martes, 14 de julio de 2015

Hacia rutas salvajes 6: Ciao bella Italia. [1.- Roma.]

Roma:

Sería imposible escribir toda la historia de Roma en un solo artículo, así como muy dificultoso tratar de reducirla en simples líneas... pero se puede intentar hacer llegar una idea rápida de lo que supone Roma a grandes rasgos.

Roma (como ciudad primero y luego como imperio) tiene dos inicios, el mítico y el histórico.
El inicio mítico nos habla de cómo Rómulo y Remo, dos hermanos huérfanos, descendientes de Eneas de Troya (hijo de Venus) llegan a la región del Lazio abandonados por su tío Amulio en una cesta en el río Tíber, entre siete colinas, en donde las divinidades les dijeron que construirían un gran imperio que sería la cumbre del mundo.
Una loba, conocida como Luperca o la Lupa Capitolina, amamantó a Rómulo y Remo para criarlos y que así pudieran gobernar una ciudad que sería la más gloriosa de la historia antigua. Más tarde unos pastores se encargarían de adoptarlos.
La ciudad fue dibujada con un círculo que no podía traspasar nadie, ni siquiera los hermanos, sin que fueran juzgados por desafío al poder y, por ello, condenados a un combate a muerte.
Remo desobedeció el mandato y cruzó las fronteras de la ciudad, obligando a su hermano Rómulo a juzgarle y combatir contra su propio hermano hasta matarlo.
Por Rómulo se conoce a la ciudad como Roma.

Se dice que los romanos eran por naturaleza guerreros, por ser descendientes del dios Marte (dios de la guerra) y amantes por Venus, la diosa de la belleza.

Estatua de Luperca amamantando a Rómulo y Remo


La versión histórica nos cuenta como un grupo nómada de indoeuropeos, los latinos, huyendo de los etruscos por el norte de la península itálica, tuvieron que asentarse en un terreno pantanoso entre siete colinas, desecarlo y fundar allí su patria, el Lazio (que deriva de la misma palabra "Latio" [latín]).
Estableciéndose primero en el monte Palatino y expandiéndose hasta el Quirinale, fueron estableciendo pequeñas aldeas hasta llegar a conformar la ciudad de Roma.

Del mito se conservarían festividades paganas como las Lupercanes (fiestas dedicadas a la loba Luperca), o el hecho de que cruzar el rubicón con tu ejército suponía el desafío al poder establecido, por tanto, se consideraba golpe de estado (así lo hizo Sula y lo repitió Julio César con su "Alea iacta est" [la suerte está echada]).
También se mantendrían dos cónsules en el poder, soportados por el senado.

El "logo" o lema de la ciudad también viene de tiempos históricos. SPQR (que ya podía verse en inscripciones, edificios públicos de épocas clásicas o insignias de los portaestandartes), también se ve ahora por toda la ciudad, ya que, desde entonces hasta ahora "Senatus PopulusQue Romanus" sigue significando Roma = El senado y el pueblo romano.

Pero dejando de lado un poco la historia, vamos a centrarnos en el recorrido que emprendimos en nuestras rutas salvajes 6:

Empezamos en un barrio de clase elevada, al sur del Trastevere, entre los barrios del Portuense y el Monte Verde.


Grandes casas con pequeños jardines en uno de los montes de la ciudad con gran colorido y fuerte olor a jazmín y flor de azahar, entre otras flores olorosas, acompañaban toda la ciudad y en especial ese barrio desde el que la ciudad histórica quedaba a los pies.

Descendimos hacia el este y cruzamos el río Tíber buscando la Pirámide Cestia, y nos topamos con una bonita y cálida plaza donde pudimos hacer una pequeña pausa, recomendable, la Piazza Testaccio.


El amarillo y marrón de la plaza en la cálida tarde de Junio nos embaucó y la admiramos sentados en unos bancos mientras un joven muchacho local trataba de hacer de la plaza su circuito de ciclismo personal.

De la Via Aldo Manuzio pasamos a la Via Marmorata, para descenderla porque nos encontramos al fin con la Pirámide Cestia:

Pirámide Cestia

Esta pirámide de estilo egipcio se construyó en el año 12 antes de Cristo para servir de sepulcro a Cayo Cestio Epulón. Con base cuadrada de aproximadamente 30 metros de lado y 36'40 metros de altura y cubierta por losas de mármol blanco travertino y corazón de ladrillo, esta pirámide se encuentra al lado de un cementerio protestante de la ciudad y justo en frente de las puertas de San Paolo, anteriormente llamada Puerta Ostiensis, ya que por ella pasaba la vía ostiense, hacia el puerto de Ostia. Su nombre cambió con el tiempo por el de Puerta de San Paolo al conducir a la Basílica de San Paolo Extramuros.

Puerta de San Paolo
Caminando hacia el Circo Máximo, subiendo el Viale della Piramide Cestia, pasando la Piazza Albania y justo al empezar el Viale Aventino, nos embaucó una pequeña cafetería con encanto, con barra que daba al exterior y en la que preparaban un delicioso café helado. No pudimos evitar pararnos y deleitarnos con estar en Roma mientras saboreábamos aquel delicioso café refrescante en la terraza del Papageno Caffe.

Juntos, café para dos (terraza del Papageno Caffe)

Todo haya que decirlo, antes del café algo nos sorprendió, algo del estilo "Roma es tan mágica que tiene estas cosas"... y sí, es realmente mágica... Se trataba de una estatua de Súperman en el jardín de una casa. Efectivamente, una estatua de Súperman... que vimos antes justo de ver la cafetería Papageno. Fue divertido:

En el círculo rojo, Súperman

Ascendiendo el Viale Aventino, a la derecha nos quedaban las Termas de Caracalla, termas construidas entre el 212 y el 217 después de Cristo, bajo el mandato del emperador Marco Aurelio Severo Antonino Augusto (o como se le conoce históricamente "Caracalla", sobrenombre que le dieron por su capa larga proveniente de la Galia). Las termas fueron destruidas por un terremoto en el 847, aunque desde 537 no se usaban por la destrucción de sus desagües y cañerías tras la guerra.
A pesar de ello, parte del edificio mayestático aun se conserva en pie y es de gran atracción turística.


