jueves, 27 de septiembre de 2018

13 días en Japón: 3. El monte Fuji y el lago Kawaguchi.

Despertábamos con las vistas de las montañas de Nikko, muy temprano, ya que debíamos llegar a Kawaguchiko, ciudad de la región de los cinco lagos que rodean al Monte Fuji (no será necesario adelantar que es un paisaje espectacular).

Buscamos una cafetería abierta (aun no íbamos a atrevernos con los desayunos japoneses). Eran las 8, apenas empezaban a abrir algunas. Pronto vimos una cerca de la estación de trenes. Estaba abierta, y ofrecía unos dulces, pastas, croissants, chocolates y buen café. Le pedimos al amable dependiente un par de cafés con leche y alguna pasta mientras nos ofrecía varios surtidos de dulces y nos indicaba que podíamos sentarnos y él mismo nos traería a la mesa lo que pedimos.

Cafetería cerca de la estación de Nikko.
Y después, al Nikko express:

Nikko express en la estación de Nikko.
En Utsunomiya hicimos el primer transbordo de 4 (en total tuvimos que subirnos a 5 trenes para llegar a Kawaguchiko, y aquí estaba un poco la pega del JR Pass, que no te lleva a todos los rincones, hay que pagar algún tren o autobús extra y te hacen subirte a varios trenes, combinar horarios, etc.).

Tren bala de Utsunomiya a Tokyo.
En Tokyo nos subimos a otro tren, y los dos siguientes... ya ni recuerdo, pero finalmente, después de 6 horas, llegábamos a Fujikawaguchiko, nuestro siguiente destino. Mereció mil veces la pena.

El día estaba bastante nublado, quizá chispeó un poco, muy poco, permaneció nublado todo el día, algo que hizo que las temperaturas no fueran exageradamente calurosas.
Desde la estación de Kawaguchiko llamamos al hotel en el que nos hospedábamos aquella noche para que vinieran a buscarnos. Tenían servicio de recogida a la estación gratuito.
Y al llegar al hotel, el recibimiento fue fantástico. A Cris le dieron un Yukata a escoger entre unos cuantos y yo tenía el mío en la habitación. Y nos obsequiaron con un par de zumos naturales frescos, muy apetecibles, frente a las magníficas vistas "es todo tan hermoso...":

Zumos naturales frescos de frutos rojos frente al lago Kagawuchi en el hotel.
El hotel, para los que queráis hacer una visita y disfrutar de una estancia más estilo tradicional, era el Rakuyu, un hotel de estilo Ryokan. Los Ryokan son alojamientos más tradicionales, de suelo de tatami (tarima de paja de caña de bambú), en los que te descalzas antes de entrar a la habitación y vas en zapatillas para no dañar el suelo, te paseas en Yukata o Kimono (el Yukata es como un Kimono, pero más ligero, de verano), y suelen tener amplios baños tradicionales japoneses conocidos como Onsen.

Habitación con tatami y futones (colchones japoneses) en el suelo.

Con vistas al lago Kawaguchi
Preciosas vistas desde la habitación.

Después de una breve sesión de fotos en la habitación, fuimos a comer algo (que ya era hora). Encontramos una especie de supermercado familiar, Takadaya, con bentos que podíamos calentar allí mismo, en un microondas. Por cierto, si os dicen "sono mama", es como un "just" en inglés, es decir "simplemente". Es lo que nos dijo la dependienta cuando le pregunté si podíamos calentar los bentos en el microondas sin sacarle el envoltorio. Un clarísimo "sono mama..." y algo más que no llegué a comprender.

Continuamos caminando un poco hacia la parada de autobuses hasta ver un lugar en el que sentarnos a comer nuestros bentos. Por cierto, bento es como se conoce a las cajitas (de madera generalmente) que contiene comida hecha lista para comer o calentar y comer. Sería como un pequeño menú precocinado.

Lo que veis apenas llega a los 6 euros y sacia a dos personas.
Seguimos hasta la estación de autobús (al lado de la de tren), y desde allí fuimos en autobús hasta la estación 5 de la línea Fuji Subaru, a 2500 metros de altura en el monte Fuji. Lamentablemente nos siguió la espesa niebla y apenas nos dejaba vislumbrar la cima del Fujisan. El autobús tardaba una hora en llegar al destino.

Cima del Fujisan desde la Subaru 5th station.

