al hotel seleccionado para darme el baño.
Al fondo a la izquierda, vista del Jozankei Hotel o Jōzankeionsennishi. El hotel con aire nostálgico de la era Showa (1926-1989) en la que gobernó el emperador Hiro Hito.
El hotel por dentro, realmente, evocaba a una época pasada no remota. Quizá principios de los 70. Amplio hall con taquillas en las que dejar los zapatos. Acabados de madera oscura y lámparas de cristal. Alfombras e iluminación tenue e, incluso, animales disecados. Pagué 850 yenes (en aquel año, unos 6 euros) por el onsen y valió todos y cada uno de los céntimos que pagué.
Solo pude sacar fotos de la entrada y taquillas del onsen, ya que no estaba permitido entrar con cámaras al interior de los baños, pero puede verse la cálida atmósfera del pasado entre maderas, espejos y cristales.
El interior era sublime. Lámparas redondas en la pared, enormes murales en la sala principal en la que había 4 piscinas. Una de agua templada (unos 35 grados) con rocas, alargada; otra redonda, grande, caliente, a unos 40 grados. Y arriba, en la misma sala subiendo unas escaleras, dos piscinas redondas más pequeñas; una de ellas a 42 grados y la otra a unos 45 grados, ardía. Me quedé un buen rato en las piscinas, observando el mural de pequeños azulejos que formaban un mosaico de temática olímpica, con los 5 anillos, y de estilo de finales de los 60, principios de los 70, quizá con motivo de los juegos olímpicos de invierno de Sapporo del 1972. Fascinado por las tonalidades verdosas del lugar, deseé que se detuviera el tiempo, pero por falta del mismo decidí continuar el circuito. Llegué a una sauna en la que estuve poco tiempo, lo reconozco, después de sudar mares. A la izquierda seguía un pasillo por una puerta metálica con cristales esmerilados. Ella me condujo a una sala con una piscina de agua caliente semi cubierta. Por la parte de arriba, enfrente, se abría al exterior unos amplios ventanales por los que veía nevar mientras estaba a unos 40 agradables grados de temperatura. Fue todo un regalo, me encantó la experiencia y fue una muy buena elección. A pesar de tener que ir a la carrera para no perder el autobús de vuelta a Sapporo hacia las 12:30, el rato de desconexión y viaje en el tiempo que pude disfrutar fue indescriptible.
En la imagen de arriba, el Jozankei Hotel. Por lo que he leído, cerrado desde la pandemia de covid-19. Fui de los últimos huéspedes en visitar el hotel, pues prácticamente tres meses después cerraría. (Finalmente he encontrado unas imágenes por internet del interior de los baños del hotel [cerrado desde el 6 de marzo del 2021]).
De camino a Sapporo volví a recoger alguna instantánea del paisaje nevado. La verdad es que me encantó viajar en esa época del año. Adoro que Japón sea un país de estaciones meteorológicas muy marcadas.
Estación de tren de Yoichi (no recuerdo bien, pero seguramente comería alguna cosa rápida de algún konvini (tienda de conveniencia o pequeño supermercado como 7eleven, FamilyMart, Lawson o similares).
Llegar al museo de la destilería Nikka es muy sencillo. Una vez sales de la estación en Yoichi, cruzas la plaza y sigues recto, cruzas una carretera y prácticamente estás en la destilería.
La entrada rondaba los 3/4 euros (entre 350 y 500 yenes, no recuerdo bien el precio pero no era caro). El recinto es enorme y está lleno de almacenes antiguos llenos de barricas de whisky y alambiques.
El camino estaba muy bien marcado, a pesar de las intensas capas de nieve que lo cubrían. Ciertamente, el enorme recinto se encuentra lleno de espacios que visitar.
Puedes visitar la que fue la casa de Masataka Taketsuru, fundador de la destilería Nikka y reconocido como el padre del Whisky japonés. Venía de una familia de productores de sake en Hiroshima, pero pronto se interesó por el licor escocés y viajó como estudiante a Escocia. Allí se enamoró y casó con una mujer escocesa y al volver a Japón fundó la destilería Nikka en 1934 en Yoichi, Hokkaido. ¿Por qué en Hokkaido? Pues dijo que el clima le resultaba parecido al de Escocia.
Más barriles y alambiques.