Termas de Caracalla

Y a la izquierda  por donde finalmente pasamos, el Circo Máximo, el mayor y más antiguo circo creado en época romana antigua, con 621 metros de longitud y 118 metros de ancho. Del circo queda la forma, cubierta por hierba sobre la que te puedes tumbar a modo de hendidura y terraplén, donde quedaban las gradas, totalmente destruidas durante la edad media para construir otros edificios, y la zona de las rejas, desde donde salían los caballos. La Spina, que separaba el circuito por el que corrían las cuádrigas (carros de caballos), estaba adornada por estatuas de los dioses y, más adelante, César Augusto instaló un obelisco egipcio (trasladado a la Piazza del Popolo en el siglo XVI).

Explanada del Circo Máximo, se aprecia el circuito desde las gradas

Desde atrás del Circo Máximo

Pero por la via dei Cerchi nos aguardó otra sorpresa:




Una concentración de Porsches pasando entre el Circo Máximo y el Monte Palatino, residencia de los emperadores y lugar del palacio.

Enfrente del Circo Máximo, siguiendo su extensión, se encuentra el monte Palatino, en el que se encuentra la Domus Augustana, o la casa del Emperador César Augusto, y un templo de Apolo que el mismo Augusto hizo construir. Es el monte en dónde empezó la civilización romana y donde cuenta la leyenda se encuentra la cueva de Luperca, la loba que amamantó a Rómulo y Remo. Arqueólogos afirmaron en 2007 que habían hallado la cueva mítica.



Casa de Augusto en Monte Palatino

Y rodeando el Monte Palatino, justo en el extremo oriental del Foro de Roma, el Coliseo o Anfiteatro Flavio Vespasiano, a la derecha del Arco de Constantino.

El nombre de Coliseo le viene dado al anfiteatro más conocido de la Roma Imperial por una estatua de Nerón que quedaba justo delante de él. Era una estatua colosal, de ahí el nombre. Es una de las siete nuevas maravillas del mundo moderno.
En la antigüedad daba cabida a 50.000 espectadores, distribuidos por ocho filas de gradas.
Durante la edad media se usó como cantera para construir edificios religiosos, quedando la estructura seriamente dañada, ya no solo por los terremotos, sino por el saqueo y expolio de su estructura de piedra, mármol, hierro y decoraciones doradas.

El techo podía cubrirse con una lona retráctil y dentro se escenificaban luchas de gladiadores, contra bestias y naumaquias (guerra de barcos). Para estas últimas inundaban la arena para hacer navegar a los barcos.
La zona de los nobles quedaba más cercana a la arena, la de los plebeyos más alta, en la que la visión de las luchas era más dificultosa.
En la arena llegaron a morir centenares de gladiadores y animales para deleite del pueblo y la alta nobleza. Mientras, los gladiadores sólo luchaban por sus vidas y su libertad (y para servir al César: "Ave Cesar, morituri te salutant" [Ave César, los que morirán te saludan]).
Si el gladiador era del agrado, no sólo del emperador, sino que así mismo era aclamado por el público asistente, el César le perdonaba la vida mostrando un pulgar hacia arriba. De no ser de su agrado, giraba el pulgar hacia la tierra para que lo mataran.

A ojos del turista, es el edificio más impresionante de Roma. Con columnas exteriores de tres estilos arquitectónicos distintos de la Grecia Clásica, un estilo por cada piso que se distingue, y grandes arcos por los que se ven los pasillos internos del gran teatro de los horrores, el Coliseo se yergue emblemático y magnánime entre árboles y avenidas imperiales. Las grandes heridas que ha sufrido a lo largo de su existencia no le restan encanto, al contrario, lo dotan de una carga histórica extra.
Y los colores dorados, amarillentos, marronosos del atardecer romano se ven acentuados por los colores de la piedra antigua de la Roma Imperial.

Coliseo

Coliseo

Coliseo

Coliseo

El Arco de Constantino es el arco triunfal más moderno levantado en la época de la Roma Clásica. Del 312.

Arco de Constantino

Encaminando la Via Sacra, a la derecha se puede observar la Basílica de Majencio, uno de los edificios de administración de justicia y tratos comerciales más importantes de la época romana. Fue copiado durante la era cristiana para construir las primeras iglesias.


Basílica de San Majencio


En el extremo oriental del Foro Romano, el templo de Venus y Roma, hecho construir por Adriano a su arquitecto preferido, Apolodoro de Damasco.
Se tiene a Adriano por el primer amante del arte. Su villa, descrita por la escritora Marguerite Yourcenar, es un auténtico museo con piezas egipcias, con un estanque en el que se reflejaban las estrellas y en el que se bañaba sintiendo estar en el cielo, e incluso un observatorio.
El templo de Venus y Roma se construyó sobre la Domus Áurea (la casa de Nerón), hecho que provocó la reubicación de su estatua colosal enfrente del anfiteatro.
Se dice que Apolodoro se burló del tamaño de las estatuas que empleó para adornar el templo y Adriano acabó matándolo.

Ha sufrido diversas remodelaciones a lo largo de la historia, en la etapa medieval, por ejemplo, acabó por ser iglesia cristiana, hasta nuestros tiempos.
Templo de Venus y Roma


Italia suele ser un poco más calurosa que España, así, por ejemplo, Roma es más calurosa que Barcelona. En nuestra ruta turística de descubrimiento de nuevas sensaciones, olores, colores, gustos y sonidos, nos empezó a llover, no demasiado fuerte, a partir de dar la vuelta al Coliseo y enfilar la Via Sacra hacia el Foro Romano. Fue una lluvia muy plácida y aliviante.

Siguiendo por el Foro Romano, el Templo de Vesta. En él se custodiaba el fuego sagrado siempre encendido en honor a la diosa Vesta. Las vírgenes vestales eran las encargadas de que el fuego sagrado se mantuviera encendido y nunca se apagara.
La historia cuenta que el emperador César Augusto se encaprichó de una de ellas, hecho que acabó provocando la expulsión de ella del templo.

Templo de Vesta

Esta ruta la iniciamos el sábado... día en que la visita al foro, al coliseo, a prácticamente todo es con pago y no pudimos hacerla del todo. Sin embargo, y esto es importante, el primer domingo de cada mes la entrada al Foro Romano, al Coliseo, y a la mayoría de monumentos es gratuita. Si vas a viajar a Roma, intenta pillar un domingo primero de mes y las visitas te saldrán gratis.

