lunes, 19 de agosto de 2013

El destino. ¿Se escoge o te viene marcado? 1.

Cuando pensamos en el destino, a todos nos viene a la mente el camino que recorremos a lo largo de nuestras vidas.

Para muchos, este camino viene ya marcado y es ineludible. Si te tiene que pasar algo bueno o malo en la vida, así como si no te pasa nada, es cosa del destino.
Esa forma de pensar aliena cualquier voluntad del ser humano en cuanto a toma de decisiones se refiere. Nos despoja de esa capacidad. Nos hace ser portadores de vida vacíos de voluntad, a merced de otras energías o seres que son quienes nos lanzan a nuestro destino, sin que podamos hacer nada para evitarlo.

Si un niño muere atropellado una mañana era porque ese niño debía morir, porque su destino estaba marcado o porque un ser superior así lo decidió... O no...
Podría ser que ese niño muriera a causa de las lesiones que sufrió por el atropello de un coche, conducido a gran velocidad por un hombre al que esa mañana le habían avisado de que su mujer estaba ingresada de gravedad en el hospital al tratar de desangrarse tras practicarse cortes en las muñecas con un cuchillo de cocina.

Si así fuera, ya no estaríamos hablando de destino, sino de causalidad.
El hecho de que un matrimonio se amara dio como fruto una hija que se crió muy aferrada a ellos, generándose un vínculo afectivo tan grande que cuando sus padres murieron se vio tan sumida en una gran depresión que trató de quitarse la vida, provocando que la hospitalizaran y que avisaran a su marido, que tomó el coche con urgencia y condujo a gran velocidad por la ciudad sin cuidarse de los riesgos de ejercer esa conducción, atropellando a un niño que estaba cruzando la calle justo después de haberse detenido a atarse los zapatos que llevaba desatados.

De ese hecho hemos podido desglosar una cadena de causas que han concluído en el accidente, pero la cadena de causa/efecto podría llegar a desglosarse mucho más, hasta el descubrimiento del fuego, hasta la creación del Universo, hasta el Big Bang, hasta...

Cuanto más atrás en el tiempo vamos para desglosar la cadena causal, nos damos cuenta que más gente se ve involucrada. La madre del niño, que decidió comprarle unos zapatos de cordones y que dejara de usar zapatos con cierre de velcro. El inventor de los zapatos de cordón, el fabricante del coche, el que le suministró gasolina, Graham Bell y Antonio Meucci por el teléfono, a los respectivos padres, a los controladores de los semáforos que hicieron que el niño se detuviera un minuto y cuatro segundos, a los padres, a... hasta llegar al punto de energía concentrada que originó el universo como causante de todo.

Pero la cosa se complica cuando pensamos que miles de millones de causas pueden provocar otras tantas consecuencias, incluso que varias causas converjan en una única consecuencia. Estaríamos hablando de encadenamientos entrelazados de consecuencias.
Que el panadero vaya a trabajar malhumorado por no haber tomado su café mañanero y me venda una barra de pan de mala gana, puede influir en mi estado anímico y de mi estado anímico pueden depender varias decisiones que tome a lo largo del día.
La consecuencia de no haber tomado café esa mañana del panadero (el mal humor) se cruza con mi consecuencia de haber pensado en cenar un bocadillo de jamón, y de ello surge otra consecuencia, que su mal humor me deje taciturno, no recuerde comprar zumo de naranja, mi padre tome a la mañana siguiente café por zumo, le siente mal, emboce el lavabo de su trabajo y lo despidan por ello...

Decisiones. Decisiones que tomamos constantemente y que pueden provocar consecuencias que llegamos a desconocer. Y de eso va la cosa.
Para mí, el destino es tanto las consecuencias de las decisiones que el resto del mundo toma y que interfiere de algún modo (por minúsculo que este sea) en tu vida, como tus propias decisiones, teniendo en cuenta el factor "causas ajenas", como las medioambientales, que pueden ejercer su peso en tus decisiones, o como la estadística (probabilidades en el azar) y "causas internas" como la propia voluntad o el estado de ánimo.

Ya lo dice el ancestral proverbio chino "el simple aleteo de una mariposa puede provocar un huracán en el otro lado del mundo".

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