Antes de llegar al lugar en el que haces una degustación de tres tipos de whisky (que viene incluido en el precio de la entrada) encuentras un elegante bar a media luz. No sé bien por qué no tengo fotos de ello, pero el lugar me pareció agradable. Tenían distintos tipos de whisky y probé uno que costó 10€. Y es que el Taketsuru de Nikka en Yoichi fue el whisky ganador del primer premio internacional en 2014.
Recuerdo que el camarero, bien uniformado y con guantes blancos, fue muy educado, correcto y cerimonioso. Le estuve hablando de que venía de España, que apenas hablaba japonés, que mi padre fue torero... y se limitaba a decir "hai" e inclinar la cabeza suavemente en señal de reverencia. Enterarse no sé si se enteró mucho... pero el whisky estaba impresionante. Me lo puso con soda y hielo. Al fondo de la siguiente imagen, el restaurante café en el que puedes hacer la degustación de tres tipos de whisky (que ya no el bar, ya que tienes que salir y seguir el camino).
Eran las 17:30 aprox. Ya anocheció (de hecho, fue anocheciendo ya antes de la última cata). En invierno a las 16:00 empieza a anochecer en Hokkaido. Los tres tipos de whisky de la cata también estaban estupendos. Uno, especialmente, me resultó peligrosamente dulce, con tonos de manzana ácida. Me encantó la visita (y la recomiendo a quienes les guste el whisky y la historia).
Volví a la estación para tomar un tren de vuelta y parar en Otaru, la ciudad de los canales de estilo belga, no sin antes detenerme a hacer unas fotos a la plaza de Yoichi frente a la estación.
Otaru, en principio parece una pequeña villa, pues no te da la sensación de que esté muy poblada ni ves grandes edificios, no obstante cuenta con más de 137.000 habitantes. Sus canales recuerdan a los de Bélgica.
Allí tuve la posibilidad de adaptarme a la extraña tradición de los japoneses de comer pollo frito de la cadena Kentucky Fried Chicken por navidad (en efecto, después de la segunda guerra mundial los locales de comida rápida yankee fueron poblando el país nipón, ya que la tendencia y el país de referencia de entonces fue los Estados Unidos de América. Un anuncio comercial de mediados de los 70 en Japón sugirió que era tradicional celebrar la navidad comiendo pollo frito [cabe remarcar que en Japón existe el karaage, un pollo frito empanado que se asocia a comida de fiesta]. A principios de los 80 y habiendo recuperado Japón y los japoneses un alto nivel adquisitivo, el consumismo se disparó, por lo que se generalizó comer pollo frito del KFC por navidades, entre el 23 y el 25 de diciembre). Bien, estaba a 23 de diciembre... pero opté por ignorar esa extraña y dudosa tradición procedente del merchandising y busqué un local más autóctono.
Me topé por casualidad con esta taberna que hacían delicioso pescado a la plancha y no dudé en entrar. De hecho, me llamó la atención lo muy tradicional japonés que parecía el lugar, y lo que buscaba de aquel viaje era, precisamente, lo autóctono. (KFC lo hay en medio mundo, aquella taberna únicamente estaba en Otaru).
Me pedí un pescado a la plancha, absolutamente delicioso (agradezco el haber elegido lo autóctono). Y entonces empecé a hablar con un hombre que se sentaba a mi lado, a la izquierda. No recuerdo su nombre, solo recuerdo que hablábamos como podíamos, en inglés macarrónico y gestos y japonés mal entendido, una gozada. Después de estar hablando un buen rato, me invitó a probar otro pescado.
De hecho me pagó la cena entera. Brindamos con sake y le agradecí mucho su gesto. Aunque en un principio yo no acepté la invitación, él dijo "es navidad, acéptalo como regalo de navidad". No pude negarme a la invitación, pensé que quedaría descortés. En la siguiente foto, a la izquierda, el hombre que me invitó. Muy amable, muy simpático. Me sentí muy acogido en este segundo viaje.
Después tuve que irme, no sin antes fotografiar el lugar por dentro. El hombre me preguntó si tenía modo de llegar a Sapporo (creo que se estaba ofreciendo a llevarme), pero le dije que iba en tren, que no había problema.
Como se ve en la imagen, las 21:46 cuando estaba por la torre de Sapporo. Esa noche me acosté temprano (al día siguiente me tocaba madrugar para irme a Sendai. La idea era levantarme a las 6 de la mañana. -6º. Me acosté con una agradable sensación de haber vivido muchas experiencias en un solo día. Muy satisfecho. Con ganas de seguir disfrutando del viaje.