Cerrando el foro por el sur, y a continuación del Templo de Vesta, la Basílica Julia era un imponente edificio de grandes dimensiones en el que se encontraban los tribunales de lo civil.
Pocas ruinas quedan erguidas de la gran basílica que empezó a construirse bajo el mandato de Julio César.

Basílica Julia

Y cómo no, la tumba de Julio César, o mejor dicho, el lugar donde fue incinerado en el que se guarda un pequeño altar a su persona.
Un pequeño montículo recuerda la columna que fue erigida para recordar el punto donde fue incinerado. Al ver que montones y montones de romanos se agolpaban a su alrededor para rendirle homenaje (recordemos que fue el líder más querido y aclamado por el pueblo romano), construyeron unos muros para agrandar el perímetro y un par de escalinatas que descendían a su tumba.
Al ver que no fue suficiente para poder albergar tanta multitud, el emperador Augusto decidió levantar un pequeño templo para que así fuera recordado.

Montículo donde fue incinerado César. Hoy día, 2063 años más tarde, aun se le rinde homenaje.

Al norte, el templo de Rómulo, Iglesia de San Cosme y San Damián a partir del siglo VI.

Templo de Rómulo

Coronando el Foro, el Arco de Séptimo Severo, del 200 d.C. Sirvió como ejemplo al Arco de Constantino y el Arco del Triunfo de París.

Arco de Séptimo Severo

Y detrás, el monte Capitolino, una de las siete colinas sobre las que se fundó Roma.

Al noreste, el foro de Nerva.

Foro de Nerva

Y entre los foros de César y de Nerva, y los de Trajano y Augusto, a Benito Mussolini se le ocurrió derruir multitud de edificios medievales y hacer pasar por encima de los foros una gran avenida, dejando debajo de ella parte de las ruinas romanas que tanto atraen a historiadores, arqueólogos y turistas.

Foro y Mercado de Trajano

Gran parte del Foro y el Mercado de Trajano fueron obras del famoso arquitecto Apolodoro de Damasco (el Norman Foster de la época clásica).
Es el último de los foros imperiales y el más grande. Lo corona la Columna de Trajano, una columna de Mármol de Carrara que, con un bajorrelieve, condecora y narra las batallas y victorias del emperador hispano frente a los dacios (actual Rumanía).
En lo alto de la columna de 30 metros (38 con el gran pedestal) se encontraba una estatua de un ave (seguramente un águila). Posteriormente fue sustituida por una del propio Trajano para que, en 1588, fuera de nuevo sustituida por una estatua de San Pedro que aun se conserva.

La columna de Trajano queda justo enfrente de las iglesias católicas de Santa María de Loreto y del Santísimo nombre de María. Eso da una idea de la transformación que la ciudad ha ido sufriendo por su evolución histórica.

Vista de la columna de Trajano
Y aun quedarían un sinfín de edificios y monumentos del foro, entre los que se encontrarían la curia romana, y fuera, el atril o tribuna desde el que Julio César o Marco Antonio se dirigían hacia su tan querido pueblo romano y éste les respondía con vítores y alabanzas.

Justo detrás del foro romano y delante de la plaza de Venecia, el impresionante monumento a Vitorio Emanuele II conocido también como el Altar de la Patria.
Vitorio Emanuele II fue el primer rey de Italia, tras su unificación en 1861. La ciudad de Roma le rendía tributo con este monumento neoclásico.

Monumento a Vitorio Emanuele II

Toda Roma está plagada de palacetes del cincuecento, del seicento, del settecento y del ottocento, y estos, por la noche, quedan parcialmente iluminados decorando más aun la ciudad con su carismático tono amarillento.

Encaminando la Via del Corso entramos en el jardín interno y claustro de uno de esos palacetes... y esto es con lo que nos encontramos:


La ciudad está llena de esquinas, callejuelas, escondrijos y pequeños tesoros allá por donde se pise, merece la pena tener los ojos bien abiertos e inspeccionar, te encuentras con pequeñas maravillas.

También podemos encontrarnos una iglesia en casi cada esquina:


Y yendo a la derecha, por la Vía delle Muratte, hacia el final, se empieza a escuchar un rumor de agua a lo lejos, una especie de caer de cascada que se va intensificando a medida que te acercas a la Piaza di Trevi, y es que, efectivamente, al torcer una calle te topas de morros con la famosa Fontana di Trevi.
En un principio te la imaginas en un espacio diáfano, abierto, desde el cual poderla contemplar en todo su esplendor y apogeo. Pues no, está en una estrecha y transitada plaza, entre vendedores ambulantes, lanzadores de hélices luminosas y centenares de turistas agolpados tratando de llevarse unas gotas de la fuente con sus manos tras haber lanzado una moneda por detrás de su hombro izquierdo con la esperanza de volver a la ciudad imperial (yo nunca lancé una moneda a la fuente y es la tercera vez que visitaba Roma...).

Fontana di Trevi
La mayor fuente del barroco italiano, con casi 40 metros de frente, era el punto final de uno de los acueductos que traían agua a la Roma Imperial. Destruido durante la edad media por los godos (era en la que sacaban agua de pozos contaminados del río Tíber), volvió a ser un punto desde el que borbotara agua con el renacimiento, construyendo una pila bautismal, siguiendo la costumbre de la época romana de crear una fuente al final de los acueductos.
Pero fue en el barroco, cuando el Papa Urbano VIII encargó a Gian Lorenzo Bernini la creación de una fuente con mayor carga dramática, ya que la anterior era muy sosa. Nicola Salvi se encargaría de acabarla. (Y como la fuente está actualmente en remodelación hasta finales de éste año 2015, he tenido que colgar una foto del 2007, libre de andamiajes y con agua).
Se estima que se recogen 3000 euros diarios de la fuente, aunque esta cifra va en aumento, ya que en 2010 se recogieron 383 mil euros, en 2011 se recogieron 951 mil euros y en la primera mitad del año 2012 se llegó a los 540 mil, llegando a una marca histórica.