Recorrimos poco más de un kilómetro de ida y vuelta, que equivalían a unos 250 metros de subida a la montaña. Estaríamos a unos 2700 metros de altura.

La montaña más sagrada de Japón, el Fujisan.

A veces la niebla daba un poco de tregua.

Camino ascendente al monte Fuji.

Otras veces la niebla no daba tanta tregua.

Camino ascendente al monte de más de 3700 metros de altura.
El monte Fuji (o Fuji-san en japonés) es un volcán compuesto (más de un cráter) de 3776 metros de altura, la montaña más alta de todo Japón y uno de los lugares más sagrados. La última vez que entró en erupción fue en 1707. Hasta el siglo XIX estaba prohibido que lo ascendieran las mujeres.

Belleza natural captada por nuestra cámara en el Fujisan.
Llegamos a un punto en el que había un control y avisaban de los riesgos de seguir ascendiendo a la gente que no iba preparada. Nosotros íbamos de verano total, manga corta y pantalones cortos. La temperatura en la cima descendía a los 4 grados y los vientos eran muy fuertes, así que ni por asomo íbamos a intentar ascender (quedará para la próxima visita).

Bajamos de nuevo al punto de recogida del autobús y volvimos con él a Kawaguchi. Para la cena volvimos a comprar unos bentos y regresamos al hotel.

Viajeros en Yukata.

La cena está servida.
Después de cenar fuimos a darnos un relajante baño en el onsen del hotel. Un onsen es un baño tradicional japonés, puede ser público o privado, generalmente separado por sexos, y que se encuentra o en la naturaleza al aire libre con aguas termales, o en espacios cerrados.

Para bañarse en estos lugares también hay que pasar por un pequeño ritual de purificación (o limpieza) antes de entrar a la bañera o piscina de agua caliente, a la que, obviamente, accedes completamente desnudo/a. Primero vas a la zona de duchas, hay algunos barreños que puedes usar para echarte agua por encima, y lo aconsejable es lavarse todo el cuerpo con gel (cabello incluido, con champú) antes de entrar a la zona de baño. Una vez limpio/a, purificado/a, entras a la bañera o piscina o zona de baño.

En el hotel teníamos una gran zona de baño, de unos cinco metros de largo por dos de ancho, con una barandilla de cristal que te permitía ver el lago por la noche mientras te dabas el baño, semicubierto por el techo, quedando el frontal al aire libre.

Bañarse por la noche, frente el lago con las luces de alrededor, las siluetas de las montañas, sintiendo el calor del agua mientras la suave brisa de la noche de verano de japón te acariciaba era tan relajante y agradable... sin duda, es una de las cosas que más recomiendo si se visita el país. Eso sí, si se hace en otra época de menos calor, mejor. Aquella noche permanecer mucho tiempo en las aguas calientes del onsen llegaba a ser agobiante. Demasiado calor. Así que estuvimos una media hora, yo quizá un poco más.

Al salir, tienes que volver a ducharte (aunque el gel y el champú ya no sea imprescindible), para finalizar el ritual del baño.

Después fuimos a la zona de recepción, donde hay cómodos asientos con mesas frente un amplio ventanal con vistas al lago, a tomar un té antes de irnos a acostar.
Era la primera noche que dormíamos en un futón y, la verdad, podría ser la noche que mejor dormí. Muy cómodos, pasamos una noche muy relajada con un profundo y placentero sueño.

Fujikawaguchiko aun nos reservaba una grata sorpresa más. Habíamos pagado por el desayuno en el hotel. Bajamos a desayunar a las 7:30 (nos quedaban otras horas de viaje hasta Shirakawa-go), y nos encontramos con todo este manjar:

Nuestra mesa (con nuestros nombres) lista para el desayuno.

Completo desayuno japonés, como Kamisama manda.
El desayuno incluía sopa de miso, pescado frito, tortilla, ensalada, tempura, vegetales hervidos, zumo de zanahoria, té verde, una especie de yema de huevo dulce con algo parecido a jamón, arroz (el arroz es básico en casi todas las comidas), unas albóndigas con carne y yoguro (y alguna cosa que me estaré dejando).

Después de hincharnos a comer (ese desayuno nos saciaría casi hasta la noche), los del hotel nos volvieron a dejar en la estación de autobuses, donde nos subiríamos a uno que fuera hasta Takayama, y de allí otro autobús hasta Shirakawa-go, nuestro nuevo destino, aldea medieval samurai, otra maravilla más de Japón.

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