miércoles, 3 de diciembre de 2014

El Ébola no interesa a farmacéuticas ni gobiernos.

38 años después de encontrar el primer caso de Ébola en el Zaire (actual República Democrática del Congo), no se ha hallado ninguna cura para esta enfermedad.

Este virus, que empieza mostrando síntomas de fiebres altas, dolor muscular y malestar generalizado y que se dan entre las primeras 48 horas después del contagio y las tres semanas siguientes y prosigue con dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarreas hasta derivar a hemorragias internas, tiene una tasa de mortalidad de entre el 40 y el 90%.

La Organización Mundial de la Salud ha estimado que la cifra de muertos hasta el momento es de 6.055, de unos 17.000 contagios. Los países más afectados son Gabón, Uganda, República Democrática del Congo, Nigeria con 19 casos documentados, y ha tenido este año un brote especialmente virulento en Guinea, Liberia y Sierra Leona, causando 1.145 muertes de 2.127 contagios.

El ciclo del virus empezó por el contacto del humano con fluidos, orina, sangre, o carne de otros animales como los chimpancés, gorilas, monos, antílopes o murciélagos de la fruta. Estos últimos suelen ser cazados y comidos por los habitantes de los países de contagio, por lo que el ciclo viral pasa entre animales y entre animal y humano, contagiándose entre humanos luego.

¿Por qué en casi 40 años de esta tan mortal enfermedad de los que se calculan una media de mil contagios al año no se ha encontrado cura alguna?

Bueno, la respuesta podría ser tan sencilla como el hecho de que la enfermedad no haya salido del continente africano hasta hace escasamente un mes, con los dos casos de contagio, uno en España y otro en E.E.U.U., que acabaron por no pasar de un simple contagio.

Las empresas farmacéuticas, las más importantes inversoras del sector privado en investigación de fármacos, vacunas y soluciones, no ven beneficio alguno en invertir dinero para una medicina que no podrían vender por afectar a una población pobre en recursos y los gobiernos no ven tampoco interés en incrementar su deuda apostando por la sanidad de países extranjeros (los hay, incluso, que no apuestan ni por la sanidad de su propio país, como el caso del gobierno español, especialmente severo en recortes en la sanidad pública).

Así pues, como ya pasara con la malaria y el cólera, el ébola, según el paradigma de los gobiernos del primer mundo, es un problema de pobres y para pobres. Parece ser que nunca será tomada en consideración hasta que el hijo de algún rico inversor quede infectado por el virus.

Posiblemente el susto del contagio del 2014 en España y E.E.U.U. acelere el proceso de investigación, ya que los gobiernos de países de otros continentes se percataron del alto riesgo al que estaban expuestos con los constantes viajes de ese país y a ese país y todo ello a pesar de las estrictas medidas de seguridad (a menudo llevadas a menos). Sin embargo seguirá siendo difícil la inversión de capital privado mientras las farmacéuticas no vean un beneficio como el que los resfriados, sidas, neumonías y otras enfermedades que sufre el primer mundo les da.

Los que sí se implican son héroes en el anonimato que arriesgan su vida por tratar de hacer más confortable la vida de los más desafortunados. Médicos, enfermeros y donantes al servicio de ongs o por cuenta propia que viajan a África o que trabajan en la distancia para devolverles los derechos de la vida a la gente castigada del continente olvidado.

Virus del ébola

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