Y aunque subiendo por la vía de la Stamperia se llega a la Via del Tritone, la cual lleva al Palazzo Barberini y a la Fontana del Tritone:

Palazzo Barberini
No tuvimos tiempo de verlo, ni el Palazzo Barberini que alberga la Galería Nacional de Arte Antiguo. Es un edificio del siglo XVII construido por la familia Barberini. Enfrente, la Fontana del Tritone, obra de Bernini:

Fontana del Tritone

Y justo bajando por la Via delle Quattro Fontane, encontramos a dos calles obras de sus rivales Borromini y Cortona. En el cruce de calles, cuatro fuentes, una en cada esquina, de Cortona y Doménico Fontana, al lado, la iglesia de Sant Carlino alle Quattro Fontane de Francesco Borromini.

Cruce de las Quattro Fontane

Sant Carlino alle Quattro Fontane
Pero volviendo al recorrido que hicimos, desde la Via del Corso, girando a la izquierda por la Piazza Colonna, nos encontramos con la plaza que contiene una columna de Marco Aurelio, a quien entre 176 y 192 le dedicaron a sus victorias frente a los germanos.
Con relieves de sus victorias esculpidos en el cuerpo de la columna de forma cronológica, a imitación de la columna de Trajano, la columna se encuentra enfrente del Palazzo Chigi, sede del embajador austro-húngaro en tiempos del imperio del mismo nombre y actual residencia del primer ministro italiano, fue construido para la familia Chigi en 1580 (seicento). La estatua de Marco Aurelio que coronaba la columna fue sustituida por una de San Pedro en el siglo XVI.
El conjunto de la plaza es precioso y digno de ver. Otra perla con la que Roma nos sorprende.

Vista de la Piazza Colonna, Columna de Marco Aurelio

Columna de Marco Aurelio

Palazzo Chigi, con la sombra de la Columna de Marco Aurelio
Marco Aurelio fue tan gran emperador como general de su ejército, por lo que podemos encontrarnos estatuas ecuestres, como la que está en el foro romano, detrás del museo capitolino, de él. También es conocido por sus soliloquios, grandes y solemnes pensamientos, ya que no sólo era líder de un imperio y un gran combatiente, también tenía sus propias ideas y filosofía.
La película Gladiator se basa en sus tiempos y en los de su hijo Cómodo, siguiente emperador de Roma.

Estatua ecuestre de Marco Aurelio.

Quien viaja a Roma tiene que estar preparado no sólo para visitar una ciudad con una gran carga artística y belleza sin parangón, sino que también debe estar preparado para conocer su grandísima historia, aquellos quienes participaron de ella, y los cimientos de nuestra propia cultura.

Siguiendo a la izquierda desde la Piazza Colonna, daremos con la Piazza di Montecitorio, donde se encuentra un obelisco egipcio que data del 589 antes de Cristo y fue traído por el emperador Augusto César a Roma para la construcción del Solarium Augusti, un enorme reloj de sol.
En dicha plaza también encontramos el Palazzo Montecitorio, de Bernini y acabado por Fontana, del siglo XVII, es ahora la Cámara de los Diputados.

Obelisco y Palazzo de Montecitorio

El interior de las calles de Roma, desde el Foro hasta la Piazza Navona, es un corredero de preciosas calles rosadas, marrones y amarillas, decoradas con verdes hojas y flores diversas, en las que no pueden faltar alguna que otra scooter, pues la mejor forma de moverse por Roma es en moto.


Una de las calles de Roma

Y llegamos a la Piazza Navona, en dirección al Tíber desde la Piazza de Montecitorio.
La Piazza Navona era un antiguo circo romano. De hecho aun conserva su forma ovalada de norte a sur. Uno se maravilla de cómo antes, en esa plaza, existía un circo romano en el que se representaban naumaquias o carreras de cuádrigas.
Ahora, la plaza, totalmente reconstruida, es un monumento al barroco italiano, con fuentes de Bernini y della Porta e iglesia de Santa Inés en Agonía de Borromini.

La plaza también es un lugar de encuentro, punto social y expositor de artistas callejeros en el que convergen cantidad de turistas y habitantes locales.
En su lado este, montones de caras terrazas se agolpan para atraer al turista. En su lado oeste, la iglesia de Santa Inés. Y hacia el sur, el camino que lleva al Campo de Fiori y el teatro de Pompeyo.


Fuente del moro, della Porta y Bernini

Iglesia de Santa Inés

Artistas callejeros

Fuente de los cuatro ríos, Bernini.

La fuente de los cuatro ríos representa alegorías o figuras humanas de los cuatro ríos más importantes de la época repartidos en tres continentes. El Danubio, el Éufrates, el Ganges y el Río de la Plata. En el centro, irguiéndose a 30 metros sobre el suelo, el Obelisco Domiciano, mandado a construir como centro del Circo Agonalis.

Obelisco Domiciano en Piazza Navona

Fuente de Neptuno, della Porta

Piazza Navona desde el sur

La cultura popular comenta que la cara de angustia y horror de las estatuas de Bernini de la fuente de los cuatro ríos es cosa de la rivalidad entre él y Borromini, autor de la iglesia que queda justo enfrente. Las estatuas quedarían horrorizadas frente a la obra de Borromini. Sin embargo es poco probable, ya que la fuente fue acabada antes (1651) que la iglesia empezara a construirse (1652-1660).

Hacia el sur, bajando por la vía de la Cuccagna y cruzando el Corso de Vittorio Emanuele II, bajando por la Piazza della Cancelleria o la Via dei Baullari, llegamos al Campo de Fiori, una plaza donde se ubicaba el antiguo mercado (y dónde aun se puede encontrar el actual).


Campo de Fiori

Pero al este de la Piazza Navona, entre ésta y la Via del Corso, otra de las grandes joyas de Roma, el Panteón.

Enfrente de la Piazza della Rotonda, se levanta este monumento de la época romana imperial, el Panteón (dedicado a todos los dioses romanos). Es un templo de planta redonda (de ahí que la plaza tome como nombre la plaza de la redonda) que se conserva en perfecto estado gracias a que durante la época cristiana se decidiera canonizar el templo para venerar figuras cristianas y no a dioses paganos. Ésto hizo que su interior se revistiera de mármol y se hicieran grandes esfuerzos por tratar de conservarlo tal cual hasta la fecha. Las estatuas, obviamente, fueron sustituidas por imágenes cristianas.

En el pórtico, se sigue conservando la fachada de estilo griega, con un portal de cuatro filas de ocho columnas de estilo corintio, un friso con la inscripción del templo inicial de Agripa y un tímpano desnudo.

El templo inicial de Agripa, del 27 antes de Cristo, fue destruido por un incendio el año 80. Adriano lo mandó levantar entre el 118 y el 125 después de Cristo.

En la plaza, delante del templo, encontramos el obelisco traído del templo de Ra de Heliópolis (Egipto).
Exterior del Panteón

Panteón con el Obelisco delante.

Cúpula interna del Panteón con orificio para la luz

Interior del Panteón

Interior del Panteón

Al fondo, tumba de Vittorio Emanuele II y al lado túmba de Rafaello Sanzio

Exterior trasero del Panteón
 Y por una de las calles entre la Piazza Navona y el Panteón, esas preciosas y angostas calles coloridas y brillantes con flores y aromas, se encuentra escondida en una esquina la iglesia de Santa María Magdalena, justo arriba de la Piazza della Rotonda.
Iglesia Barroca por excelencia.

Iglesia de Santa María Magdalena

Antes de acabar el día, ya por la noche, decidimos hacer una parada para cenar. Nos paramos en el restaurante La Piccola Cuccagna, ¡muy recomendado! (Via della Cuccagna, 114).
Pedimos pizza y vino blanco de la casa... El vino era fresco (para combatir el ahogador calor) y las pizzas, enormes, muy sabrosas. Después pedimos un vaso de limoncello, fresco y rico también. Todo ello no fue muy caro, cerca de 25 euros, en un lugar donde los camareros fueron muy educados y amables, ya que nos hicieron un sitio con las mesas para poder ver la Final de la Champions League entre la Juventus de Turín y el F.C.Barcelona que retransmitían por la televisión. Ellos, como buenos romanos, eran antibianchineri.

Además, el lugar es céntrico y acogedor. Justo debajo de la Piazza Navona, para hacer una última parada antes de volver a casa, hotel, hostal...

Restaurante La Piccola Cuccagna

El segundo día fue de un recorrido más largo.

Subiendo por la Via Alessandro Poerio, por la parte este del Tíber, se llega a la calle Largo Giovanni Berchet, quedando a nuestra derecha la Villa Sciarra, cuyos jardines neoclásicos harán las delicias de los visitantes.

Exterior Villa Sciarra

Jardines Villa Sciarra

Siguiendo el Largo Giovanni Berchet llegamos al Viale delle Mura Gianicolensi, y desde allí vamos siguiendo las murallas de Gianicolo, que dan nombre a la calle.
Son unas murallas del siglo XVI, construidas para defender la ciudad y protegerla de epidemias, promovidas por las familias poderosas, Barberini y Farnese y construidas por orden del Papa Urbano VIII. Las murallas aprovechan gran parte de las antiguas murallas romanas aurelianas.

Llegados a la Porta de S. Pancrazio, se puede elegir entre ir por la zona de abajo, siguiendo la Muralla Aureliana (construida en el siglo III bajo el mandato del emperador Aureliano para defender la ciudad de las invasiones bárbaras) o entrar por la Passeggiata del Gianicolo, más recomendado, ya que ves una panorámica espléndida de la ciudad desde unos preciosos jardines detrás del Trastevere.


Entrada a los jardines de la Passeggiata Gianicolense

Vista desde los jardines de la Passeggiata

Roma a tus pies

Roma

Roma con la tapa del tambor del Panteón en el centro

El Vaticano desde los jardines de la Passeggiata de Gianicolo

Y ya bajando la colina por la Passeggiata, dimos un poco de rodeo por la Via de Urbano VIII siguiendo las murallas y tuvimos que rodear una especie de salida de autobuses porque la muralla era infranqueable. Así que llegamos a la Via di Porta Santo Spirito y cruzamos hasta la Ciudad del Vaticano.

Una puerta hacia la Ciudad del Vaticano

Y al fondo, la plaza de la Basílica de San Pedro del Vaticano, presidida por la misma basílica.
Es uno de los puntos más sagrados para el cristianismo ya que ocupa su iglesia más grande consagrada al que fue el primer pontífice, San Pedro.


Basílica de San Pedro desde la Via della Conciliazione

Plaza de la basílica de San Pedro del Vaticano

En la plaza se puede ver el obelisco traído el año 37 d.C. por Calígula desde Heliópolis (Egipto) para luego ocupar un puesto en el Circo de Nerón.
En el año 64 d.C. durante el imperio de Nerón hubo una gran persecución y ejecución de cristianos, ya que se les atribuyó el gran incendio de Roma el verano de ese mismo año.
Simón Pedro, que había viajado a Roma para promulgar la palabra de Cristo, fue detenido y ejecutado en la plaza, cerca del obelisco, al modo romano (crucifixión). Pero como Pedro se sentía indigno de morir como Jesús de Nazaret, pidió que lo crucificaran boca abajo.
La tumba de Pedro, primer Papa de Roma, se encontraría bajo la misma Basílica.
De hecho, el dato más macabro es que bajo gran parte de toda la Ciudad del Vaticano pueden hallarse restos de personas enterradas, ya que servía como cementerio para víctimas del circo, ejecuciones, o incluso obispos y grandes religiosos que eran enterrados con sus colores oro y púrpura.

Lo curioso del viaje fue algo inesperado... por la cámara papal, desde la ventana, no esperábamos ver al Papa Francisco I, ya que la misa del Corpus Christi ya había acabado... Sin embargo apareció hacia las 12 aproximadamente y dedicó unas palabras a todos los turistas que nos habíamos acercado a ver la plaza y la Basílica.

El Papa Francisco I desde la ventana de las estancias papales

La Basílica, que ocupa el lugar de otras iglesias más antiguas, fue diseñada por tres grandes, Bramante, Bernini y Miguel Angel, con su famosa cúpula y sus frescos pintados en el techo de la Capilla Sixtina.

La columnata de la plaza es obra de Bernini.

Continuando nuestro viaje habiendo cruzado toda la plaza hacia el norte de la ciudad, seguimos el muro de la ciudad del Vaticano que conduce directamente hacia el Castel Sant'Angelo, fortaleza medieval que protegía a los Papas de los ataques y por la que accedían por pasillos secretos ocultos en el muro. 

El Castel Sant'Angelo, antes de ser fortaleza medieval, fue un Mausoleo Romano. Allí está enterrado el emperador Adriano. 


Castel Sant'Angelo con el Ponte Sant'Angelo

Tumba del emperador Adriano

Pinturas en los techos de la parte medieval del castillo

Estatua del Arcángel Miguel


Vista del Tíber y el Ponte Sant'Angelo


Estancia barroca


Cámara papal...

Y sin cruzar el río Tíber, que serpentea y conecta y desconecta el centro de la ciudad con el resto de barrios, seguimos su ribera y nos cruzamos con el edificio neobarroco de finales del siglo XIX y principios del XX que es el actual palacio de justicia de Roma. Una maravilla más que ver.

Palacio de Justicia de Roma

Mientras, por el paseo del río Tíber, montones de casetas con libros, recordatorios, rosarios, calendarios, pinturas y demás objetos, adornan el paseo a los turistas que quieran llevarse un pequeño recuerdo de su paso por Roma.

Cruzamos por el siguiente puente, el Ponte Cavour, y subimos por la Via di Ripetta, donde a la izquierda nos quedaba el Ara Pacis (Altar de la Paz) de Augusto, un monumento a la paz conseguida por el emperador Augusto César tras la conquista del resto de Hispania y el resto de la Galia, conservado dentro de un museo, y altar de sacrificios de animales dedicado a la diosa romana Pax.
A la derecha y a la intemperie, el Mausoleo de Augusto, otra gran tumba para otro gran emperador:

Ara Pacis

Mausoleo de Augusto

Torciendo a la izquierda por la Piazza Augusto Imperatore, volteando el mismo museo del Ara Pacis, después hay que subir por la primera a la derecha, por la Via di Ripetta, para encontrarnos con una de las que considero las dos plazas más bellas de Roma: la Piazza del Popolo.

Una plaza neoclásica formada por un óvalo de dos semicírculos a imitación de la plaza de San Pedro del Vaticano en cuyo centro alberga el obelisco dedicado a Ramses II y traído desde Heliópolis. Con sus 36 metros de altura contando el pedestal, es el segundo obelisco más alto de la ciudad. Se trajo bajo el mandato de Augusto y se colocó en el Circo Máximo, pero las diversas transformaciones por el paso de distintas épocas y visiones del mundo lo llevaron hasta la Piazza del Popolo.

El nombre de esta plaza aun es un poco incierto, ya que no se sabe si se debe a una antigua capilla levantada donde ahora se encuentra Santa Maria del Popolo o por la cantidad de chopos que pueblan la plaza. (Chopo o álamo en latín es Populus, igual que pueblo).

A sendos lados de la plaza se encuentran las fuentes y estatuas de Minerva y Neptuno, dignas de contemplar.

Entrando desde la Via di Ripetta, nos queda a justo a la izquierda la fuente de Neptuno, al fondo a la derecha la fuente de Minerva con la Villa Borghese a sus espaldas. Frente a nosotros quedará el obelisco y una salida hacia una de las partes más contemporáneas y probablemente menos atractivas de la ciudad.
Detrás de nosotros, las conocidas como iglesias gemelas, en cuyas escaleras suele sentarse la gente huyendo del calor.

Fuente de Minerva

Fuente de Neptuno

Iglesias gemelas
Si el hambre apretara, no es muy caro pararse en la misma Via di Ripetta a tomar un panino con una refrescante cerveza antes de continuar el camino.
Volviendo a la plaza, vemos como se dibuja un plano radial. Tres calles son las que salen de la plaza y envuelven las iglesias de forma centrífuga. La Via di Ripetta, que lleva a la zona del Mausoleo de Augusto, la Via del Corso, que pasa por en medio de las dos iglesias y que lleva hasta la Piazza Venezia, donde se encuentra el monumento a Vittorio Emanuele II y el inicio del Foro Romano, y finalmente la Via del Babuino, que es la que lleva hasta el lugar que nos interesa ahora, Piazza Spagna.

Pero por la misma Via del Babuino (llena de comercios y tiendas carillas) nos sorprendió una cafetería con la que topamos por casualidad tratando de tomar otro café helado... ¡Una cafetería llena de estatuas y obras de arte! Pero cuando digo llena, es llena. ¡Puedes comer o tomar un café rodeado de estatuas! (Y es barato)

Se trata del Café Canova Tadolini, en el que sirven un delicioso Capuccino helado, cremoso, delicioso, per disfrutare a tutti pieni.

Parada indispensable.

Cafe Canova Tadolini

Cafe Canova Tadolini

Cafe Canova Tadolini
Café Canova Tadolini
En estas calles, que forman parte de esa Roma con encanto por la que hay que perderse, se pueden ver rinconcitos coloridos como el siguiente:


Rinconcito de Roma

 Y por fin llegamos a la Piazza Spagna, uno de los puntos más concurridos de la ciudad de Roma  más queridos y apreciados por todo el mundo.
Sus escalinatas te conducen a la iglesia de la Trinità dei Monti, y desde lo alto de ellas puedes observar una bonita panorámica de la ciudad.

Frente a las escalinatas, la Fontana della Barcaccia, fuente del barroco temprano de Pietro Bernini y su célebre hijo Gian Lorenzo Bernini.


Piazza Spagna desde arriba

Piazza Spagna desde abajo, con la Trinità dei Monti cubierta :(

Por la Via Sistina se llega a la ya mencionada Piazza Barberini y siguiendo por la Via delle Quattro Fontane al cruce de las cuatro fuentes también citado. Después se puede torcer a la derecha y bajar (o subir, según se mire) hasta el Palazzo del Quirinale. El Quirinale es otra de las siete míticas colinas de los inicios de Roma.

Pero ahora volvamos hasta Piazza Venezia. Desde el otro lado del Foro, a la derecha bajando la plaza, vamos por la Piazza de San Marco hasta la Via del Teatro Marcello. Nos interesa seguirla para encontrarnos con otros conjunto arquitectónico de la Roma Imperial:

El teatro de Marcelo, muy bien conservado con construcciones de épocas posteriores sobre él y el templo de Apolo Sosiano, del que se conservan apenas unas columnas.

Choca ver cómo conviven construcciones de hace dos mil años con otras de hace dos cientos y con actuales. Automóviles pasando por calzadas en las que legiones desfilaban y sobre las que Julio César se dirigió a tomar el control total de Roma hasta conducirla a su grandeza.

El teatro Marcelo en el centro, a la derecha, Templo de Apolo Sosiano
Este teatro, promovido por Julio César, era el segundo teatro más grande, y podía albergar entre 15.000 y 20.000 espectadores. ¿Imagináis un teatro de tal capacidad en la actualidad?
El teatro más grande fue el Teatro de Pompeyo.

Seguimos bajando por la Via de Luigi Petroselli hasta otro grupo arquitectónico de época de la Roma clásica y medieval, el Foro Boario.
Cuenta con el Arco de Jano, el templo de Hércules, el Templo de Portunus y el Arco de los Argentarios:


Arco de Jano
Templo de Hércules

Templo de Portuno, al fondo a la izquierda la iglesia de la Boca de la Verdad

Foro de Boario desde la iglesia de la Boca de la Verdad

Puente Rotto, sobre el Tiber, delante de la Isola Tiberina

El Ponte Rotto es una construcción que ha sufrido diversas reconstrucciones a medida que éste iba sufriendo daños por las crecidas del río a lo largo de su vida. Data del siglo II a.C. y su última reconstrucción fue en el año 1575. Otra inundación, en 1598 acabó por destruirlo de nuevo y desde entonces lo dejaron tal cual está. Del puente sólo queda un arco de los seis originales, del siglo XVI, que reposa sobre los pilones del puente del siglo II a.C.

Enfrente del Foro de Boario, la iglesia de Santa Maria de Cosmedín, con la famosa Boca de la Verdad.
La Boca de la Verdad es una máscara de mármol colocada en la pronaos de la iglesia en el 1632. Tiene un diámetro de 1'75 metros.
No se sabe bien su utilidad, pero hay textos ya del siglo XI que la describen. Podría ser parte de un Impluvium o incluso desagüe de la Cloaca Máxima (por su proximidad), o una fuente...

La leyenda dice que quien introduce su mano en la boca y ha dicho una mentira, la boca le muerde hasta arrancarle la mano. Se puede ver una escena cómica de esta leyenda en la película Vacaciones en Roma, en la que Gregory Peck hace ver que se queda sin mano tras ponerla en la Boca de la Verdad delante de la cara de espanto de la actriz Audrey Hepburn.

Boca de la Verdad

Y la Cloaca Máxima, una de las más antiguas redes de alcantarillado en todo el mundo. Se puede observar cruzando el Ponte Palatino, enfrente del Foro Boario.
Su construcción empezaría en la época monárquica de la Antigua Roma, en el año 600 a.C.

Cloaca Máxima

Pasando por el Lungotevere degli Alberteschi, paseo por el lateral del río Tíber, al otro lado del Foro Boario, llegamos al Ponte Cestio. Si lo cruzamos nos lleva a la Isola Tiberina, una isla en el río Tíber consagrada a Esculapio, dios romano de la medicina. La isla albergaba el templo a ese dios.

La leyenda cuenta como la formación de la isla se debe a que arrojaron al río el cuerpo del antiguo rey Tarquinio el Soberbio y los sedimentos adheridos a él generarían la isla.

Debido a esa mala fama, en la antigua Roma nadie se atrevía a ir por la Isla Tiberina, ya que condenaban a los peores criminales a pasar el resto de sus vidas recluidos en esa isla.
Hasta la creación del templo de Esculapio, la cosa no cambiaría y desde entonces la fama de la isla empezó a cambiar.

La isla, con forma semejante a una barca, era completamente abarcada (valga la redundancia) por el templo de Esculapio.
Los romanos revestirían la isla con mármol hasta hacerla parecer realmente  una barca.
Durante la edad media el templo fue usado como fortaleza y posteriormente como convento franciscano.
En 1900 fue concedido su uso al Hospital Israelí, hasta la actualidad. La parte alta de la isla alberga el Hospital San Juan de Dios, un centro médico de renombre de la ciudad.

Panorámica de la Isola Tiberina

Cruzando la isla por el Ponte Fabricio, de nuevo al otro lado del Tíber y siguiendo recto por la Via del Portico d'Ottavia, llegamos al portal que da nombre a la calle.
El portal de Octavia, dedicado a la hermana menor del emperador Octavio Augusto, se encuentra al lado del teatro de Marcelo.

Puerta de Octavia

A la izquierda, justo antes de subir por la calle, el Tempio Maggiore di Roma. Una iglesia hebrea enorme en el propio barrio judío romano.

Sinagoga en el barrio judío de Roma
El barrio judío también es un hermoso lugar en Roma donde ver un poquito más de cultura e historia de la propia ciudad.

Siguiendo la Via del Portico d'Ottavia hasta el final se llega a la Via Arenula, torciendo a la derecha, llegamos por esta via al Largo di Torre Argentina, plaza en la que se encuentran cuatro templos y los restos del teatro de Pompeyo, el teatro más grande de la antigua Roma.
Recientemente el CSIC español ha hallado el lugar de la muerte de Julio César en el fondo de la Curia de Pompeyo, en esta misma plaza.

Además, la plaza sirve como refugio a gatos sin hogar en Roma, otra atracción más para los visitantes.

Conjunto de Largo di Torre Argentina

Lugar donde asesinaron a Julio César

-¿Tú también, Bruto?

¿Nos dejamos algo? Desde luego. El Trastevere. Un barrio con muchísimo encanto, artesanal, de espectáculos en la calle, magos, clowns, música... El barrio más bohemio de Roma es el Trastevere, es el Montmartre romano.
También es un lugar de exquisiteces culinarias y de cócteles, bares, y un toque romántico nocturno.
Ideal para cenar el último día. ¿Sugerencias?
Pues nosotros nos paramos en "La Canonica", un gran local que hace esquina en Vicolo del Piede, 13.
Si os habéis quedado en el Largo de Torre Argentina, sólo tenéis que dar media vuelta y seguir la Via Arenula, cruzar el Tíber y a la derecha por el Lungotevere Raffaello Sanzio, la segunda a la izquierda, "Via della Delliccia" y la tercera a la izquierda será el Vicolo del Piede, habrá que buscar el 13 y probar cosas como su lasagna o sus penne all'arrabiatta (ojo quien no lo sepa, pican), o también de acompañamiento una achicoria. No es extremadamente delicioso pero para pasar la noche está bien y es barato. El vino, un tinto Colle Picchioni, no es necesario que sea caro para ser bueno.

El bajo Trastevere es más industrial, más para amantes de rincones tétricos.


Parroquia en el bajo Trastevere

Bonito restaurante en el bajo Trastevere

Color verde en el Trastevere


Callejuelas del trastevere

Santa Maria in Trastevere, bajando el Vicolo del Piede

Calle estrecha del Trastevere, con scooters

En la Piazza di Santa Maria in Trastevere pudimos presenciar un espectáculo de un gracioso clown. Fue especialmente divertido con los niños y los turistas.

Y para acabar, el tercer día o la última mañana, la periferia. Termini.
Aparte de tener la estación de trenes principal de Roma, Termini es como el Raval de Barcelona. Un barrio moderno mezcla de culturas indú y musulmana por la inmigración de las últimas décadas.
Al lado opuesto del Trastevere, cruzando todo el foro romano, desde la Piazza Venezia, pasando por la Via IV de Novembre y llegando a la Via Nazionale, se cruza ésta (una de las más globalizadas con tiendas estándar) hasta llegar a la Piazza della Repubblica, una enorme y ostentosa plaza bordeada por edificios neoclásicos con amplias columnatas que forman un pequeño paseo lleno de cafeterías cutres y caras y un lujoso hotel.
Enfrente, en el centro, el obelisco de Dogali, dedicado a Ramses II y traído de Heliópolis, Egipto.
Al otro lado de la plaza, lo más llamativo, la basílica de Santa Maria de los Ángeles y los Mártires, construida encima de las Termas de Diocleciano y diseñada por Miguel Ángel.
Las termas datan del 305 después de Cristo. La Basílica del 1562.

Termas de Diocleciano

Basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires

Y bajando por el Viale Luigi Einaudi o por la Via delle Terme di Diocleziano, se llega al Largo Villa Peretti, una plaza que contiene el Museo Nacional Romano y delante, la estación de Termini, con metro y tren.
Montones de restaurantes fast food se agolpan en la estación y a sus lados.

Al final de la Piazza dei Cinquecento, justo empezando la estación de Términi, a la derecha, encontramos la Via Cavour, que siguiéndola nos conduce a la Basílica Papal de Santa Maria la Maggiore. En realidad, desde la plaza del Esquilino lo que vemos es su ábside:

Ábside de Santa Maria la Maggiore desde la Piazza dell' Esquilino

Si damos la vuelta a la basílica y vamos a la Piazza di Santa Maria Maggiore, veremos su fachada principal:

Fachada principal de Santa Maria la Maggiore

Es la mayor iglesia dedicada a la virgen María en Roma y una de las cuatro Basílicas papales de la ciudad.
Fue construida sobre un templo pagano dedicado a la diosa Cibeles.

Una vez tomamos el tren (habiéndonos limpiado los restos de huevos con los que un grupo jóvenes descerebrados jugaban a mancharse entre ellos), pudimos ver maravillas justo al salir de la estación de Términi, como:

El templo de Minerva Médica, mal llamado así desde tiempos de Cicerón. En realidad se trata de un Nimphaeum, una construcción consagrada a las ninfas y generalmente conectado a un acueducto. De planta decagonal, en muy buen estado de conservación, el techo abovedado cedió en el siglo XIX.

Templo de Minerva Médica

Y siguiendo las vías del tren, en el mismo barrio contiguo a Termini, el barrio de Esquilino, vemos la esplendorosa Porta Maggiore, una de las grandes puertas de entrada flanqueada por el Muro Aureliano que daba paso a la gran ciudad imperial de Roma:

Porta Maggiore

Y el curioso sepulcro de un panadero al lado (por el siglo I a.C. se podía hacer fortuna suministrando pan para la ración pública). La Tumba del Panadero o Tumba de Eurísaco, con agujeros cilíndricos a la forma de un horno y motivos de tahona.

Túmba del Panadero Eurísaco

Y si aun se dispone de tiempo y no se ha subido al tren, justo al lado de la Porta Maggiore, siguiendo la Via Statilia se puede ver parte del acueducto de Claudio, el Aqua Claudia, que recogía agua de una fuente próxima al río Subiaco, a 68 kilómetros de Roma.
Empezado por el temido, malévolo y desquiciado emperador Calígula el año 38 y acabado por el emperador Claudio el 52.

Aqua Claudia

Y hablando de agua, si viajáis en verano, no es necesario que vayáis comprando agua. Podéis llevaros una botella de agua e ir rellenándola en las múltiples fuentes que tiene la ciudad repartidas por todo su plano.

Fue un viaje cargado de historia, lleno de sorpresas y en el que algunas cosas quedaron aun por ver, ya que Roma es mucha para dos días y medio.
Pero uno se lleva el olor a flor de verano, el notar el milenario suelo empedrado, el tocar lugares y estar en plazas y esquinas en los que tan grandes e ilustres hombres y mujeres, padres y madres de nuestra civilización, estuvieron...
La refrescante lluvia de verano sobre una tórrida y concurrida ciudad, y que siempre fue así, siempre mantuvo ese carácter cálido y de gentío por sus calles, pues Roma siempre ha sido una gran capital, siempre, desde su creación hasta la actualidad. Es en parte por eso por lo que se la conoce como la Ciudad Eterna.
Pequeños momentos como ratos en los cafés.
Y en sus calles, uno se siente un poco César acompañado por Cleopatra.

En Roma, simplemente, te mueves por el tiempo.

Espero que os haya gustado esta entrada eterna a la Ciudad Eterna, Roma.
La entrada "Hacia rutas salvajes 6" continuará con la visita a Le Cinque Terre. Una preciosa tierra entre el mar y la montaña.

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